El silencio de Stalin quedó roto el 3 de julio. Eran las 6 h 30 de la mañana, Radio Moscú empezaba su primera emisión de información, cuando su pesada voz con acento georgiano se elevó sobre las óndas. Stalin empezó por justificar su pacto con Hitler, afirmando que había proporcionado a la Unión Soviética una tregua indispensable, y luego dio sus consignas para la lucha contra el invasor. Una vez más, Rusia tiene que quemar su tierra, oponer una insurrección popular a la superioridad técnica de Occidente: «Ni un vagón, ni una locomotora, ni un kilo de trigo. ni un litro de carburante han de ser abandonados al enemigo. En las regiones ocupadas, deben organizarse bandas de partisanos a pie y a caballo para hacer una guerra de acoso, hacer saltar los puentes y las carreteras, incendiar los depósitos, los pueblos y los bosques. El enemigo ha de ser atacado hasta su aniquilaclon...». Tres generales de la Unión soviética toman el control del Norte, del Centro y del Sur, oponiéndose, mariscal por mariscal, a los tres ejecutantes alemanes. Voroshílov contra Leeb; Timoshenko contra Bock; Bubienny contra Rundstedt.
El primero es un antiguo obrero metalúrgico. El tercero es un antiguo suboficial de dragones, jefe de la caballería soviética durante la guerra civil. Sólo el segundo, Timoshenko, tiene las cualificaciones profesionales de un jefe de guerra. Calvo como una rodilla, duro como un guijarro, austero como un búho, ha restablecido la situación militar en Finlandia. Ahora se le confia el frente que ha cedido bajo el golpe de ariete alemán... y el camino de Moscú.
Doce días después Stalin es nombrado comisario para la defensa. Un poco después, el 7 de agosto, se le reviste del mando supremo. El 5 de julio, el grupo de ejércitos «Süd» parte al asalto de la línea Stalin. Consiste en una cadena de construcciones de cemento reforzadas por fortificaciones de campaña que muestran la habilidad tradicional con que los soldados de infantería rusos utilizan el terreno.
«Como ciudadanos que somos anota un combatiente alemán nos repugna usar la pala, mientras que para los rusos es una compañera inseparable. Nuestros trabajos parecen juego de niños al lado de los de ellos. Un refugio individual ruso es un agujero que tiene las dimensiones justas de los hombros. A los 10 m, es imposible descubrir a un tirador...» En ese campo de batalla fortificado, la infantería y los tanques alemanes avanzan lentamente. Hacen falta diez días de combate para que la agrupación blindada y el VI ejército atraviesen la zona fortificada y se apoderen de Zhitomir.
Más al sur, el XVII ejército alcanza, en Vínnitsa, el Bug de Ucrania, homónimo del Bug polaco. El mariscal Rundstedt, cansado de combates a pie, abandona su marcha frontal contra Kiev, y gira hacia el Sudeste, con intención de capturar a una masa enemiga entre su grupo de ejércitos y las fuerzas germano-húngaro-eslovaco-rumanas que llegan del Dniéster. El mariscal Budienny trata de romper la maniobra contraatacando hacia el flanco de las columnas alemanas, pero las grandes unidades blindadas que mueve se manejan menos fácilmente que sus escuadrones de caballería de antaño. Los ataques rusos fracasan, y, el 2 de agosto, se cierra la pinza alrededor del pequeño pueblo hortícola de Uman. Rundstedt, a su vez, mantiene su batalla de envolvimiento. Del 2 al 8 de agosto, los ejércitos soviéticos VI y XII quedan aniquilados, dejando al vencedor 103000 prisioneros, 858 cañones y 317 tanques. Los dos jefes de ejército, generales Musitshenko y P.G. Ponedelin están entre los prisioneros.
