Por
Natalia Peláez
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24 de diciembre de 2003, 8:45:22 de la noche; en el centro de la ciudad, Clara, una estudiante de Mercadeo Nacional e Internacional, de 21 años, mira esperanzadamente el reloj, voltea rápidamente la cabeza buscando los ojos de la administradora del almacén de zapatos, en el que trabaja por temporada, desde hace dos semanas atrás.

La administradora siente la interrogante mirada de la vendedora, baja la cabeza, observa detenidamente el reloj y en tono firme pronuncia: Clara, se acabó su turno, se puede ir . Tome su pago. Feliz Navidad.

En ese mismo instante, Sofía, madre de dos hijos, sale del centro comercial Parque Caldas con su esposo, luego de comprar la barbie médica, con todos sus accesorios, para su hija María Camila, de 7 años de edad; además de una pista de autos, marca * hot wild*, para su hijo Jerónimo, de 13 años.

A las afueras del Centro Comercial, un niño, de 8 años, pide limosna con su mamá. Al verlo, Sofía siente que su corazón se comprime, su cuerpo se paraliza, luego de algunos minutos logra reponerse y se percata de los zapatos viejos y rotos del niño, lo toma de la mano, con voz de madre cariñosa, le dice: acompáñame, tengo un regalo que te espera. El niño la sigue, entran juntos al almacén, mientras su mamá lo observa complacida.

Clara es la última vendedora en dejar el local, se despide de la administradora, camina lentamente hasta la puerta de la derecha; ve entrar a Sofía, revisa el establecimiento cerciorándose de que es la única empleada, se devuelve hasta el mueble de atención y deja caer su bolso, se dirige hacia Sofía - “ Feliz Navidad, buenas noches, ¿en qué puedo servirle?”; Sofía en un tono de excitación responde – gracias, necesito unos tenis en promoción para este niño, no se cual es su talla, pues no es mi hijo, ¿qué edad tiene?, pregunta Clara, el niño responde: ocho, señorita. Clara entra a la bodega y sale con varios pares de tenis talla 28. El niño no se quiere quitar los zapatos, Clara en un gesto de comprensión se agacha y desamarra cuidadosamente los nudos de los cordones de los zapatos, saca uno a uno los pies del niño, mientras él los esconde tímidamente, un olor rancio llena el local, Sofía toma distancia con respecto al pequeño; Clara se apura a ponerle un nuevo par de tenis. La mamá del niño entra en el almacén y con voz quejumbrosa empieza a contarle sus desventuras a Sofía, quien hace visible el fastidio que le produce escucharla, la mujer le pide copiosamente un par de zapatos para ella, Sofía hace caso omiso de sus peticiones y se dirige a la vendedora: nos llevamos estos tenis; el niño entrega sus viejos zapatos a Clara y en un tono de voz bajo, le pide que los bote. La vendedora piensa unos cuantos segundos, como tomar los zapatos para no impregnarse del olor, al fin se decide por los cordones. Mientras Sofía cancela, el niño la observa con admiración y le regala un beso en su mano derecha. Sofía sonríe, aunque busca cualquier descuido para limpiarse la mano. El niño, su madre y Sofía salen del almacén. En la distancia se escucha a la madre del niño exigiéndole unos zapatos para ella.