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Siglo 30


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                                Siglo 30
                                                  por Héctor Ugalde (uch)

   "Está usted en el siglo 30. ¿De que siglo es usted?"
   Estaba muerto, y un instante después abro los ojos, y esta extraña
persona con extrañas ropas me dice... ¿qué me dice?
   "Está usted en el siglo 30. ¿De que siglo es usted?"
   El extraño repite la pregunta, y yo sólo acierto a balbucear:
   "Siglo 20"
   El extraño prosigue con preguntas sobre la vida en el siglo 20, y yo
contestando lentamente me voy recuperando de la sorpresa, y de lo extraño
que resulta que un extraño con extrañas ropas me haga preguntas un
instante después de mi muerte.

   Se me ocurre comenzar a hacer yo preguntas, tímidamente al principio,
pues no sé si el extraño querrá contestarlas. Sin embargo el extraño las
contesta sin darles importancia, de la misma manera que él hace sus
preguntas, y de la misma manera extraña en que escucha mis respuestas:
monótonamente.

   Es un continuo intercambio de preguntas y respuestas. Una especie de
juego de ping pong verbal en que se mezcla mi interés por saber, por
conocer, contrastado con el desinterés del inexpresivo extraño que no se
inmuta ante nada.

   Lo primero que averiguo es que no estoy muerto. Ya no. Ahora, en este
futuro, tienen la tecnología para crear cuerpos, "capturar" las almas de
los muertos, y "meterlas" en los cuerpos que crearon.
   De pronto caigo en cuenta del porque de esa rara sensación, como de
un sueño, de no ser yo. De todo lo extraño que no había percibido
conscientemente por lo mismo extraño de la situación... Mis manos no son
mis manos, mi voz no es mi voz, y mi rostro... Busco un espejo, una
superficie pulida en la cual poder verme. La encuentro, y me veo. Un extraño
me mira, un rostro extraño de mirada extraña. Es una sensación extraña
ver una mirada dulce en mi. Yo, ¡que he odiado tanto!...

   Después de un rato, me doy cuenta de que el extraño me ha seguido y
ha estado repitiendo su pregunta, la misma pregunta, en el mismo tono.
Las preguntas y respuestas se reanudan, y yo me desespero, me enojo y
quiero hacer enojar, hacer desesperar a este extraño, sin lograrlo.
¿Es esto el infierno? ¿Estoy en el infierno? Yo, ¡que nunca creí en el
infierno!
   "No" Contesta el extraño. Parece que hice la pregunta en voz alta.
   Y el extraño no se ríe, no muestra ninguna emoción, imperturbable. Es
más: no parece mentir.

   Hay algo extraño en el extraño, una vaga idea se va formando en mi
mente... Sospecha que se ve confirmada después que me pregunta cómo fué
mi muerte:
   "Morí en la silla eléctrica por haber matado a 23 personas..."
   El extraño ni siquiera parpadea.
   "¿Qué es una silla eléctrica?"
   Entonces pregunto, o más bien afirmo:
   "¡Eres un robot!"
   "Sí. ¿Qué es una silla eléctrica?"

   Entonces pregunto qué les sucedió a los seres humanos, y el robot
repite su pregunta, y sólo después de que le explico que es una silla
eléctrica, responde a mi pregunta explicándome que la humanidad se acabó
a si misma. Siento tristeza y es extraño pues yo que siempre aseguré que
la humanidad no tenía esperanza, ahora que veo cumplido mi pronóstico
pesimista me duele haber tenido razón...

   Sin embargo ¡sí hay esperanza! Estamos los humanos revividos, y
podemos revivir más, y... Pero mi ilusión no dura mucho pues a una
pregunta mía, el robot me informa que aunque mi cuerpo podría durar
miles de años, voy a ser "desechado" como un objeto cuando termine la
"entrevista". Siento ira y odio hacía estos extraños seres que me han
revivido solamente para extraer datos, sólo como una fuente de
información.

   Voy elaborando un plan, aprovechando que la información que me brinda
el robot es irrestricta. No parece importarle decirme qué sistemas de
seguridad tienen así como no le importa decirme la fecha o la hora.

   Sin embargo mi tiempo va corriendo. Recuerdo a Sherezada en las mil y
una noches y se me ocurre inventar, inventar datos para entretener a mi
captor. Eso me permite ir reuniendo más y más datos sobre su seguridad
en una carrera contra el tiempo. Preguntas y respuestas. Yo nervioso, él
impasible.

   Voy llevando a cabo mi plan, destruyendo las defensas para proteger a
los robots, defensas que, paradójicamente, fueron creadas por seres
humanos cuando se dieron cuenta que la inteligencia artificial era
diferente a la humana pues no tenía conciencia, no tenía objetivo. Sólo
podía seguir complejos algoritmos pero no "salirse" de ellos. Defensas
inteligentes para proteger a estos estúpidos robots.


   Así es como llego al Centro de Energía, seguido por el obstinado
robot que continúa con sus preguntas. Ya sé cuál es el punto débil: el
módulo que transmite energía a todos los robots. Así como los
científicos nunca lograron duplicar la inteligencia, tampoco lograron
duplicar el sistema bioquímico. Los robots dependen de un sistema
central de energía. Así que subo estas escaleras, abro el panel. Ya sólo
es cuestión de cor...
   Un rayo de energía emerge tirándome de las escaleras.
   Caigo al suelo con varios huesos rotos, desangrándome.
   "¿Por qué no me dijiste de este mecanismo de seguridad?"
   "No lo preguntaste"
   Gimo. No sé si reir o llorar.
   "¡Pude haberlo logrado!" es mi último pensamiento...
   Muero...






   "Está usted en el siglo 34. ¿De que siglo es usted?"
   Otro extraño en esta extraña sensación de Deja Vu. Otro extraño cuatro
siglos después.
   "Está usted en el siglo 34. ¿De que siglo es usted?"
   Esto ya lo había vivido... pero ahora va a ser diferente...

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