Gilberto Abril Rojas
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LA SEGUNDA SANGRE
ENRIQUE SANTOS MOLANO

Después de varios años de investigaciones prolijas en archivos de América y España, publica Gilberto Abril Rojas su novela La Segunda Sangre, que tiene como protagonista al Cacique de Turmequé don Diego de Torres.

A lo largo de casi 500 páginas, Gilberto Abril consigue trazar la dimensión humana de un personaje histórico que está considerado como el precursor de los Derechos Humanos.

Don Diego de Torres fue todavía más. Fue el precursor de la no violencia. Por defender sus convicciones, y los intereses de su pueblo y de su raza, no apeló a las armas, ni a la rebelión violenta. No aconsejó nunca otros métodos que no fueran los de la razón, el diálogo, la paciencia, como siglos después lo haría el Mahatma Gandhi.

El Cacique de Turmequé consiguió llegar a la Corte, habló con Felipe II, lo convenció de la justicia de su causa y logró leyes que, al menos en el papel, estaban destinadas a rescatar la dignidad de los habitantes de América, lesionada por la codicia y la ambición de los conquistadores.

La Segunda Sangre, una novela de admirables logros descriptivos, psicológicos y de ambientación, fue galardonada con el Gran Premio Internacional de la Novela Histórica 1995, otorgado por la Internacional Academy and University Magistrorum Filo Byzantine, en Fawskin, California (El Tiempo, 17 de mayo de 1997).

LA SEGUNDA SANGRE
CARLOS ROMERO PEÑA

El escritor en actividad creadoraLa vida del tunjano más importante del siglo XVI, Don Diego de Torres y Moyachoque, Cacique de Turmequé.

En verdad que da espasmo y a la vez coraje al saber, a través de documentos y narraciones históricas de la época, cómo fueron tratados los naturales -nuestros antepasados en estas tierras-, a la llegada del conquistador español, que se convirtió en amo y señor de vidas y haciendas en estos territorios de paz y de abundancia.

Don Diego de Torres y Moyachoque, mestizo de alta alcurnia –como que fuera hijo de noble español, Don Juan de Torres, quien sirviera con lealtad y templanza a su Señor Carlos V, y de la Princesa Catalina Moyachoque, de la Encomienda de Turmequé, en la Provincia de Tunja-, descolló durante la mitad del Siglo XVI en el Nuevo Reino de Granada por su erguida actitud en defensa de la gente indígena, esta su Segunda Sangre, a través del desempeño de Cacique de Turmequé, título otorgado por la corona española a su padre y heredado a su muerte. Pero Don Diego fue despojado y desconocido de su título hereditario por esa cantidad de Oidores, Licenciados, Justicias Mayores y otros funcionarios nombrados por la Real Audiencia de España, y quienes hicieran las "delicias" de los naturales de estas tierras, con un aprecio tal que debieron consultar a su Rey si "estos indios tendrían alma, para así poderlos considerar como seres humanos", conducta que motivó ante el Rey Felipe II su famoso Memorial de Agravios, dado a conocer entre nosotros por el historiador Ulises Rojas a través de su extenso libro "El Cacique de Turmequé y su Época".

Y ahora Gilberto Abril Rojas, veterano escritor y periodista boyacense, forjado por los años de ese gran literato Eduardo Torres Quintero, de quien recibió aliento intelectual, nos brinda, dentro de una prosa sencilla y mesurada, pero bien documentada, una novelada historia que transcurre durante el Siglo XVI en la Nueva Granada y en las Cortes de España, toda ella relacionada con la época en que vivió y actuó Don Diego de Torres, novela que nos lleva por todos los caminos y escenarios recorridos por los conquistadores y sus numerosas tramas y leguleyadas para dar por aceptado aquello de que "se obedece pero no se cumple".

Esta obra, ganadora del Gran Premio Internacional de la Novela Histórica (California, 1995), ha sido recibida en forma por demás elogiosa. Nos remitimos a algunos conceptos al respecto, emitidos por distinguidos escritores e historiadores a nivel internacional.

EL DE TURMEQUÉ
GERMÁN ARCINIEGAS

Gilberto Abril RojasEl primer Memorial de Agravios redactado en la Nueva Granada y elevado al Rey de España lo lleva Don Diego de Torres, el Cacique de Turmequé, en 1584. Había recibido un agravio directo contra su madre y decidió ir en persona a quejarse ante el Rey. Salir de Turmequé a la Corte en España es una hazaña que puede marcarse como el comienzo de la historia nacional.