La victoria de Uman rompe la resistencia rusa en el oeste de Ucrania. El IV ejército rumano bloquea Odesa. El XI alemán se dirige hacia las bocas del Dniéper. Los ejércitos VI y XVII conquistan la curva del gran río. Los soldados avanzan de noche y, durante los calores aplastantes del mediodía, duermen hundidos entre los trigos. Les impresiona la majestad del Dméper: el vasto río avanza lentamente en medio de un dédalo de islas con árboles, bajo los declives escarpados de su orilla derecha, y la horizontalidad de su orilla izquierda se ahoga hasta el infinito en una bruma de calor. Las primeras grandes conquistas económicas les caen entre las manos: las tierras de cereales, la zona algodonera de Jersón, el manganeso de Níkopol, el mineral de hierro de Krivói-Rog. En cambio, falta en el cuadro el objetivo inicial de la ofensiva, Kiev. Fracasa un ataque precipitado. La gran ciudad, con su círculo de colinas, permanece como una poderosa cabeza de puente sobre la orilla occidental del Dniéper.
Hierro y manganeso en el Sur, níquel en el extremo Norte... Ya el 22 de junio, el 19 cuerpo de montaña de Dietl ha franqueado la frontera noruega, el torrentoso Petskoji, cerca del cabo Norte, y se ha apoderado de las minas que la bordean.
Los objetivos económicos y estratégicos en esas altas latitudes son muy vastos. La península de Kola es uno de los trozos de la URSS que Hitler reserva a Alemania, a causa de sus fabulosas riquezas mineralógicas. Múrmansk es el único puerto oceánico de Rusia libre de hielos todo el año, y por tanto el punto de enlace de la Unión Soviética con sus aliados actuales o virtuales de Inglaterra y de América. Tomar Múrmansk es para Alemania de una importancia que resultaría aún mayor si Hitler pudiera admitir que su guerra con Rusia no acabará antes del invierno.Dietl lo intenta. El 29 de junio, sus alpinos se lanzan por la tundra, donde se hunden hasta los muslos, levantando nubes de mosquitos devoradores. Supera la antigua frontera ruso-finlandesa, y alcanza el pequeño río Liza, aún helado entre sauces enanos. No irá más adelante. La tundra da a Múrmansk un cinturón fortificado más resistente que el cemento.
Los ingleses han querido hacer algo. Stalin reclama un segundo frente en el continente. No pudiendo darle satisfacción, Churchill cubre con flores oratorias el heroísmo de la resistencia soviética, promete al ejército rojo 3 millones de pares de zapatos, y luego, a pesar de las protestas de su Almirantazgo,decide arriesgar en el Artico a los dos portaaviones Victorious y Furious. Al mando de Wake Walker, van a bombardear Kirkeness y Pétsamo. Por suerte para los barcos, los Stukas están ocupados en otro sitio, pero la tercera parte de los aviones ingleses no regresa. El resultado material es nulo, y el gesto deja totalmente indiferentes a los rusos.
No pudiendo tomar Múrmansk, los alemanes piensan aislarlo cortando su ferrocarril. A través de espantosos pantanos, el 36 cuerpo de ejército consigue llegar a 30 km de Kandalaksha, capital de la Carelia soviética. Pero se ha agotado su fuerza. Se detiene casi a la vista del precioso ferrocarril. Más al Sur, la puesta en juego es la ciudad a que Adolf Hitler da tan grande importancia efectiva y simbólica, Leningrado. A pesar del retroceso que ha sufrido su frontera en 1939, los finlandeses sólo están a 100 km. Pero Hitler no quiere recibir esa conquista de manos extranjeras, y, por su parte, el mariscal Mannerheim vuelve a abrir las hostilidades sólo de mala gana, limitando sus objetivos a la recuperación de los territorios perdidos en 1939. Falta el impulso patriótico que había caracterizado la guerra del invierno. Los finlandeses esperarán al 31 de julio para comenzar las operaciones. Pasa el mes de agosto antes que hayan reocupado Viborg y alcanzado, entre los lagos Ladoga y Onega, la línea del Svir.
