"Prefiero el trapecio" es un autorretrato humilde y en plural generacional que incorpora ídolos de infancia como Carpanta, las hermanas Gilda, Sisa o Peret. A su abrigo, García se sienta ante una hoguera que alimenta "con muebles de algún desalojo indecente". Modestia poética y crítica para un prólogo con el verso: "Prefiero el trapecio para verlas venir en movimiento".
"Carbón y ramas secas" está marcada por el ritmo seco y característico de El Ultimo de la Fila aunque aquí no sea Ángel Celada quien se siente a la batería. Si el violín era el instrumento que sazonaba "Prefiero el trapecio", ahora es el laúd de Pedro Javier González (pieza fundamental del sonido de EUDLF junto con Nacho Lesko y Juan Carlos García) el elemento que da el toque diferencial a un tema que despega cuando Manolo García fuerza sus dotes vocales.
Lo mismo sucede con "Del bosque de tu alegría", oda a la paz doméstica ("Quedaba mucho por hacer / Arreglar la huerta / Hablar con los perros / Pasear por las orillas del otoño") en la que el acordeón de Nacho Lesko intenta hacer despegar el tema. "Pájaros de barro" y "Sobre el oscuro abismo en que te meces" suenan como antaño con el apoyo vocal de Juan Carlos García, mientras Manolo completa su gestión juanpalomera tocando la guitarra eléctrica, teclados y percusiones e incorporando algunos de sus cuadros en la retrospectiva pictórica que ilustra el libreto del compacto.
"A quien tanto he querido" y "Como quien da un refresco" (emocionante estribillo) ralentizan el tempo hasta convertir a Manolo García en una especie de baladista mediterráneo y sin punto de referencia posible. Tanto la política de arreglos, cada vez más exquisita y matizada, como sus intenciones poéticas, alejadas por completo de la excentricidad de sus primeros discos en favor de un intimismo romántico de a pie, culminan el diseño de un cantautor infalible por vestir un traje de probada eficacia.
"Zapatero" contiene otro de esos estribillos para enamorados
de los filos, mientras que "A San Fernando, un ratito a pie y otro caminando"
extrema su vertiente más eléctrica y populista. "El final
de La llanura", la contundente "Viernes" y la flamenquísima "La
sombra de una palmera" -espléndido Manolo- espabilan la neutra familiaridad
en que se mueve un disco cuya mayor virtud es la de no poder decepcionar
al ciego seguidor de El Ultimo de la Fila. Su gran defecto, no convencer
a uno solo de sus detractores por carecer de novedad alguna. En este sentido,
también es fiel a los últimos pasos del dúo catalán.