El Cacique pone en su mochila pescaditos, culebritas, sapos, lagartos de oro y con eso irá pagando las posadas hasta llegar al océano y hasta las tierras de España para presentar ante el Rey su queja. El Memorial de Agravios tiene razones tan bien expuestas que el Rey vería pasmado como los que consideraba indios bestias Fray Tomás de Ortiz podían enseñarle la ley al Rey sabio de las Siete Partidas.

"...He dicho esto para que V.M. entienda como son tratados aquellos miserables naturales y como podían conservarse e ir en aumento que es lo que V.M. quiere y desea, porque si a los pobres les toman sus tierras y labranzas, que es de donde han de sacar el tributo que les mandan a pagar y los demás que los miserables han menester para sustentar sus personas, mujer e hijos, ¿a qué han de acudir y de qué lo han de sacar para cumplir con los españoles? Hanse hallado tan atajados y miserables, viéndose tan desventurados y, por otra parte, como los excesivos servicios personales en que de ordinario los fatigan y traen, que muchos de ellos han desamparado sus tierras y naturales y se van a partes remotas en donde miserablemente han parecido sin lumbre ni fe de bautismo, cosa de gran lástima y en que está encargada vuestra real conciencia y todo esto se puede ver ocularmente que está careciendo de remedio tan necesario...".

El Cacique de Turmequé cruzó los altos montes, llegó a la costa del Caribe, cruzó el Atlántico, llegó a la Corte. Resultó con una inteligencia que era como una lámpara que arrojaba claridad inesperada para abrirse paso por todos los caminos. En todo caso, el viaje del corazón de la Nueva Granada a la Corte en España lo hace pasando por todas las aduanas, burlando todos los centinelas en la primera y más audaz de las travesías de una América virgen para llegar a la antigua Europa.

Sorprendería al Rey esta tozudez del indio peregrino que llegaba con el memorial de la justicia clamorosa, y tendría que rendirse ante la evidencia de sus quejas. El regreso del cacique cierra el primer capítulo de la lucha del americano porque se haga justicia en su tierra. No hay otro ejemplo de una voluntad igual, que logre abrirse paso poniendo el primer eslabón para que vaya abriéndose camino al derecho en el Nuevo Reino de Granada.

Gilberto Abril Rojas, escritor boyacense que ha sacado del olvido de siglos la vida del Cacique, recogiendo toda la documentación que permanecía muerta en los archivos, se ha hecho acreedor a nuestra gratitud y merece todos los elogios. El viaje del cacique de Turmequé es la proeza, no por olvidada menos digna de alabanza, que coloca a los indígenas de la Nueva Granada en primera línea entre los defensores de los derechos humanos en Nuestra América. Turmequé está en el corazón mismo del reino de los chibchas. La elección que el Cacique les da a las autoridades coloniales en América resulta conmovedora por ese empeño en presentar ante el Rey lo que, en justicia, debe considerarse como elemental en el pueblo conquistado.

Abril Rojas, en su libro La Segunda Sangre, abre un estudio que estaba por hacerse. Veníamos escribiendo la historia nacional con un desconocimiento, que ahora salta a la vista, de la dignidad del indio. Reconociendo que el acero y la pólvora y la organización política europea se habían impuesto en América, el indio, que había puesto un oído más atento de lo que parece en las lecciones cristianas, las aprovecha para volverlas como su defensa contra el conquistador abusivo.

Acepta el vasallaje porque reconoce la superioridad militar del invasor, pero le devuelve las elecciones que ha recibido de los misioneros para que vea hasta donde ellas lo obligan a ser cristiano (El Tiempo, 5 de junio de 1997. Página 5A).

LA SEGUNDA SANGRE
JUAN CASTILLO MUÑOZ

No ha sido el fuerte de los narradores colombianos cultivar la novela histórica. En la cual se toma un trozo del acontecer nacional, con sus protagonistas, para convertirlo en relato donde, además de reconstruir los acontecimientos, se aprecie el aporte de la imaginación y la fantasía creadoras.

Citando de memoria puedo mencionar. El alférez real, de Eustaquio Palacios; Los pecados de Inés de Hinojosa, de Próspero Morales; El general en su laberinto, de García Márquez; La noche de Cristo, de Pedro Acosta, y algunas más.

Leí hace pocos días La Segunda Sangre, novela en la cual el escritor tunjano Gilberto Abril Rojas recrea una época sustancial para la formación del país y la consolidación del mestizaje.

