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A lo largo del presente ensayo se harán uso de conceptos ya explotados en otros artículos que podrían, en principio, sonar extrañas o ajenas a los lectores, se usa la palabra “mundo”, “Uno”, “Dasein”, “vida fáctica”, y otros conceptos, en un sentido heideggeriano y se construyen los siguientes pensamientos en torno a una perspectiva de la filosofía contemporánea, especialmente influenciada por Nietzsche y Heidegger. Si se tiene el interés, y la bendita paciencia, se pueden leer los siguientes ensayos donde se clarifican gran parte de estos términos, así como de muchos conceptos netamente thelémicos (como Nuit, Hadit, Ra-Hoor-Khuit, “verdadera voluntad”, etc.): sobre léxico heideggeriano recomiendo: “Heidegger y Lucifer” , para la perspectiva de la filosofía contemporánea en torno a la cuestión del lenguaje y la Voluntad (extraídos de una interpretación personal principalmente de Nietzsche y Heidegger) puede leerse: Logos y Thelema , y sobre conceptos, dioses, mitología y cosmología thelémica recomiendo: Introducción a la mitología Thelémica
Geburah es la Sephirah de la “severidad”. Dado que este es un ensayo filosófico, aunque verse sobre meditaciones personales, vale la pena aclarar, en lo que humanamente cabe, qué es “Sephirah”, es una palabra hebrea que se traduce como “esfera”, es parte del árbol de la vida (que es, en el ocultismo occidental, la estructura del cosmos, en el sentido de la palabra inglesa “framework”). No se debe tomar al Árbol de la Vida, mucho menos cuando hablamos estrictamente de filosofía, como un “ente” que exista en el cosmos, en algún punto del espacio y del tiempo, sino que el cosmos, o sea, el conjunto de objetos, se estructura en base al Árbol de la Vida.
Aleister Crowley ofrece, en su Liber ABA (Magick, Book 4), una explicación sensata del asunto, propone el ejemplo de un gabinete de oficina, el mueble con distintos cajones, cada uno de ellos con una letra distinta, en el cual se insertan archivos que correspondan a cada letra. El árbol de la Vida es como ese mueble, el cual se encuentra en el “alma” (si a alguien le produce malestar esta palabra, cámbiela por “mente”, “espíritu” u otro término semejante), en el cual la persona (por no decir, “el mago” pues eso puede traer equívocos supersticiosos) va archivando cada experiencia de su vida.
Frater Perdurabo es poderosamente claro al afirmar que no es un peso extra a la memoria, como si tuviésemos los recuerdos de nuestras experiencias, y a parte un conjunto extra de memorias en el cual vamos archivando cada experiencia (no solo del contacto con objetos y cómo lo interpretamos, sino de emociones y demás eventos de nuestro “mundo interior”), sino que bien aplicado el conocimiento de la cábala, se ordena a la memoria y se aligera su peso. Esto es vital pues con el paso de los años sentimos que la memoria, cual camello, se va haciendo cada vez más torpe por tanto peso que trae encima y en cada paso va perdiendo un que otro recuerdo (podremos recordar algo de la infancia pero no lo que desayunamos por ejemplo, o al revés, almacenamos el recuerdo de nuestro desayuno pero quitamos el de algún desayuno en la infancia). El objetivo de la cábala no es el tener un conjunto de datos que memorizamos cual examen de preparatoria, de cuando había que memorizar docenas de palabras o compuestos químicos para cada examen bimestral, sino el contrario, contar con un sistema que vaya archivando esos recuerdos de la misma manera en que el oficinista, en vez de memorizar cada archivo, simplemente lo guarda en el cajón de su letra correspondiente para cuando lo necesite.
De esta manera el adecuado conocimiento del Árbol de la Vida (y sus diez sephirot, en realidad once, pero de esto saben los que tienen conocimiento) hace las veces de archivador, de manera que al momento de tener una experiencia lo archivamos en su sephirah correspondiente. Por ejemplo, si chocamos el auto y nos enojamos con el otro recriminándole su falta de atención, comenzando así el largo y tortuoso, pero típico, proceso de insultarnos, después llamar a las aseguradores y dejar que se insulten entre ellos para al finar no llegar a nada en específico, iremos archivando cada experiencia en una sephirah diferente, una emoción de conflicto o de “poner orden” lo asimilaremos a Geburah, a perdonar al otro y dar por concluido el asunto lo pondremos en “Chesed”, en fin, vamos organizando nuestra existencia.