La lucha por Leningrado se desarrolla al sur de la ciudad. El país es glacial y lacustre, turboso y boscoso, húmedo y negro. El lago Peipus es una larga sábana de agua sin profundidad, unida al golfo de Finlandia por el río Narva, que vio pasar a Carlos XII y huir a Pedro el Grande. El lago Ilmen es una pequena cuenca interior que comunica con el lago Ladoga por el foso del Volchov.Otros lagos son simples hoyos pantanosos en cuyo fondo se estanca una película de agua. Hay morrenas que forman relieves insignificantespor su altura, pero difíciles como obstáculos. El terreno es eminentemente poco propicio a los tanques. Algunas aldeas de lengua finlandesa, limpias e industriosas, recuerdan que la región fue una provincia de la corona de Suecia, Ingermanland, anexionada por los Románov y reivindicada por los nacionalistas de Helsinki. Pero la masa de la población es sombría, insensible y hostil. La mayor parte de los hombres se han marchado, llevándose a los niños, sin dejar más que a los viejos y viejas, que mendigan pan. La llamada de Stalin a la guerrilla ha sido escuchada, y los soldados del mariscal Ritter von Leeb empiezan a conocer la inseguridad de las retaguardias, las emboscadas de los partisanos, la guerra sin uniforme a la que todos los ejércitos del mundo responden con la guerra sin piedad.
Desde comienzos de julio, la agrupación blindada Hoepner ha franqueado la antigua frontera y ha abierto brecha en la línea Stalin. Su jefe quiere lanzarla de golpe contra Leningrado, que dista sólo 180 km, pero las directivas del O.K.W. rehúsan esta maniobra simplista. Leningrado debe ser cercado. El esfuerzo principal debe hacerse por la derecha de la agrupación blindada, el 41 cuerpo, Reinhardt, que marcha contra Leningrado por el camino de Luga, y el 56 cuerpo, Manstein, que gira hacia el Este para contornear el lago Ilmen, tomar la antigua ciudad anseática de Nóvgorod e ir a cortar en Chudovo la vía férrea Moscú-Leningrado. Los dos ejércitos de infantería están a dos semanas de marcha, porque el XVIII se ha retardado limpiando los Países bálticos y el XVI ha debido dispersar las concentraciones enemigas en la región de Vilna. Sin embargo, el alto mando hitleriano no vacila en abrir en abanico, sobre un frente de 250 km, una débil agrupación blindada de 5 divisiones, con un flanco abierto de 300 km, en un país inadecuado para la guerra rápida y ante un enemigo lejos de estar completamente vencido.
Las dificultades de ejecución resultan formidables. Por el camino de Luga, Reinhardt avanza sólo paso a paso, por la imposibilidad de desplegar sus tanques. Hoepner supone que las condiciones son mejores ante su ala izquierda, cerca del golfo de Finlandia: en consecuencia, toma la decisión de enrocar con el 41 cuerpo tras el frente, a riesgo de atascarlo irremediablemente en los pantanos sin caminos que tiene que atravesar. Las lluvias ahogan a las tropas, los zapadores tienen que poner bandas de rodaje con rollizos para que pasen los vehículos, pero el movimiento se realiza pese a todo, y, sorprendiendo al enemigo, procura un brillante éxito. El Luga, último gran río ánte Leningrado, es franqueado el 14 de julio. Los rusos lanzan precipitadamente en esa dirección a la escuela de cadetes de Leningrado y a las brigadas proletarias reclutadas en la ciudad. Por primera vez, los alemanes hallan cadáveres de mujeres soldados.
En la otra ala de la agrupación blindada, Manstein pasa momentos difíciles. Se deja cercar al sur del lago limen, por un regreso ofensivo del 1 ejército soviético. Radio Moscú cuenta prematuramente que un cuerpo de ejército nazi ha caído en la trampa, pues Manstein se escapa, no sin haber perdido material e incluso algunos documentos de estado mayor que ponen en juego su mando. El 18 de julio, la crisis está conjurada. Sin embargo, la marcha del 56 P.K. contra Chudovo no se continúa, por haber reconocido que las orillas del lago limen son impracticables para los tanques.
