A LA MUERTE DE MI MADRE


Helada estaba y rígida aquel día.
La sangre de su amor, se había parado.
Mi mar de angustias, a su cuerpo, atado,
Quiso darle el calor que no tenía.
Mi vida, con su muerte, parecía,
Como ella, también algo acabado,
Y el amor, del amor enamorado,
Cuanto mayor la pena, más crecía.
No tuve calma; no tuve consuelo;
Me dejó con la pena que llevaba;
Vivir para nosotros, fue su anhelo;
Gastarse con nosotros, deseaba,
Pero Dios quiso que emprendiera el vuelo
Y, cuando más feliz y más gozaba,
Como un angel dormido, se fue al cielo.