Es importante destacar nuevamente el carácter ontológico del árbol de la vida, no es un árbol situado en alguna parte como decimos que el limonero está situado en mi jardín, ni es un enorme monumento que flota solitario en el espacio, ni está plantado en “el cielo” (sea lo que sea que quiera decir esa expresión cristiana), sino que es un sistema de referencia que el individuo usa para ir archivando cada experiencia de su vida. La palabra “esfera” (la traducción directa del hebreo) no debe entenderse como una especie de burbuja que exista en una realidad alterna, en un Universo superior que está “por encima” del nuestro, sino que es más sencillo comprenderlo, sobre todo hablando de filosofía, bajo su traducción inmediata a “esfera” en el mismo sentido que cuando decimos “los trámites caen en la esfera de la burocracia”, o bien “los regimientos y marchas caen en la esfera de lo militar”. Es entendible la dificultad del Hombre moderno y civilizado a acostumbrarse a los diez (once) sephirot y al sistema de archivar sus experiencias, después de todo el sujeto común ni habla hebreo ni estudia cosas semejantes a las aquí expuestas.
En esta ocasión en particular no profundizaremos en todo el árbol de la Vida, ni siquiera en un resumen de cada sephirah, y mucho menos de los 22 caminos entre una sephirah y otra (los 22 arcanos del tarot). En el presente ensayo habré de exponer mis meditaciones personales en torno a la sephirah Geburah desde un punto de vista netamente filosófico, haciendo el nexo o “puente” entre el lenguaje clásico del ocultismo o de la Thelema, con el lenguaje común del filósofo o de la persona más o menos culta (la diferencia entre ocultismo y filosofía es netamente lingüística, esta verdad se aplica sobre todo para el pensamiento de Crowley en quien es particularmente obvio al leer sus obras en torno a la magia y la cábala o tarot).
Geburah simboliza “severidad”. Utilizo la palabra “simboliza” en el más puro sentido del término, no deseo indicar o presuponer una metafísica, como ya he explicado en los párrafos anteriores, sino que me refiero más al sentido en que un oficinista diría “la letra “A” en mi archivero, o index, simboliza todos los archivos que comiencen con la letra “A”, como “Agosto”, “Arnaldo”, “Ambrosía”, etc.”. Por “Severidad” no debe entenderse tampoco un testarudo sentimiento de terquedad malintencionada, como el maestro que es exageradamente difícil y pesado con un alumno, sino que ha de entenderse más en el sentido de “rector”, su Sephirah adjunta a su derecha es la de “Chesed” que simboliza “misericordia”, la misericordia tal cual es la anarquía, pues si perdonamos todo y todas las actitudes perdonaríamos al asesino por asesinar y a nosotros mismos por perdernos en vicios y malas actitudes, en cambio cuado Geburah y Chesed obran juntas se da un sentido o dirección a la misericordia, la misericordia es, por ponerlo en palabras sencillas (aunque se caiga en el peligro del simplismo) la predisposición o actitud, mientras que la Severidad es la aplicación de esa actitud. Por ejemplo, hasta el más misericordioso de los santos católicos, San Francisco de Asís, era severo con el pecado o con sus fallas, si bebía en exceso se autorecriminaba por perder el control y no lo volvía a hacer, perdonaba y era misericordioso (o sea, no se obsesionaba) pero a la vez perdonaba para que no vuelva a ocurrir, o exigía al menos el cargo de conciencia o arrepentimiento.
Lo dicho hasta aquí, quizás demasiado sencillo, quizás hasta un poco ignorante, cabría para todo sistema cabalístico, pero mis meditaciones han tendido más hacia el asunto de la Thelema, en torno a la pregunta ¿cuál es la función de Geburah en la Thelema, particularmente en su aspecto práctico? Para ello es necesario formular, siquiera a modo de introducción y con licencias literarias y poéticas, una metáfora introductoria al núcleo de la Thelema.