El eje de la obra radica en la tarea reivindicadora emprendida por Don Diego de Torres, Cacique de Turmequé, en defensa de los derechos y la dignidad de la raza aborigen y de la población híbrida, hispano-india, a la cual se le negaba hasta la realidad de ser ella misma.

Abril Rojas, residenciado hace varios años en Venezuela, se dedicó cuidadosa y detalladamente a investigar la vida de sus personajes, indígenas, criollos, españoles, no sólo para presentar episodios sobresalientes de aquéllos sino para recrear el ambiente de una época en que la dominación hispana comenzaba a convertirse en opresión.

Detalle a detalle nos relata la maduración del pensamiento rebelde del Cacique y de sus seguidores, las maquinaciones de las autoridades coloniales en su contra, lo mismo que la fuga y el accidentado viaje de Don Diego a la metrópoli donde, finalmente, fue recibido por el Rey Felipe II a quien hizo entrega del primer Memorial de Agravios en que denunciaba los atropellos y abusos de que se hacía víctima a la raza mancillada.

Momento a momento, con minuciosidad que seguramente hace su lectura lenta y paciente, el autor nos guía por caminos del Nuevo Mundo, que transitan misioneros, oidores y colonizadores. Dibuja el ambiente porteño de Cartagena, La Habana y Cádiz, hasta situarnos en Madrid y su Corte de severo protocolo, de intrigas y consejas.

Realista y objetiva, la novela se convierte en un testimonio más de una época en que comienza a hacerse evidente que la recién formada mentalidad novomundista delinea sus aspiraciones a ser ella misma, a pensar su propia existencia y a reclamar el derecho de forjarse un destino que corresponda a los incentivos de una sociedad que creaba sus espacios de acción y de sueño.

El autor se muestra siempre respetuoso de la verdad histórica, en lo cual no se concede licencias. Se aprecian por ello la torcida aplicación de las normas de la Corona, las costumbres conventuales vigentes entre la sociedad del Nuevo Reino de Granada y los panoramas, hoy abolidos, por donde transitaban los hombres de la época.

Pero esos hombres, los distintos personajes que participan de la epopeya, reciben también un tratamiento que los dibuja con trazos reales, despojados de ropajes artificiosos y, por el contrario, ambiciones y rencores, pero también de virtudes que exaltan y conmueven al lector.

Cada hecho narrado, donde no está ausente la fantasía que domina el narrador americano, tiene, sin embargo, profundo significado cuyo origen radica en un temprano mensaje de libertad, de esperanza y de consciente valoración de lo propio.

La novela histórica de Abril Rojas, es en definitiva, un gran lienzo en el cual el rostro de la América en formación aparece con las líneas que habrán de definirle su futuro (El Espectador, 2 de mayo de 1997. Pág. 3A).

PREMIAN AL CACIQUE DE TURMEQUÉ
ISAÍAS PEÑA GUTIÉRREZ

Pocos saben quién fue Don Diego de Torres, el Cacique de Turmequé, mestizo tunjano de la segunda mitad del siglo XVI, precursor verdadero de los Derechos Humanos en América, digno y admitido opositor de Don Felipe II, Rey de España y de todos los territorios allende el mar (como entonces se decía). Su Memorial de Agravios le dio la vuelta al Nuevo Mundo y halló eco en la Corte Real. Su drama y su tragedia – desconocidos, repito – han sido recreados, luego de una extensa y dispendiosa investigación, por un boyacense de papa de trigo, terco y tenaz, que hace algunos años publicó en México una antología de la poesía joven colombiana y después se fue a Venezuela a sobrevivir entre la microindustria y las tertulias literarias. La novela se llama La Segunda Sangre, y su autor, Gilberto Abril Rojas. Con una aclaración, Gilberto Abril con La Segunda Sangre ganó en los Estados Unidos el Gran Premio Internacional de Novela Histórica 1995, que concede la Internacional Academy and University Magistrorum Filo-Byzantine, de Fawskin, California. Y acaba de publicarla en Tunja. Son 470 páginas en las que cuenta las luchas del Cacique de Turmequé y los últimos y solitarios 15 días de vida de Felipe II, relatados a su confesor (Revista Credencial. Enero, 1997).



Wolfgang Wagner-Manslau (Webmaster)
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Fecha de última revisión: Mayo 2008
Exclusivo de: Gilberto Abril Rojas.
La Victoria Edo. Aragua - Venezuela