Arqueo Aegyptos

Grandes Nombres Del Antiguo Egipto

Jean Philippe Lauer

El Inspector De Los Trabajos De Imhotep


 
 

Texto por Amenofhis III

 

Jean Philippe Lauer fue un hombre cuyo destino, Egipto, lo absorbió de tal forma que pasó en Saqqara más de la mitad de su vida, restaurando el Complejo Funerario del faraón Djeser Neterijet

Nacido en París en el año 1902, Lauer pide su ingreso en la Academia de Bellas Artes en 1918, y en el año 1920 ingresa en ella. Sin embargo, su camino sería otro muy distinto, pues tras recibir una carta de un primo suyo, Jacq Ardie, acude a una entrevista con Pierre Lacau; con el cual tiene un maravilloso primer contacto. Lacau necesitaba a un joven arquitecto para sus excavaciones en Saqqara, y así viaja a Egipto con un contrato de ocho meses. Finalmente, su trabajo se prolongaría durante más de siete décadas.

Su llegada a Saqqara fue impactante para él. No tenía ni idea de egiptología, pero el Complejo Funerario de Djeser le abrió un mundo de magia y fantasía, cuyo principal artífice y maestro de ceremonias era Imhotep. En un primer momento, se pone a las órdenes del arqueólogo Cecil Firth, que acababa de sacar a la luz la columnata central. En aquellos días, todo el recinto funerario era un caos. Por todas partes se veían fragmentos de columnas, y así Lauer comenzó a reconstruir las piezas de aquel descomunal puzzle, al tiempo que la Casa del Norte volvía a salir a la luz.

En poco tiempo, Lauer se convirtió en un punto de apoyo para Firth. Durante cinco años, trabajaron codo con codo y descubrieron los rincones más secretos del recinto de Djeser. Se internaron en el interior de la Pirámide Escalonada, y Lauer fue el primero en introducirse el la llamada "Morada Sur", porque el agujero practicado en la puerta original, que estaba taponada de escombros, era tan estrecho que Firth con su ancha constitución no cabía por él. Lauer fue el primero en más de cinco mil años en observar nuevamente los vivos colores y los relieves que esta cámara contiene. En uno de los viajes que Cecil hizo a la ciudad de Alejandría, cogió un resfriado pulmonar que lo dejaría sin fuerzas. Lo embarcaron en un buque con destino a Londres, pero moriría de camino.

La ciudad que Imhotep había erigido para su rey, casi cinco mil años atrás, comenzaba nuevamente a mostrar su poderío y esplendor. La muralla que rodeaba el recinto fue reconstruyéndose poco a poco. Lauer volvió a calcular las medidas originales y la levantó nuevamente, al menos parte de ella. Un buen tramo de muro se halló en perfecto estado de conservación, gracias a la protección que le otorgaron las mastabas adyacentes y los escombros que se acumularon al otro lado con el paso de los siglos. En las tareas de desescombro, los obreros de Lauer eran sobre todo muchachos. No se trataba de un servicio gratuito, y mucho menos tiránico, sino que en aquellos días, el trabajo de estos niños era un juego en el cual incluso los adultos más serios se veían inmersos. Eran días en los que en Egipto escaseaban las escuelas, y las excavaciones de Egipto se habían convertido en unas improvisadas clases de Historia Nacional.

Al estallar la II Guerra Mundial Lauer hizo lo que otros, como Howard Carter, marcharse de Egipto y acudir a su país de origen para unirse en el conflicto. Esto supuso un paréntesis en su trabajo en Saqqara. Su regreso fue gracias a un encargo. Se reunió con el Ministro egipcio, el cual le manifestó el entusiasmo que todo el gobierno tenía en que se incorporase nuevamente a las excavaciones. Lauer había perdido su condición de funcionario del gobierno egipcio, porque ahora era  Inspector de Investigaciones del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de París. Sin embargo, esto no supuso ningún problema. Lauer regresó a su amada Saqqara, la región que tan solo mora el eterno dios Soqqaris.

Hacia 1932, las columnatas del patio de Djeser volvían a estar erigidas con su antiguo esplendor. El muro de las cobras volvió a resplandecer bajo los rayos del sol. En cualquier momento, de cualquier año, Lauer se lamentaba de que "todavía queda demasiado por hacer, y no tendré suficiente tiempo". En sus últimos años de vida, y casi centenario, Jean Philippe Lauer dedicó más de diez horas diarias a Saqqara y a la Pirámide Escalonada. Además de ser un hombre extraordinario y de un vigor envidiable, Lauer fue un hombre tocado por la mano de Amón y los brazos de Ra: vivió en primera fila el renacer de Tutankhamón, asistió al descubrimiento de las moradas para la eternidad de los reyes de Tanis, contempló el traslado del Santuario de Abú Simbel, el descubrimiento del pueblo de los constructores de las pirámides, el descubrimiento de las momias de Bahariya... y todo esto sin conocer en profundidad la historia de Egipto y teniendo unos conceptos básicos de comprensión jeroglífica. Su libro "El Misterio de las pirámides", que vio la luz en el año 1974, es toda una caja de sorpresas que intenta resolver ó al menos dar una idea de  muchos de los interrogantes que rodean a las pirámides del Antiguo Egipto. Lauer apoyaba la teoría de las rampas como solución al método de levantar la pirámide.

El currículum de Lauer es más extenso que el de muchos académicos titulados que tienen su despacho decorado con diplomas de las más prestigiosas universidades. El arqueólogo Alemán Rainer Stadelmann definió perfectamente a Lauer describiéndolo como "Maestro de Pirámides".

Jean Philippe Lauer fallece  en  el año 2001,  y con su desaparición el Complejo Funerario de Djeser parece haber perdido su pilar fundamental, pero lo cierto es que ahora, el Ka de Djeser y el Ka de Lauer se alimentan de las mismas ofrendas, atraviesan las mismas puertas falsas y cada noche,  inician ese recorrido mágico que comienza en el interior de la Pirámide Escalonada y continúa más allá de las estrellas conocidas... por toda la eternidad...

"Un millar panes, un millar jarras de cerveza, un millar de pedazos de carne, un millar de aves, un millar de floreros de alabastro, un millar de paños, un millar de floreros de caliza,  un millar de jarras de aceite y un millar de cosas buenas de un millar de días. Una ofrenda presento ante tu Ka, oh Osiris ... Justificado, Inspector de los trabajos del rey. un millar de panes, un millar de jarras de cerveza, un millar de cabezas de ganado, un millar de de gansos, un millar de todas las cosas buenas y puras en las que un dios se complace".

 

 

 
 

© 2005, Amenhotep III (Luis Gonzalez Gonzalez) Amenofhis_29@hotmail.com