La Gran Bestia era, además de un estudioso culto y profundo, una persona sensible y con extraordinario sentido común, y supo cómo exponer cuestiones profundas de manera sencilla (habilidad que no poseo, y prueba de ello son innumerables artículos de largas páginas para exponer o explicar mi perspectiva personal en torno a uno o dos conceptos). Para cualquier lector de Crowley resultará obvio que éste era muy propenso a hacer metáforas haciendo uso de la astronomía, la idea de que Hadit es “el núcleo de cada estrella” como leemos en el Liber Legis, al igual que Nuit es la señora del cielo estrellado, etc., y considerando el espíritu de la Thelema me aventuro a resumir este profundo sistema de pensamiento y acción con la misma actitud “astrológica” (si se me permite la licencia poética).
La Thelema propone una “visión cósmica” donde se puede reconfigurar al sistema solar a Voluntad. Este enunciado al principio podrá sonar discordante y vacío, por lo que valdría la pena extenderse un poco más en este punto fundamental de la Thelema: La cultura tradicional, desde Sócrates hasta Hegel (se incluye obviamente al judeo-cristianismo, su moral y cosmovisión), propone que el individuo nace en un mundo que se estructura a partir de sentidos ya dados e inmutables, que tales sentidos son explorados por el filósofo o científico en busca de normas universales y necesarias, en pocas palabras, que existe el Ser y existen los entes que dependen ontológicamente del Ser (al cual se le ha llamado “Dios”, “espíritu”, y de diversas maneras), siendo así llegamos al mundo ya hecho y construido y solo falta estudiarlo, qué es el ser, cuál es la naturaleza de los entes, cuál es la esencia de cada ente y asunto concluido. La gran revolución filosófica, cuyo germen se encuentra en Nietzsche y que se explota plenamente en Heidegger, es que cuando hablamos del “ser”, lo que en realidad hacemos es preguntarnos por el sentido del Ser, y “sentido” implica siempre un alguien que interpreta. Para resumir esto brevemente, “sentido” implica “interpretación”, “interpretación” implica “hermenéutica”, y “hermenéutica” implica un sujeto en un contexto histórico que agrupa el pasado, lo que sucedió y cómo interpretó el sujeto lo que ya ocurrió, lo que ocurre ahora, y lo que espera o cree que podría pasar a futuro, es decir, que el sujeto, el Dasein es pasado, presente y futuro a la vez, Dasein es Tiempo). Antes que cualquier otra cosa el sujeto interpreta, el ser del Hombre es hermenéutica (si no se sabe qué es eso, favor de buscarlo en un diccionario), por ende no podemos hablar de “el Ser” como teniendo el señorío por sobre el Universo, como si existiese tan solo esa perspectiva y ninguna otra. Antes bien cada individuo tiene su perspectiva y cada uno interpreta al Ser según su contexto y posición, es como la teoría de la relatividad general aplicada a la ontología.
Esto genera el fin de una visión “heliocéntrica”, es decir, que hay un Sol (el Ser) que ilumina los planetas y las cosas de una determinada manera y que “la Verdad” solo puede encontrarse desde la perspectiva del Sol. Así se entiende la profundidad de las palabras “Cada Hombre y Cada Mujer es una estrella” del Libro de la Ley. El giro en la filosofía es pasar de esta visión heliocéntrica donde existe un único sol, a decir que cada persona es un sol que ilumina a los entes (“iluminar a los entes” quiere decir darles luz, o sea, darles un sentido particular, pues la luz delimita las formas, en la absoluta penumbra no vemos donde empieza y donde acaba un mueble y por eso nos golpeamos al caminar). Quien conoce de cuestiones del zodiaco podría decir que es el paso de la era de piscis a la era de acuario.
Crowley añadiría (pienso yo) que, si bien esto es cierto a un nivel ontológico, o mejor dicho fenomenológico, el sujeto no toma conciencia de ello, vive su vida ordinaria aún estando en el modelo heliocéntrico, aún si se dice ateo y reniega de cualquier discusión sobre el Ser vive su vida como si hubiese un Sol, ajeno a él (o sea, a su voluntad) sea “la sociedad”, la moral que le hayan enseñado o lo que sea.
La Thelema invita a una “visión cósmica”, es decir, a darnos cuenta de nuestro “estatuto ontológico” o realidad fenomenológica. Incluso Heidegger se da cuenta que si bien sus argumentos, o sus descripciones, demostraban lo dicho el sujeto cotidiano no tomaba conciencia de ello, de modo que comienza a hablar de la “existencia auténtica” que es cuando el sujeto sí toma conciencia de ello.
