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ÁNGEL GONZÁLEZ  
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El Camino de Santiago

Muchos, muchos libros de todo tipo y sobre variada temática se han escrito sobre el Camino de Santiago referidos al conocido como Camino Francés, el camino por antonomasia, hasta tal punto que muchas personas piensan que solamente hay un camino que lleva a la tumba del Santo Apóstol en Santiago de Compostela. Sin embargo, allá por el año 2002, yo me llevé una gran sorpresa cuando me hallaba buscando información sobre los Caminos del Norte. Cierto es que encontré referencias sueltas desde muy antiguo sobre esta ruta de peregrinación, también encontré guías que describían este Camino a su paso por diversas localidades, provincias o regiones. Pero no encontré ninguna guía que describiese el Camino completo desde Irún hasta Santiago de Compostela. Por ello me decidí a escribir esta ruta y aportar mi granito de arena a la recuperación de este Camino de Santiago, perdido en la memoria de muchos, pero que en la memoria de algunos ancianos lugareños aún pervive “Si, si, este es el camino de los peregrinos. Este es el camino por el que pasaban los peregrinos a Santiago cuando yo era niño”.

Si nos basamos en estudios realizados por historiadores y filólogos, el denominado Camino de la Costa, o Camino Norte, sería una de las primitivas rutas de peregrinación a Compostela, de mayor antigüedad incluso que el Camino Francés. De hecho, el tramo que se dirigía del actual Principado de Asturias al, en aquella época, cenobio del Apóstol Santiago fue la primera de las rutas que siguieron los peregrinos jacobeos y, lógicamente, el origen histórico del Camino de Santiago. Desde el siglo IX hay constancia escrita de peregrinos que utilizaban ésta ruta, ya en el año 969 el Conde Osorio Gutiérrez testó a favor del benedictino monasterio de Vilanova de Lourenzá “para proveer a pobres y peregrinos”, lo que nos da una idea de la importancia del Camino del Norte hace ya mas de mil años.

Mientras que las tierras navarras y castellanas que debían atravesar los peregrinos provenientes de Europa se encontraban amenazadas por los musulmanes, el Camino de la Costa era, sin lugar a dudas, mucho más seguro. Un antiguo dicho popular reza en alusión al Camino “quien va a Santiago y no va al Salvador, visita al criado y olvida al Señor” en mención a los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela a venerar al Apóstol y no pasaban por Oviedo a reverenciar al Salvador, en referencia a Jesucristo.

A partir del siglo XIII el Camino Francés comenzó a despuntar como el más utilizado, cuando los peregrinos fueron desplazados hacia el sur por el avance de la Reconquista, la creación de poblaciones francas que habitaron las tierras reconquistadas con comerciantes y artesanos y el favor de los monarcas de la época con la creación de hospitales, albergues e infraestructuras. Pese a todo ello el Camino de la Costa continuó siendo recorrido tanto por los peregrinos que optaban por esta vía desde Irún, como por los que desembarcaban en los puertos vascos y cántabros provenientes de otros países europeos por vía marítima.

No obstante, con el declive general del Camino (allá por el siglo XV) la ruta de la Costa vio reducido el número de peregrinos en mayor proporción que en el interior, ya libre de musulmanes y con poblaciones e infraestructura suficiente.

Si nos ponemos a comparar, aún a sabiendas que todas las comparaciones son odiosas, el Camino de Santiago por la Costa o Camino Norte es mucho mas bello en cuanto a riqueza paisajística que el Camino Francés; verdes valles, praderas y bosques, hermosos acantilados, playas y bahías quedarán guardadas en nuestras retinas por muchos años. Monumentalmente encontraremos edificios de mayor antigüedad de los que se hallan en la ruta que atraviesa la meseta castellana, ya que la ocupación islámica impedía tales construcciones, además de encontrar monumentos del estilo prerrománico o pertenecientes al arte asturiano impensables al otro lado de los Picos de Europa. El clima también es mas contenido, no dándose temperaturas tan altas en verano ni tan bajas en invierno, aunque tendremos el inconveniente de la lluvia, mas habitual que en la ruta interior. Por otra parte encontraremos menos albergues y de menor capacidad que en la ruta interior, aunque también es cierto que no encontraremos las aglomeraciones que se dan, sobre todo en época estival, en el saturado Camino Francés.

El tramo inicial del Camino, al atravesar Gipuzkoa, se puede hacer duro ya que la desembocadura de los distintos ríos a su llegada al mar van rompiendo la continuidad de la costa, tónica general del Camino en donde continuamente se nos presentará la disyuntiva de cruzar las numerosas rías en barca o rodearlas a pie por tierra firme. Al llegar a Bizkaia la cosa cambia, recorriendo tranquilos valles. Llegados a Cantabria vuelven los altibajos de montañas, ríos y estrechos valles que, poco a poco, se irán suavizando en cuanto a altitud según avanzamos hacia el oeste. La situación es parecida en Asturias hasta llegar a Villaviciosa, en donde la presencia de los Picos de Europa se hace notar hasta el litoral. A lo largo del tramo por el litoral se dan la mano poblaciones marineras, agrícolas, urbanas y rurales en una rica simbiosis en cuanto a paisaje, costumbres, cultura, monumentos y edificaciones populares. Al llegar a Galicia dejamos el mar y vamos ascendiendo suavemente mientras nos adentramos en la Galicia rural cruzando ríos y atravesando bosques, valles y prados a cual más verde. Tampoco pasaremos por alto la gran cantidad de bosques de eucaliptos que atravesaremos y que nos ayudarán a limpiar nuestros pulmones. No encontraremos en esta ruta las grandes cadenas montañosas del “Camino Francés” (Pirineos, Montes de Oca, Montes de León y Cebreiro) pero el trazado del Camino de la Costa es un continuo tobogán de pequeñas subidas y bajadas.

 
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