"Una nación que combate por su libertad no está obligada a observar las leyes de la guerra. Levantamientos en masa, procedimientos revolucionarios, guerrilla generalizada, tales son los únicos medios con que es posible resistir a un adversario materialmente superior..." (Karl Matx) el pueblo soviético no tardo en onerlo en práctica acosando ininterrunpidamente al ejercito alemán y a los colaboradores.

Hitler empezó el 23 de junio la vida reclusa que tendría hasta su muerte. Trenes especiales han llevado al O.K.W. hacia Prusia oriental, hasta la estación de Forst Górlitz, a 5 km al este de la pequeña ciudad de Rastenburg, en un bosque fresco, silencioso y perfumado. Un hexágono de campos de minas y de alambradas delimita «Die Wolfschanze», el antro del lobo. Diseminados por los árboles, algunos chalets floridos de geranios sirven de oficinas y de alojamientos a Keitel Jodl, Bormann, Speer y un número muy reducido de oficiales y servidores. Hitler tiene su sala de mapas y su bunker, así como su tren blindado, siempre dispuesto a partir. Una virtud monacal, un aislamiento claustral, un aburrimiento inflexible reinarán siempre sobre ese recinto.

En el Wolfschanze, el Führer de los alemanes se hace despertar a las 10, desayuna en la cama y se informa de la revista de prensa preparada por el Auswártiges Amt. Como no sabe ninguna lengua, todos los extractos de la prensa están traducidos, y como es un miope vergonzante, los textos están mecanografiados en caracteres muy grandes, con una máquina especial. El gran informe diario empieza a las 12 y dura hasta las 14. La tarde está consagrada a una siesta que se prolonga hasta las 18 ó 19 horas. Hitler concede luego algunas audiencias, cena y perora hasta cerca de las 4 de la madrugada, en medio de un círculo de íntimos y de invitados. No es una vida laboriosa, pues detesta el trabajo y se fía más de la intuición que del estudio; es, simplemente, una vida casera. Al comienzo de la guerra, a veces visitaba los regimientos y tomaba comidas (vegetarianas) en medio de los soldados. A partir de la campaña de Rusia, esos contactos acaban. El frente, donde mueren tantos alemanes, seguirá siendo para su Führer un mundo ignorado: nunca expondrá su piel a los caprichos de un proyectil ni su sensibilidad al espectáculo de un hospital. La guerra se hará cada vez más para él una abstracción en que reinan la tiranía del mapa y el mito de su voluntad heroica imponiendo su ley a los hombres y a los hechos...

Los mandos del ejército (O.K.H.) y de la aviación (O.K.L.) se han instalado en Angerburg, al borde del lago a 40 km de Rastenburg. Los jefes del ejército, Brauchitsch y Halder, sólo acuden al cuartel general cuando son convocados, utilizando un viejo autovía de un solo coche. Tienen mayor autonomía que durante la campaña de Francia, por intervenir menos Hitler en el detalle de las operaciones. Pero los diktat del Wolfschanze pueden trastornar sus planes en cualquier instante.

Ametralladora alemana MG34.Uno de esos, la Weisung Nr 35, se les ha transmitido el 19 de julio. Ordena desmembrar el grupo «Mitte» orientando una parte de sus fuerzas blindadas hacia Leningrado, y, después, otra parte hacia Ucrania, para facilitar al grupo «Süd» el establecimiento de una base de partida hacia el Cáucaso. Hitler sigue fiel a sus ideas preconcebidas, y hace pasar a tercer plano de urgencia la conquista de Moscú. El mundo entero espera la inminente conquista de la capital soviética, y los terribles golpes que caen sobre el eje napoleónico, Vilna-Vítebsk-Smolensko, parecen probar que el austriaco sigue las huellas del corso. Nada de eso.

El 23 de julio, Brauchitsch y Halder intentan que Hitler cambie su decisión. Sostienen que Moscú es el objetivo primordial, aun ateniéndose a consideraciones estrictamente militares. Muestran que el nudo de comunicaciones adversarias, único vínculo entre la Rusia del Norte y la Rusia del Sur, de la Rusia asiática y la Rusia europea, se encuentra en Moscú. Citan a Hitler contra Hitler: el Führer no ha cesado de decir que el objetivo de la campaña es la destrucción de lás fuerzas enemigas; ahora bien, ante Moscú, para la defensa de su capital, es donde los rusos amontonan todos los medios que todavía pueden reunir. Allí es, en consecuencia, donde hay que buscar la acción de aniquilacion.

