Aún le daba vueltas a la cabeza cuando
me encontré en el Purgatorio. ¡Pssché...!.
Ni color, oye. Ahí todo el mundo intentando
hacer méritos. ¡Menuda panda haciendo la
pelota!.
Y eso que había un par de
muy majas
que no paraban de gritar que, a ver,
oiga, que venga el encargado, que con nosotras se han equivocado
y que a estas horas teníamos que estar en el Infierno, que habíamos quedado
con unos colegas y añadían por lo bajini
que mira, si cuela, cuela, y que de haberlo sabido antes nos
hubiéramos portado peor, porque para esto, la verdad...
Total, que me tomé un par de
con ellas, me dieron su teléfono y me despedí
hasta otra vida (o sea: "hasta otra, vida").
Y ya, por probarlo todo, me decidí a darme un voltio por el
Cielo, aunque no os
podéis ni imaginar lo que puede llegar a pesar un cepillo
de dientes cuando lo llevas sujetando un diván, un buen
montón de libros y un arpa...
Volver al
Infierno
Ir al
Cielo