Se pierden entonces días preciosos. En las altas esferas del mando se ha entablado una discusión académica. ¿ Schwerpunkt a la izquierda o Schwerpunkt a la derecha? Hoepner sostiene que la ofensiva debe proseguirse por su ala izquierda, en una zona casi vacía de enemigos. Pero ya han prevalecido en la Wehrmacht métodos burocráticos de mando, sujetando a los ejecutantes a las concepciones apriorísticas de la lejana dirección suprema.El O.K.H. y el O.K.W. han decretado: Schwerpunkt rechts!, y Hoepnerdebe atenerse a esa directiva. Por lo demás, Rastenburg y Angerburg no quieren ya que la ofensiva se prosiga únicamente con la agrupación blindada. De repente, el riesgo se ha mostrado demasiado grave. Hay que esperar a que los ejércitos XVIII y XVI se hayan apretado al Luga antes de continuar la marcha hacia delante.
El 8 de agosto, se vuelve a poner en marcha la ofensiva. Hoepner ataca entre Narva y Luga, en cooperación con las vanguardias del XVIII ejército. Para participar en la acción, Manstein hace una marcha de flanco de 200 km, por caminos abominables, para ponerse en segunda línea, detrás de Reinhardt. Apenas llega a su nuevo puesto de mando, Samro, y acaba de ordenar a su estado mayor, negro de pólvo, que adelanten una cabeza hasta el lago, cuando le llama Hoepner. Una situación alarmante se produce en el sector que el 56 P.K. acaba de dejar. Masas soviéticas descienden de la meseta del Valdái, cercan a los dos cuerpos de ejército, 1º y 10, que han reemprendido por su cuenta la conquista de Nóvgorod. Se pide a Manstein que vuelva sobre sus pasos y restablezca la situación. Contramarcha. Reducido a la 3ª motorizada y a la división SS. «Totenkopf», el 56 P.K. se vuelve a meter en los atolladeros de donde acaba de salir. Como un infante aguerrido que retiene el fuego, Manstein da a los rusos tiempo para avanzar, franquear el Lóvat, gritar victoria, y, de repente, les cae en el flanco. El XXXVIII ejército soviético queda hecho pedazos, perdiendo 12000 prisioneros y 246 cañones, entre ellos, el primero de los artefactos de tubos múl tiples que se harán célebres bajo el nombre de «órganos de Stalin». Valientes y estoicas, las tropas soviéticas todavía no tienen la capacidad maniobrera y el rendimiento táctico de la Wehrmacht.
En cambio, parece que ésta se encuentra ante tareas cuya amplitud supera a sus medios. Las divisiones de infantería no motorizadas se desgastan las piernas en los terrenos agotadores de Rusia. A las divisiones blindadas, cuyo efectivo en tanques se ha reducido de manera excesiva, les falta un segundo aliento. Multiplicadas en detrimento de su potencia unitaria, siguen siendo insuficientes en número. Está claro que la agrupación Hoepner necesitaría un tercer cuerpo blindado, a menos que el meter unidades mecanizadas en una región donde su rendimiento es tan malo no sea un error de principio. Pero Hitler, que estudiaba con lupa los claros de las Árdenas, no ha tenido en cuenta los pantanos de Livonia.
Pese a todo, las armas alemanas llevan la victoria. Mientras Manstein gana la batalla del lago Ilmen, el 1.er cuerpo se apodera de Nóvgorod en llamas. El ala izquierda del grupo de ejércitos franquea el Luga. Habiendo liquidado por fin las retaguardias rusas en Estonia, el grueso del XVIII ejército llega de refuerzo, y se destaca del grupo de ejércitos «Mitte» para cerrar el cerco en torno a Leningrado.
La suerte de la ex capital parece sellada. El mando ruso piensa en evacuarla, pero Stalin se niega a consentir, y envía sobre el terreno a su delfin, Zhdánov,. para defenderla. El general Sashvarov reúne las tropas, 12 divisiones que constituyen los XLII y XLVIII ejércitos. Nuevas brigadas proletarias se reclutan en las fábricas. Se moviliza a la población para construir una doble línea de fortificaciones de campo partiendo de Schlusselburg, sobre el lago Ladoga, siguiendo el curso del Nevá durante 20 kilómetros, y luego describiendo un semicírculo en torno a la ciudad industrial de Kólpino y de la ex Tsárskoie-Seló de los Románov. Leningrado se organiza para sostener un asedio.