Parece que los argumentos de los dos generales impresionaron a Hitler más de lo que dejó ver. Por la noche, Halder escribe en su diario: Moskau interessiert den Führer im Augenblick nicht, sondern nur Leningrad, pero, unos días más tarde, puede hacerse la ilusión de que no tendrá lugar el desmembramiento del grupo «Mitte». El 30 de julio. la Führerweisung nº 34 suspende el envio de la agrupación blindada nº 3 a las alturas del Valdái decidiendo que se concederá a las Panzer una tregua durante la cual se restablecerán las comunicaciones. Se hace sentir su necesidad. Las escasas rutas, y en primer lugar la que se llama con complacencia la Autobahn, están terriblemente dañadas. La transformación de las vías férreas rusas mediante un tercer rail resulta lenta, y las destrucciones hechas por las tropas soviéticas en retirada son gigantescas. Mientras se organizan esas retaguardias difíciles, las Panzer recobrarán aliento, harán descansar a sus hombres y desengrasarán sus tanques. Los generales de Angerburg empiezan a tener esperanzas de que los movimientos de ala soñados por el Führer serán abandonados en beneficio de una batalla clara y sencilla con vistas a la conquista de Moscú. Halder suspira de alivio en su diario: «La pesadilla se disipa. Al fin, un rayo de esperanza...».

El T34 soviético.De repente, todo vuelve a cambiar. El 4 de agosto, los jefes de ejército del grupo «Mitte» son convocados a Novi Borísov, cuartel general de Bock. Strauss, von Kluge, von Weichs, Hoth, Guderian... Tienen la sorpresa de encontrar allí a Hitler, a quien ninguno de ellos ha visto desde que empezó la campaña. El Führer les dice que viene a consultarles sobre el objetivo de las próximas operaciones, pero que desea recibir sus opiniones por separado, sin que puedan consultarse ni influirse unos en otros.Se les aísla en diferentes oficinas, mientras comparecen uno a uno en el confesionario. Son unánimes: quieren tomar Moscú. Después, tiene lugar una conferencia general. Hitler explica que hace falta apuntar a Leningrado primero, porque esa conquista eliminará a los rusos del Báltico, hará desaparecer toda amenaza contra las importaciones del mineral sueco y quitará al enemigo su arsenal más precioso. La cuestión «¿Moscú o Ucrania?» se planteará luego. Mi decisión, dice Hitler, todavía no está tomada, pero Ucrania me parece en principio más indicada a causa de sus recursos agrícolas e industriales. La conquista de Crimea se impone igualmente siendo ésta un portaaviones peligroso para los petróleos rumanos. Luego quedará tiempo para tomar Moscú antes del invierno.

Vista la causa, la discusión entra en detalles. Los generales aprovechan la rara ocasión que se lés ofrece de poner a su jefe supremo al corriente de las difiçultades de la campaña. El excelente T 34 ruso, 26 t, con un cañón de 76 mm, y una coraza invulnerable al 37 alemán, se multiplica. Surgen mastodontes completamente imprevistos, T 35 de 46 t, Klim Voroshílov de 55 ó incluso de 100 t., Los órganos de Stalin, los Katiushka rusos, representan una sorpresa aún más desagradable: sus 320 cohetes cayendo en veinticinco segundos producen un efecto de aplastamiento que hace perder la cabeza a las mejores tropas. Los generales sostienen que el ejército alemán necesita un tanque y un antitanque más poderosos. De inmediato, piden tanques de reemplazo para reconstituir el valor combativo de sus Panzerdivisionen.

Hitler rehúsa. Los tanques que salen de las fábricas son necesarios, dice, para constituir nuevas divisiones blindadas. Todo lo más, accede a destinar a la totalidad del frente del Este 300 motores de recambio, cifra insignificante. También deja escapar esta confesión: «Si yo hubiera creído —dice a Guderián— que los rusos tenían tantos tanques como ha dicho usted en su libro Achtung Panzer!, creo que no habría empezado esta guerra». Guderian había hablado de 10000 tanques soviéticos. Su cálculo probablemente se quedaba corto en el 50%.