El “mundo”, o sea, el entramado de relaciones de significación, lo que infinitas voluntades han interpretado a lo largo del espacio y tiempo (ver artículos recomendados para mayor clarificación), no es algo ya dado y que no pueda cambiarse, sino que lo que las cosas son, son interpretaciones, no hay eventos tal cual, sino interpretaciones del evento. Nuestro mundo, lo que nosotros interpretamos de lo que percibimos por los sentidos, o de nuestras emociones, es nuestra creación, y siendo así es lógico que podemos cambiar el sistema solar (el orden de los planetas) a voluntad, pues por nuestra propia voluntad hemos delegado el poder a los demás, al “Uno”, o a la “moral de la sociedad” o al término que se desee poner, y por ende por nuestra propia voluntad podemos retomar las riendas de nuestra existencia.
Nuit simboliza el Universo (me remito a mi artículo sobre mi interpretación de la cosmología thelémica anteriormente expuesto), pero si bien Hadit es el núcleo de la estrella (del Sol), y es el centro de gravedad de todo el sistema estelar (como el sol ejercer fuerza de gravedad por sobre los demás planetas manteniéndolos en su órbita), o sea, como “nos creamos el mundo según lo que interpretamos de él”, es importante darnos cuenta que está “dormido”, “latente”, es una serpiente, pero enroscada, es necesario que levante la cabeza. Esto quiere decir que algo más ha tomado el lugar del Sol, como ya había explicado antes, debemos primero darnos cuenta de qué ha sido lo que tomó lugar del trono del reino de nuestra existencia, para que despierte Hadit (al amanecer, al Dorado Amanecer, y más obvio no pude ser para los que saben, ni más oscuro para los que ignoran), retome su lugar en el cosmos y se una a Hadit. Es más sencillo aún si lo vemos desde la siguiente perspectiva, si Hadit es el núcleo de la estrella, y cada estrella está en Nuit, en el cielo estrellado están las estrellas y el cielo estrellado está en ellas, Hadit en Nuit y Nuit en Hadit, este es el simbolismo de la frase que resume a la Gran Obra “Solve et Coagula”, la disolución en el infinito y el infinito manifiesto en un punto en particular.
Recomiendo ampliamente leer mi ensayo sobre la cosmología thelémica, pero expondré un breve resumen, para comprender a Geburah. Nuit son las infinitas posibilidades del futuro y del pasado, Hadit es el presente, es el punto o centro. Esto quiere decir lo siguiente: Nuit son las infinitas posibilidades del pasado, es decir, las infinitas maneras en que podemos interpretar, “asimilar”, las experiencias que nos han ocurrido o la Historia y contexto de donde estamos, y a la vez las infinitas posibilidades a futuro, todas las variables dispuestas para lo que podrá pasar mañana, en nuestra vida cotidiana, en el contexto histórico en el que nos desenvolvemos, etc. Hadit es el punto o centro en cuanto que, al ser el núcleo de cada estrella, es el presente, es lo que ocurre ahora y aquí, por eso el tomar conciencia de Hadit es tan difícil, pues el presente se diluye en el pasado y se abre al futuro.
Lo que soy en este instante no lo volveré a ser, pues lo que soy ahora es, en gran parte, lo que he interpretado de mis experiencias pasadas (esto abarca no solo mi infancia, sino lo que entendí o asimilé de lo que he leído, visto por televisión, estudiado, platicado, etc.), pero a la vez me compone en gran parte las expectativas que tengo a futuro, estoy “abierto al futuro” quiere decir no sólo que espero (o sea, que tengo “esperanzas”) que ocurra algo con mi existencia y en mi mundo personal, sino lo que podría pasar en el contexto en el cual me desenvuelvo (contexto histórico, el lugar en el que vivo, la escuela a la que atiendo, mi familia, mis amigos, mis estudios, mis escritos, etc,). Por ende, aquello que soy ahora es en gran parte pasado y en gran parte futuro, pero eso no quita el hecho de que exista un presente, soy (esto es, existo, no dejé de existir ni empezaré a existir más tarde, sino que en este instante, y en todos, soy), pero como gran parte de mi personalidad, fuerza de voluntad, intelecto, etc., se formó del pasado y del porvenir, la adquisición del presente es, además de necesario, extraordinariamente difícil de conseguir. En filosofía le podríamos llamar “fenomenología hermenéutica de mi ahora”, en ocultismo cabalístico diríamos “aplicar a Geburah en nuestro mundo interior”.