En el centro del frente, sector principal, el objetivo del grupo «Mitte» es la conquista de Smolensko. Ninguna ciudad tiene en las historias de las invasiones de Rusia un papel más importante y a veces más fatídico. Todos los conquistadores que se dirigen hacia Moscú se detienen allí, recobrando aliento y pesando sus probabilidades. En 1812, Napoleón había decidido no ir más allá. «Me detendré en Smolensko; el ejército se acuartelará para invernar; la campaña de 1812 está terminada: 1813 hará lo demás...» Luego le arrastró la esperanza de aferrar lo inaferrable, ese ejército ruso que huía como el horizonte...
Las dos agrupaciones blindadas del grupo «Mitte» no han esperado al último disparo de la batalla de asedio de Minsk para volver a avanzar. Hoth se dirige hacia Vítebsk. Guderian marcha hacia el Dniéper. La resistencia que encuentran es dispersa. Sus tropas conservan una sensación de invencibilidad que las hace insensibles al carácter desmoralizador del sombrío país en que se hunden. El calor es abrumador, falta el agua, el polvo alcanza las dimensiones de una plaga, el aprovisionamiento sigue mal, los recursos locales son nulos, las isbas que han escapado a la táctica de tierra calcinada están llenas de piojos, vandadas inmensas de cuervos felices enlutan el cielo, y miles dé millones de moscas acosan a los hombres. Pero la moral sigue siendo elevada porque son vencedores y marchan hacia Moscú.
Los jefes están más inquietos por su material de acero que por su material de carne. El polvo destruye los motores. No hay filtro que lo detenga. Los cilindros se corroen, los carburantes se atascan y las averías se multiplican. Ahora bien, de la retarguardia no llegan ni tanques de reemplazamiento ni motores de recambio. Las Panzerdivisionen viven de su dotación, y cada máquina fuera de servicio abre un vacío que nada viene a llenar.
El problema de Guderian es ahora el Dniéper. Si espera la llegada de las divisiones de infantería para franquearlo, tendrá que marcar el paso durante quince días, dejando al enemigo tiempo para recobrarse. Una vez más, toma el riesgo de la audacia: pasará el Dniéper como ha pasado el Mosa catorce meses antes, sin considerar el ensanche del río ni el endurecimiento de sus defensores. Sus tres jefes de cuerpo reconocen sus puntos de paso: Geyr, 24 P.K., en Stary Bichov, al sur de Mohilev; Vietinghoff, 46 P.K. y Lemelsen, 47 P.K., en Schklov y en Kopys, entre Mohilev y Orsha. Las fechas: el 10 y el 11 de julio.
La historia se repite. Como en Sedán, interviene un superior para refrenar a Guderian. Esta vez, es von Kluge, jefe concienzudo y difícil. Una reorganización del mando ha reunido a sus órdenes a las 3ª y 4ª agrupaciones blindadas, mientras que las divisiones de a pie se reagrupaban en un II ejército, bajo el capitán general von Weichs. Kluge querría esperar a éste,pero Guderian consigue impresionarle diciendo que su precipitación está de acuerdo con las intenciones del Führer, a la decisión de acabar con Rusia antes del invierno. «Sus intenciones hace observar Kluge siempre están suspendidas de un hilo. Corre dos riesgos: fracasar en el paso del río y hacerse cercar al otro lado...»
El primer temor es vano: el paso del Dniéper se hace casi sin pérdidas. El 12 al atardecer, desbordando Orsha, cercando Mohilev, las nueve divisiones rápidas de Guderian están en la orilla izquierda, habiendo abierto una brecha de 100 km en el segundo río ruso. Las avanzadas del II ejército están todavía en el Bereziná, 120 km más atrás, y los gruesos no han pasado de Minsk.
