
Por
Carolina Hernández
angelom85@yahoo.com
No siempre se
necesita de una fecha especial, pues hay ocasiones
en que semanas antes se comienza a preparar
todo. Interesa que no falte, buena música,
aguardientico y un parejo con quién
bailar, no importa que no lo haga muy bien
Mi mamá es casi siempre la que forma
estas parrandas familiares, pues ella es la
que toma la iniciativa de llamar a toda la
familia para preparar lo que se va a hacer.
Después
de decidir dónde nos vamos a reunir,
se reparten las cuotas entre los integrantes
de la familia y se decide que se va a preparar
aquél día; ya sólo queda
esperar la fecha indicada. Todo parece marchar
a las mil maravillas.
Llega el día
de la rumba, el teléfono de mi casa
no para de sonar en toda la tarde, preguntando
qué hace falta para la noche: que si
el revuelto, que si la olla grande, que si
la salsita, etc.
Cuando se
decide que la rumba va a ser donde mis tías,
los que vivimos en casa de los abuelos, salimos
repletos de revuelto, plátanos, tomates,
bananos, mejor dicho un montón de cosas
que se necesitan para la comida. Una cuadra
antes de llegar donde mis tíos se escucha
el equipo a todo dar. Todos asistimos, hijos,
nietos, bisnietos y por supuesto mis abuelos,
que aunque no participan mucho de estas cosas
se aguantan el sueño sólo por
la satisfacción de ver a toda su familia
reunida y contenta.
Las mujeres
como cosa rara a la cocina, mientras que los
hombres se dedican algunas veces a beber y
otros hasta se ofrecen a ayudar.