En julio y en agosto de 1941, los éxitos en Rusia parecen justificar el optimismo del mando alemán.Continúa oscilando la balanza del pensamiento hitleriano. El 12 de agosto, un complemento a la instrucción nº 34 se limita a orientar hacia Leningrado el 39 cuerpo blindado. Los generales del grupo «Mitte» empiezan a creer que, después de todo, la ofensiva contra Moscú será lo que prevalezca. Bock ordena retirar del frente las tropas rápidas y tenerlas dispuestas para un ataque general. El terreno, endurecido por el verano, es excelente. Los rusos prosiguen sus acciones locales y los reconocimientos aéreos fotografían hormigueros militares y civiles amontonando fortificaciones entre Viazma y Moscú. Pero la moral de los soldados alemanes sigue siendo elevada. Cubren sus tanques y sus camiones de Nach Moskau.

El 23 de agosto, Halder llega a Novi Borísov. Trae la última variación de Hitler: ni Leningrado ni Moscú: Ucrania. El enemigo sigue resistiendo ante Kiev y el grupo Bock ha tomado sobre el grupo Rundstedt un adelanto de 300 km, que le coloca sobre el flanco de Budienny. Una gran batalla de aniquilación debe resultar de esa situación ventajosa. Guderian girará en torno a Róslavl y atacará cara al Sur. Kleist, franqueando el Dniéper hacia Kremenchug, atacará cara al Norte. Su reunión debe producir el mayor envolvimiento de toda la guerra. No son sólo ventajas económicas lo que Hitler quiere ir a buscar en Ucrania: es la peripecia estratégica que acabará la campaña, destruyendo la última masa intacta del enemigo.

Halder está consternado de la decisión que lleva. Bock está consternado de la orden que recibe. Los dos piensan que renunciar a marchar sin tardanza contra Moscú equivale a aceptar una campaña de invierno. Guderian, convocado, comparte su convicción y su decepción. Bock les sugiere volar hasta el Führer para intentar hacerle cambiar de opinión. Nadie tiene más autoridad que el hombre de la brecha de Sedán, el vencedor de Minsk, el teórico, convertido en práctico, de los blindados... Guderian acepta. Parte con Halder, pero en Angerburg, encuentra a un Brauchitsch congelador que le prohibe volver a plantear la cuestión de Moscú: la decisión está tomada y cualquier insistencia no puede más que provocar tormentas inútiles... ¡ Que ponga al Führer al corriente de la situación en el frente, bien, pero que prometa no pronunciar la palabra Moscú!

Un destacamento alemán avanza hacia una aldea incendiada.En torno a Hitler, la asistencia es numerosa y complaciente: Keitel, Jodl, Schmundt, los demás oficiales de la O.K.W., pero ni Brauchitsch ni Halder. Hitler abre el fuego preguntando a Guderian si, después de todas las fatigas que han pasado, sus tropas son capaces aún de un serio esfuerzo. «Para un gran objetivo, comprensible a cualquier soldado - responde Guderian- mi respuesta es que sí. ¿Se refiere naturalmente a Moscú?—Ja, mein Führer.» La palabra prohibida ha salido. En contra de los temores de Brauchitsch, Hitler no se inflama. Guderian pide y obtiene el permiso para exponer de modo completo las razones que, según él, imponen marchar inmediatamente contra la capital enemiga. Hitler le escucha sin interrumpirle. Responde largamente y con fuerza. Luego pregunta a los presentes quién les ha convencido, Guderian o él. Ellos se indignan: el caso está claro como el cristal: ¡ Ucrania primero! Al salir, Alfred Jodl acerca al general de las Panzer su desplumada cabeza de viejo contable: «No se preocupe, Guderian. La intuición del Führer es infalible: siempre tiene razón...»

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parte 01, 02

Principal, Operación Barbarossa, la batalla de Ucrania, la batalla de Mosku, Stalingrado, 1943-1945: contraofensiva sovietica, la batalla de Berlín, Alexei Fiodorov, links

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