La oficina era un lugar bastante tranquilo, pero donde ocurrían a veces cosas interesantes. Al menos allí no existían los riesgos que existen en lugares como ese en donde hacía no mucho tiempo la policía había encontrado una cartera con evidencia comprometedora que había hecho que todos los que estaban allí terminaran en la comisaría.

Como en todas las oficinas, en esa había gente buena y gente mala. Además, siempre sucedía algo que hacía que todos rieran y no hablaran más que de eso durante toda la semana, como cuando se descompuso la máquina de café, cuando al jefe se le volaron todos sus papeles, cuando al Empleado Rebelde le rompieron la cara de un golpe, cuando instaron al Afásico a pedir la comida por teléfono y varias otras anécdotas similares.

Después de todo, si uno no tuviera aunque sea un poco de diversión, terminaría como ese empleado que tenía que ordenar carpetas y legajos pero no podía evitar que sus pensamientos monologados lo persiguieran evitándole trabajar aunque él no lo quisiera.