Completamente sorprendido en el Dniéper, Timoshenko intenta realizar el segundo temor del mariscal von Kluge, el cerco de Guderian. Una agrupación de una veintena de divisiones estaba reconstituyéndose en la región de Gómel: la lanza contra el flanco de la penetración alemana. La única división de caballería de la Wehrmacht, y luego la 4ª Panzer, sostienen y rompen el choque. Desdeñando la amenaza, las otras grandes unidades de la agrupación blindada se lanzan hacia el Este. La 10 Panzer se dirige hacia Róslavl. La 10 Panzer y la división «Das Reich» toman Jelna. La 29 motorizada alcanza Smolensko el 16 de julio, encuentra intacta la vieja ciudad y vuelve a pasar el Dniéper para acabar su conquista apoderándose de sus barrios industriales, en la orilla derecha.
En el mismo instante, Hoth llega al norte de la ciudad con los 39 y 57 P.K. Ha llevado su ofensiva con el mismo vigor que Guderian, forzando el Duna, tomando Vítebsk, venciendo y rechazando al Sur a los restos de los III y XI ejércitos soviéticos. Se organiza espontáneamente la cooperación de las dos agrupaciones blindadas. La 17 P.D. y la división «Das Reich» superan Smolensko, y, el 26 de julio, cierran en Dorogobuzh el cerco comenzado por la 3ª agrupación blindada. Los rusos luchan con furor, y tratan no sólo de escapar del envolvimiento, sino también de recobrar Smolensko, cuya pérdida, presagio de la de Moscú, es un choque moral muy grave. En los últimos días de julio los sobresaltos de animal cazado en trampa cesan poco a poco en el perímetro cercado.
Sin embargo, no ha desaparecido todo peligro. El flanco derecho de la agrupación Guderian sigue abierto. Timoshenko vuelve a la carga. Rechazado hacia el valle del Dniéper, extiende su contraofensiva hasta el Desná con las 14 divisiones del XIII ejército. Más al este, las 11 divisiones del XIII ejército pesan sobre el saliente que los alemanes han organizado alrededor de Jelna. La batalla permanece en equilibrio inestable. Convocado a Borísov, al C.G. del grupo de ejército, Guderian oye expresar ansiedades que son velados reproches a su temeridad. Con sorpresa se entera de una nueva directiva de Hitler censurando los movimientos de envolvimiento demasiado vastos y recomendando una cooperación más estrecha entre la infantería y los tanques. Esperaba la orden de marchar sobre Moscú, y se entera de que Hitler ha prohibido a los blindados superar Jelna. Lo único que se pide de momento a su agrupación es que consolide la situación del centro destruyendo las fuerzas enemigas que se encuentran entre Róslavl y Gómel.
Como Manstein en el lago Ilmen, Guderian cumple brillantemente su misión. Monta un ataque frontal con las fuerzas de ifantería puestas a su disposición, 7º, 9º y 20 cuerpos. Mientras que los rusos hacen frente, el 24 cuerpo blindado perfora su flanco derecho. Entrando en sus retaguardias como un golpe de sierra, la 4ª P.D., comandante general von Langermann, recorre 80 km paralelamente a la línea de fuego y va a tomar Róslavl, a espaldas del enemigo. En las avanzadas junto a la ciudad, Guderian ve surgir del espeso polvo del campo de batalla una masa de tanques: da orden de destruirlos... ¡ y reconoce en el último instante que son suyos! El 5 de agosto, cesa la resistencia soviética. Se vacían las bolsas de Mohilev, de Smolensko, de Róslavl. El número de prisioneros hechos sólo por el grupo «Mitte» desde el 22 de junio supera los 650 000. Los alemanes avanzan como quieren en dirección a Ucrania. En cambio, reconocimientos aéreos señalan la concentración de dos masas enemigas importantes, una entre Kalinin y Rzhev, y otra entre Viazma y Gzhaisk, al oeste de Moscú. Los rusos reúnen precipitadamente sus últimas fuerzas para dar, delante de su capital, una batalla sumamente desesperada.