LOS DOS ESPERANTOS
El Doctor Zamenhoff, médico ruso de Varsovia, publicó en 1887 un sistema de lengua universal, bajo el seudónimo de “Doktoro Esperanto”, que pasó primero desapercibido y más tarde alcanzó gran voga gracias á un campeón entusiasta, el Marqués de Beaufront, fundador del periódico “L’Esperantiste” y de la Sociedad francesa para la propagación del Esperanto, á quien se debe principalmente su existencia y su extensión en Francia, que fue el Centro del movimiento. Mr. de Beaufront ha sido uno de los jefes que se pronunciaron por la reforma del Esperanto, iniciada y llevada á cabo por la Delegation pour l’adoption d’une langue internationale, formada por hombres de ciencia y lingüistas renombrados, y que cuenta con la adhesión de 310 sociedades de todos los países y con la aprobación de 1250 miembros de las Academias y Universidades.
Su Comité, reunido en 1907 en el College de France, de París, simplificó la gramática y la ortografía del Esperanto, regularizó la derivación de las palabras, enriqueció su mísero vocabulario y adoptó nuevos sufijos internacionales, convirtiéndole en una lengua mucho más fácil de aprender y más natural (1).
La reforma, conocida generalmente con el nombre de Ido, que quiere decir descendiente, ha obtenido desde el primer momento un éxito enorme; lo que el Esperanto tardó en alcanzar más de veinte años, lo ha conseguido en pocos meses; en la actualidad cuenta con doce ó catorce revistas y más de doscientos grupos ó sociedades y sus libros de texto han sido traducidos á casi todas las lenguas.
La conducta de los idistas con los zamenhofistas ó conservadores que no aceptaron ninguna reforma, será respetuosa, pues se trata al cabo y al fin de personas que luchan por la misma causa, y á los que debemos estar agradecidos por haber allanado el camino para facilitar nuestra marcha.
Si sintieron anhelos utópicos como la creación de un estado esperantista cerca de cierto Principado, con su bandera correspondiente (verde con estrella blanca), exponiéndose á las bromas de los profanos, hoy parecen cambiar de táctica, más sabiamente aconsejados, y les felicitamos por ello, como les felicitaremos el día que hagan menos
(1) Compárese la siguiente frase, Ido: Omna ta letri e postkarti montras quale nia linguo triumfas omnube. Esperanto: Chiuj tinj chi letroj kaj postkartoj montras kiel nia lingvo chie triumfas; todas estas cartas y postales prueban que nuestra lengua triunfa en todas partes.
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política personal y no atiendan á los que envenenan la acción y falsean la verdad por no transigir con los jefes de la reforma.
Seguros de nuestro triunfo, seguiremos los idistas hacia la nueva tierra de promisión, serena y tercamente, sin impaciencias, cual corresponde á hombres de reflexión y análisis y sin olvidar jamás que el Doctor Zamenhoff fue un gran hombre y un gran corazón.
¿Es necesaria una lengua artificial?
Cuantas veces se ha planteado este problema hemos podido observar que, hasta personas de excepcional cultura, se han mostrado excépticas é indiferentes cuando no han subrayado con una sonrisa su superioridad sobre los humildes seres que se ocupan de cosas tan baladíes e insustanciales.
Ciertamente que, para la vida vulgar y prosaica de algunos espíritus rutinarios, tal asunto es de los que se consideran como absurdos, ridículos ó utópicos. Lo que no se concibe es que el profesional, el hombre de ciencia, el político, el comerciante, con raras excepciones, juzguen tal cosa como innecesaria y ajena á su cuotidiana preocupación.
Y, á pesar de nuestro desdén, la diversidad de idiomas y las continuas manifestaciones del progreso hacen que, de vez en cuando, tengamos que ocuparnos de este asunto trascendentalísimo para las generaciones presentes y futuras.
No, no es posible sustraerse á ello; la necesidad constante de extender nuestro radio de acción y de relacionarnos con hombres de otros países que hablan lenguas diferentes á la nuestra; la posibilidad de que, inesperadamente, el automóvil, el ferrocarril, el aeroplano, nos coloquen frente á otras personas con las que tengamos absoluta precisión de entendernos, nos obligan á pensar seriamente en una lengua común, á la vez fácil y lógica, armoniosa y clara, susceptible de ser dominada por todas las inteligencias.
Alguien ha pretendido que para esto bastaba la adopción de una lengua natural, de una lengua viva; abogando unos por el francés, otros por el inglés, algunos por el español, cada cual según sus gustos ó aficiones. Pero esta misma elección ó preferencia da idea de la imposibilidad de llegar á un acuerdo. Todas las naciones querrían que su lengua
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