Es claro entonces que la unión entre Nuit, las infinitas posibilidades de existencia, pasado y porvenir, y Hadit, el presente, el núcleo de la estrella, es una boda alquímica del que se concibe a un Niño, este Niño es Ra-Hoor-Khuit. El misterio de la Trinidad thelémica.
Se requiere de la conciencia de Geburah para reconocer (o sea, para conocer y “hacer mío” o asimilar) al pasado, pero más importante y a la vez para apropiarse del presente, es una conciencia del dónde estoy, qué estoy haciendo, qué circunstancias inmediatas y mediatas me rodean, etc.
Dado que éste es el núcleo de mis meditaciones en torno a Geburah, vale la pena ahondar más en el párrafo. Vivimos ordinariamente en todas partes menos en el presente, nuestra mente se encuentra en el cómo estamos conduciendo, a dónde vamos a llegar y qué haremos ahí, en nuestros seres queridos, en cuánto los queremos y qué nos gustaría experimentar con ellos, en qué nos ha pasado en las horas pasadas, en cómo pudimos haber cambiado nuestro pasado y nuestras decisiones, en fin, en todas partes menos en el aquí y en el ahora.
Para ejemplificar, y ahondar en las “circunstancias inmediatas y mediatas”, en este instante estoy sentado en una posición en particular que implica que mis huesos, que constituyen un sistema altamente complejo, se encuentran dispuestos de una manera tal que estoy en una silla de manera italiana con un pie cruzado sobre el otro, más o menos erguido (como jorobado), con mis codos apoyados en la silla; en una habitación con X número de cosas, cada una de las cuales posee unas cualidades al tacto, vista y olfato particulares; habitación que forma parte de una casa de X dimensiones que tiene Y número de cuartos, cada uno habitado por Z número de objetos cada uno de los cuales tiene sus cualidades físicas y emotivas (o sea, como me “siento” frente a ellas, qué me revelan o qué me producen en el interior); la casa se sitúa en ciertas coordenadas en un cierta ciudad de cierto país de cierto número de habitantes, etc.
Estas no son sino las circunstancias inmediatas, entre las cuales me faltó decir por supuesto aquellas relativas al tiempo y al movimiento, quiénes más están en mi casa, en qué posiciones se encuentras dispuestos, qué hacen, qué desean y cómo manifiestan sus deseos; qué hora es, qué velocidad del viento hay en el exterior, qué tanto se mueven las hojas de los árboles, cuál es su textura; a qué velocidad late el corazón de mi gata “Selina” que está tirada en un sillón en una posición particular, en fin, infinitas circunstancias, posiciones, cualidades, músculos tensionados, deseos manifiestos o sin manifestar. También es recomendable enunciar las fuerzas físicas que nos mantienen en la posición en la que estamos, la gravedad, rotación de la Tierra, los campos electromagnéticos, las energías nucleares que mantienen a los átomos en su lugar, las proteínas, carbohidratos y demás elementos químicos en el cuerpo que me permiten estar despierto y conciente, en fin, todas esas fuerzas que influyen en el aquí y ahora.
Las circunstancias mediatas son aquellas que sirven de “puente” entre el pasado, el presente y el futuro, este “puente” es la causalidad, por ejemplo, estoy sentado ahora en esta posición, es decir, mis músculos, huesos y órganos (mientras más se profundice en esta conciencia del presente, mejor), se encuentran dispuestos de tal manera porque sucedió algo en el pasado (sea hace una hora o veinte años) que me trajo hasta aquí, las decisiones que tomé durante el día, el día anterior, y así hasta la infancia, las decisiones de mis padres y sus circunstancias, etc., etc., y a la vez, el porqué escribo esto porque espero tal o cual cosa a futuro, o porque vivimos por tal o cual razón (que es siempre a futuro, a lo que aún no se cumple). Tomar conciencia del presente, es decir, apropiarnos del momento presente, del aquí y del ahora, es también, en cierto nivel, y hasta cierto sentido, hacer propio, asimilar lo que nos trajo hasta este punto, esta encrucijada en el tiempo y espacio, o sea, el pasado y el futuro.
