Ramsés
II, apodado El Grande, es uno de los faraones más grandes de todo el
Imperio Nuevo y de toda la historia de Egipto. Pero, el rey más enérgico
y poderoso de toda la Antigüedad, no se hizo construir la morada de
eternidad más grande del Valle. Fue catalogada como la Kv 7
desvalijada en la edad faraónica y muy probablemente todo su ajuar
funerario, que debió ser de ensueño, fue también robado. Se llenó
de escombros, por lo que su acceso ha sido difícil. Durante las
excavaciones realizadas entre 1913 y 1914, Harry Burton consiguió
penetrar en aquella mole de piedras y cascajos hasta introducirse en
el corazón del último lugar de reposo del soberano. Lo que es
sorprendente es que aún no haya sido excavada en serio, aunque muchos
arqueólogos opinan que la empresa sería costosa y dura.
Según
se había entrado, se descendía por un corredor que corresponde a los
cuatro pasos del dios. Luego se accedía a una sala donde el Faraón
se encontraba en presencia de las divinidades, y donde se celebraban
algunos ritos sobre la momia. A continuación, la sala donde se
depositaron los carros reales. Allí, el Ka de Ramsés los utilizaría
para combatir a los enemigos de las Dos Tierras en el Más Allá.
Un nuevo corredor mostraban las escenas del rito de la
Apertura de la
Boca y de los Ojos. Más adelante, la Sala de Maat, donde Ramsés era
conocido como justificado ante el Tribunal de Osiris. Cambiando su
eje, el camino nos lleva a una estrecha puerta que daba acceso a
la Sala del Oro. Un lugar con ocho columnas que daba a varias
estancias pequeñas, entre ellas "Lugar de plenitud de las
divinidades" y la "Sala de los que responden". En
el eje de la Morada del Oro se hallaba el magnífico sarcófago de
Ramsés II. Tenemos constancia de que el faraón hizo esculpir en las
paredes los pasajes de todos los
libros funerarios. Era como una gran
concentración teológica con la fuerza suficiente como para
garantizar el eterno resurgir de Ramsés.
Su momia fue trasladada a la morada de eternidad de su padre
Seti I en
el año vigésimo quinto del reinado de
Ramsés XI, por el sacerdote
Herihor. Cuando el peligro amenazó a Seti y a su hijo,
emprendieron juntos un viaje, esta vez bajo la protección de Pinedyem.
Sin duda, el
escondrijo de Deir el-Bahari fue una sabia decisión,
puesto que allí aguardó la llegada de tiempos mejores.
En 1976, Ramsés II abandona Egipto, por primera vez en más de tres
mil años. Esta vez no viajaría al país de
Kush, ni siquiera al país
del Hatti. Francia era su destino, pues unas criptógamas amenazaban
con destruir la eterna salud del rey. Una vez curado, se constató
que, debido a su muerte en la vejez avanzada, había sufrido
espondilartrosis, arteriosclerosis, y sus piezas dentales le habían
provocado graves dolores. Pese a todo, hoy podemos comprobar que el
rostro de Ramsés II conserva toda la autoridad de un Faraón. Vemos
el rostro de un hombre que supo con certeza quien era y cuales eran
sus deberes. El reinado de Ramsés II puede resumirse en dos palabras:
Grandioso y próspero.
La
morada de Ramsés II tiene una longitud de 100 metros. La anchura del
corredor es de 2,62 metros. La altura del corredor es de 2,62 metros.
La altura de las puertas es de 1,99 y 2,10 metros.