Julio
Ruiz de Alda
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La
deuda exterior
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Irreverencia
danesa
José M. Cansino
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Cualquier
examen oral es público, y más si es de alguna solemnidad. Por ello, asistí
el pasado 20 de octubre a la defensa del “Trabajo de Investigación”, que
así se llama el paso previo a la tesis que completa el curso de doctorado,
y que otorga la “suficiencia investigadora”, de dos amigos. Uno de ellos,
Jorge Lombardero, presentaba “Los orígenes
del pensamiento social español”, el otro, Francisco
de Otazú, “La Filosofía de Ramiro Ledesma”. En ambos casos el director
era Gustavo Bueno Sánchez, todo ello dentro
del Departamento de Filosofía de la Universidad de Oviedo.
La primera sorpresa me la llevo cuando me indican que de los tres doctores
del tribunal, uno es profesor de Lógica, otro de Filosofía griega, y el
tercero, de ¡Filología!. Pues bien, éste último, Dr.
Martínez hizo inhibirse al tribunal ante el proyecto de Lombardero,
considerando que era propio de Historia y no de Filosofía. Así pues, un
profesor de Lengua se ocupó de delimitar el alcance de una disciplina
que no era la suya, la filosofía. Al parecer, la historia de las ideas,
no es materia filosófica. Con tal desatino se defraudo a la ilusión del
doctorando y al sentido común. Otra trinidad de profesores, más versada
en pensamiento político y social deberá enmendar esa injusticia.
Seguidamente presentó su proyecto Otazú.. El ponente explicó que su interés
nacía por la ausencia de un trabajo específico sobre Ledesma filósofo,
siendo una figura mucho menos roturada que otras dentro de la apasionante
generación que pereció en torno a 1936. Su papel político había oscurecido
esa faceta intelectual, y es hora de explicarla. Las sonrisas de algún
miembro del tribunal, se valorarán subjetivamente, pero su dictamen está
grabado, como acto público que era.
Como es de esperar que el trabajo se perfeccione y publique, y como se
suponía que el tribunal lo había leído, lo que hace menos importante su
exposición que su defensa, me limito a hacer síntesis brevísima. El Ledesma
juvenil literario prefigura sus ideas iniciales. De 1927 al 31 tenemos
una serie de entrevistas y ensayos filosóficos, sobre todo en La Gaceta
Literaria de Giménez-Caballero y Revista
de Occidente de Ortega. El último de
ellos “La Filosofía, disciplina imperial”. El Ledesma político resulta
de una evolución rápida desde aquellas bases. Influido por
Hegel, Krause, Nietzsche, Spengler, Sorel, P´Annuncio, Costa y
, sobre todo, por Ortega, su legado tiene por albaceas a
Montero Díaz y Souto Vilas. Un cierto
paralelismo con Jünger se escapó, creemos,
a la valoración del tribunal.
El profesor de Filosofía Antigua tuvo la honradez de reconocer que nada
sabía del tema. Chapeau para él, pero no para el sistema universitario
que lo sentó allí. El profesor de Filología dijo que no había leído el
trabajo completo, que le parecía una biografía, y una buena labor de “arqueología”,
por ofrecer algún texto inédito.
El presidente del tribunal, Dr. Valdés, consideró
irrelevante el significado de Ledesma en cuanto a la filosofía, pese a
reconocer que colaboró personalmente en la edición por la editorial Técnos
del ensayo citado “...disciplina imperial”. Consideró que la búsqueda
de un “sistema” totalizador , y para Ledesma también legitimador de las
ciencias, no es algo singular, mas bien común en la Historia de la Filosofía,
considerando a Ortega dañino para la valoración de la ciencia española
[¿?], y negando la distinción que hace Ledesma entre filosofía y ciencia
(empírica).
Sorprendió que la comunicación entre comunismo y fascismo en los años
30 no escandalizara al tribunal, que la consideró bien explicada. La experiencia
personal de los profesores de alguna edad, que pretendían conocer a fundador
de las JONS a través del Movimiento Nacional, no pareció sufrir bien la
noticia por el alumno de que todo el Ledesma de los libros está censurado
o manipulado, y hay que ceñirse a las fuentes originales, de prensa. Montero
Díaz y Trinidad Ledesma no se escapan a
este reproche.
El mayor ataque al trabajo lo realizó Valdés cuando se centró en
la consideración del positivismo, reduccionista para Ledesma, extendiéndose
este profesor en consideraciones sobre los “criterios de marcación”, cuestiones
de lenguaje y certeza que poco tocaban al centro de interés, filosófico-político,
del trabajo y de Ramiro.
Por lo demás, el tribunal concedió un notable al trabajo, con los consiguientes
créditos.
Definitivamente Ramiro, que no conoció tribunal para morir, se merece
uno. No ha sido éste el definitivo.
El Director
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