Lo importante a destacar en este ejemplo es que este ejercicio no se lleva a cabo en cada momento, aún si vivimos en cada momento (o sea, para ponerlo más claro, existo aún si cierro los ojos, no dejo de existir ahora y volveré a existir en el futuro, ni existo en el pasado), no tenemos casi nunca una conciencia de cada momento. También es importante destacar la infinitud del aquí y ahora, pues al escuchar la expresión “aquí y ahora” nos suena a los conceptos como “finito”, “limitado” o “delimitado”, pero es cuestión de perspectiva (reincido en la idea de la física de la relatividad aplicada a la existencia cotidiana), pues siendo Hadit el núcleo, el centro o punto, como “átomo”, cuando miramos el mundo (y por favor, cuando hablo de “mundo” me refiero a su sentido heideggeriano, no a la mera colección de entes ya dispuestos o manifiestos) desde la perspectiva de un átomo hasta el objeto más pequeño y mundano, como puede ser una silla, una mesa o una taza de café, nos parece enorme e infinitamente más grande, cuando describimos, o sea asimilamos, el momento presente en realidad estamos enumerando infinidad de circunstancias en espacio y tiempo. Esto es semejante a como cuando leemos sobre astronomía o nos maravillamos frente al cosmos, somos tan pequeños en relación al macrocosmos que parece que somos del tamaño de un átomo. Así Hadit, es un átomo, pero como el átomo, su poder o fuerza es atómica.
Este ejercicio de apropiarnos del momento presente debería realizarse diariamente, pero no quedarse como una mera práctica rutinaria, como cepillarnos los dientes o servirnos una taza de café caliente, sino que se debería de hacer constantemente. Aquí se destaca el tema de la “atención”, la atención es el esfuerzo de la conciencia sobre alguna cosa, cuando prestamos atención a una clase o a un libro, o a una charla o a lo que sea, nuestra conciencia ejerce su fuerza, su esfuerzo, sobre esta cosa, y como es natural, después de cierto tiempo se cansa y perdemos el hilo de la clase o pasamos a prestarle atención a otra cosa. ¿Cómo entonces podemos tener la suficiente fuerza mental como para prestar atención a las infinitas circunstancias presentes, mediatas o inmediatas, que componen lo que denominamos “presente”?, ¿es que tal fuerza no sería comparable con la fuerza de millones de bombas atómicas? Es cierto, sería comparable con millones de bombas de hidrógeno estallando a la vez, pero el Sol no es sino explosiones atómicas, y qué poderoso es el Sol, el Libro de la Ley nos ha revelado esta gran verdad, que todos somos una estrella, que poseemos en nuestro interior la misma fuerza que millones de bombas atómicas estallando al unísono. Es el cómo usar esa energía cuando el asunto se hace complejo.
La atención constante que se necesita tan solo es posible si comprendemos el significado profundo del arcano del Mago. Un libro que, como nota personal, recomiendo ampliamente, se llama “Meditations on the Tarot” de autor desconocido (aunque fue escrito en la década de los 60’s), que si aún si el autor es cristiano y toma una perspectiva católica es de gran profundidad y utilidad para cualquiera, cristiano o no, que desee recorrer los caminos del espíritu. En este arcano en particular expone un tema profundo y fascinante, bajo la expresión, aparentemente sencilla, de “hacer del trabajo un juego”. Esto quiere decir un poner atención sin esfuerzo, como si fuese tan cotidiano o normal como ponernos los pantalones por las mañanas, nadie pone gran atención y esfuerzo mental a lo que es rutinario, estas acciones no se hacen pesadas para el individuo pues éste las cumple casi mecánicamente. Lo que busca el arcano del Mago es extender el campo de lo que se hace sin complicaciones, o dicho de otro modo “de forma sencilla” (aunque el proceso en sí sea difícil o complejo, como al ponernos los pantalones interviene gran cantidad de músculos, el centro de gravedad, el peso del cuerpo e infinitas circunstancias) a todos los asuntos humanos, en particular a la adquisición del momento presente.
