- ¿Qué fue de El
Último de la Fila?
- La desaparición de la
banda ha sido algo muy natural y muy llano. Intento ser bastante razonable
y Quimi tiene mucho sentido común. No ha habido grandes cataclismos.
A lo largo de los años hemos adquirido fama de tíos normales,
incluso sospechosamente normales. Queremos seguir disfrutando con la música,
por esa razón ya no existimos como banda, porque tenemos ganas de
ser felices, de comer arroz juntos, bebiendo vino y hablando de lo que
sea.
- ¿Qué ha cambiado
en su música?
- Mi propuesta es un poco más
desquiciada. Lo que hacíamos en El Último de la Fila era
una suma de los caracteres de los dos. Como mi vibración es un poco
más dislocada que cuando estaba con él, las canciones son
un poco más obtusas, más recargadas, más intimistas,
porque al encontrarme solo, es únicamente mi mundo lo que tengo
a mano, las cosas salen de mis días, no de nuestros días.
- ¿De dónde viene
la textura aflamencada de su cantar?
- Es un acercamiento muy cauteloso.
El flamenco es algo muy intenso, muy vivo, y acercarse a todo eso es meterse
en un área en la que todo es chisporroteo de energía. Poco
a poco me di cuenta de que yo también podía hacerlo, y lo
hice, simplemente.
- ¿Campo o ciudad?
- Soy urbanita no convencido. Tengo
siempre un anhelo imposible de campo, de vida rural. Dicen que la infancia
marca o que la patria de uno es su infancia. Yo pasé muchas temporadas
de mi infancia en pueblo, pueblo: recogida, agosto, trigo, era, mulos,
trillo, etc. Mis abuelos tenían burro para ir a trabajar al campo,
y eso se te queda grabado.
- ¿Oriente u Occidente?
- El punto oriental siempre me
ha tirado más que el occidental, ese concepto hedonista de la vida
creo que es mucho más salvajemente inteligente que el de trabajar,
producir y organizarse. ¿Por qué tengo que pasarlo mal mandando
un correo electrónico a un señor de Canadá? Que venga
el señor de Canadá aquí y nos vamos al oasis de la
esquina. Me gusta más el Sur, la música es Sur, como la pintura
o la literatura. Prefiero pasar las horas tomando un cafetito y charlando.
- ¿Presente o pasado?
- Tengo nostalgia del pasado y
del futuro, que hay que joderse. Soy un poco anacrónico y me gusta
serlo. Leo cosas antiguas, la rabiosa actualidad me duele un poco. No leo
periódicos, no veo televisión, no me interesa lo que cuentan.
Llevamos 150 años en que todo se ha acelerado y yo me he quedado
atrás, estoy un poco mareado. Me he agarrado a tres o cuatro cosas
atemporales y ahí estoy, aferrado como un cachorro a las tetas de
su mamá. No soy una persona miedosa, me gusta el riesgo y tirar
para delante, pero también me gusta soñar.
- ¿Y la política?
- Me choca mucho que haya unas
personas que tengan las cosas tan claras como para postularse como jefes
de la tribu para dirigir a los demás por unos supuestos méritos
que sólo ellos saben. Salen unas fotos, ponen unos carteles en la
calle y otros les votan. Yo no voto.
- Además de la música,
¿qué?
- Tengo alma de pintor, me gusta
plasmarlo todo y darle capas de colores. Mis ojos son un caleidoscopio.
Soy excesivamente imaginativo, a veces me mareo a mí mismo, y eso
me va muy bien para hacer canciones. El cine me gusta mucho. Soy un lector
compulsivo. Con la lectura eres tú el que maneja tu barca, pero
con la televisión es otro el que la maneja. Con la televisión
lo que piensas es lo que ves. Con los libros eres tú el que imagina.
- ¿Algo que ocultar?
- La edad, nunca la digo. Es una
coquetería un poco boba que incluso me da vergüenza, pero no
me da la gana decirla. Odio lo del tiempo. El tiempo es algo que hemos
inventado, pero no existe, hay que pasar sobre él.