Una manera práctica para cualquier interesado en este asunto es el de meditar, al principio una o dos veces al día, en algún momento de calma, sobre el momento presente, repasar mentalmente, mientras se coloca en su “Asana” (en alguna posición cómoda en la que pueda estar por largos períodos de tiempo sin que su mente se abarrote con ideas y formulaciones de la incomodidad de su cuerpo), eliminando de la mente todos los pensamientos (práctica que, en sí misma, requiere de gran dedicación antes de cualquier otra práctica), y una vez que el cuerpo y mente se encuentran en paz puede proceder a, no sólo describir mentalmente, a la manera de crónica o listado, su momento presente y sus circunstancias, sino a “sentirlas” lo más posible, o imaginar (o recordar) la textura de cada cosa, su olor, su forma, color y dimensiones, etc. Ésta adquisición debe incluir tantos más objetos o circunstancias (si se presta atención a Heidegger y a la filosofía expuesta en los ensayos previamente citados se encontrará que no hay “objeto puro” solo circunstancia, es decir, solo lo que interpretamos de lo que nos “sale al encuentro”, con lo que nos topamos), como sea posible. Una vez que tales meditaciones se puedan prolongar por períodos de tiempo que, comúnmente, no se podría (de por si mantener una sola posición y la mente en paz por grandes períodos ya es un logro considerable), entonces se debe proseguir a hacer estas meditaciones un mayor número de veces durante el día.
El objetivo final es, por supuesto, la Gran Obra, “Solve et Coagula”, la santidad, beatitud, iluminación, genio, o como se le quiera llamar, pero es ampliamente recomendado, desde el sujeto espiritual hasta el más mundano, que intente tener tantos momentos de adquisición como sean posibles. Si el sujeto es iniciado o posee conocimientos en la cábala, es útil que vaya “archivando” cada infinito de circunstancias en el árbol de la Vida, el resultado es ampliamente gratificante en todas las dimensiones de la existencia humana, de la más pueril y pragmática, hasta las dimensiones más sublimes y “divinas”.
La duda podrá volver a nacer, ¿qué tiene esto que ver Geburah? Todo si se ha prestado atención. Dado que Geburah es la severidad, es el rector, el que impone la dirección, Geburah es la “esfera” (retomando el sentido que se le dio inicialmente) que pone orden a la conciencia para que no viva constantemente en el antes o en el futuro, en la memoria o en la imaginación (que la conciencia no divague demasiado a escenarios que nos gustaría experimentar, o sea, que no soñemos tanto que parezca que no estamos mas que físicamente presentes pero espiritualmente ausentes), sino que ponga atención a lo que hace en el aquí y ahora, que haga suyo al infinito que es el momento presente.
Si a alguien le sirve el asimilar lo que lee mediante imágenes puede crearse la imagen de Geburah como un rey férreo, estricto y decidido que decide (disculpen el pleonasmo) por sobre su reino (el “reino” es nuestra existencia, de lo más cotidiano a lo más sublime), es Geburah el rey que decide si la imaginación nos ocupa y entretiene mientras nos lavamos los dientes o si la conciencia ha de prestar suma atención a cada detalle del momento, de la textura hasta el color, sabor, circunstancias, etc., de nuestras acciones y ambiente. Con el afán de ilustrar más la idea, supongamos que Geburah está sentado en su trono sosteniendo con la derecha una espada (o sea, que es decidido e implacable) y con la izquierda una cetro (o sea, que es él quien da las órdenes), en el salón real se sienta en su trono de oro y ocupa la corona, mientras que frente a él e hincados a cada momento se presenta la gran corte de la conciencia, cada miembro de la corte elegantemente vestidos pero a la espera de la decisión del rey. Está ahí la imaginación, la conciencia, los pensamientos sobre nuestros seres queridos, sobre los temas que nos gustan o entretienen, están también las decisiones a corto plazo, las de mediano y largo plazo, se encuentran en la corte igualmente las aspiraciones que nos motivan, los rencores y recuerdos indeseables que nos lastimaron, etc., y el Rey decide quién tiene su momento para hablar, mientras que todos los demás deben guardar silencio. El Rey, por supuesto, decide en base a un plan general de lo que resulta deseable, este plan es siempre la Gran Obra, el disolverse en el infinito y manifestar el infinito en un punto, el reino está, por decirlo así, en esperas de la boda alquímica entre el emperador Hadit y la emperatriz Nuit, quienes están por encima del Rey Geburah.
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