1. BIENVENIDA
Celebrante: En el nombre del Padre... (y saludo)
Guía:
Desde el punto de vista religioso, la Escritura y la Iglesia consideran
a los bienes de la tierra como sacramentales de la presencia de Dios, signo
de su bendición y medios con que el Señor muestra su providencia
y asistencia a sus hijos.
Con todo, innumerables hombres de todas las culturas, incluidos muchos cristianos,
los miran como medio para dominar y distinguirse entre los demás,
como "ídolos" a los que veneran o pedestal para estar arriba
y sentirse mejores o mayores que otros.
La Liturgia de la Palabra de este día enseña que los bienes
no dan la seguridad ni la salvación, pues son sólo un medio
para vivir y convivir; pero nunca un fin por sí mismos o de qué
gloriarnos.
Un sabio del Antiguo Testamento nos asegura que todo puede ser vanidad cuando
falta la fe y la cordura. San Pablo nos enseña hoy, como una vez
enseñó a los cristianos de Colosas, que aunque viva en el
suelo, el cristiano debe mirar hacia el cielo. Y Jesús nos señala
que la vida no nos ha sido dada para amontonar cosas, sino para compartirla
conviviendo y sanando la ambición del corazón.
Esta visión de las cosas puede llevarnos a usar los bienes como un
signo de comunión y no de división, como ayuda a la fe y no
como camino a la idolatría.
2. LITURGIA DE LA PALABRA
Primera lectura (Eclesiastés o Qohélet
1,2; 2,21-23)
La sabiduría no consiste en saber muchas cosas sino en conocer las
fundamentales. Con la profundidad del maestro, Qohélet amonesta a
los creyentes: aunque los bienes pueden ayudar, nunca darán la salvación.
Ayudan a ver la Providencia de Dios, pero también pueden volverse
trampa de la esperanza y tumba para la fe.
Segunda lectura (Colosenses 3,1-5.9-11)
Pablo enseña a los cristianos que la grandeza no está en las
pasiones o en las cosas, sino en los valores y en la virtud. Las cosas nos
atraen, pero pueden también ahogar y alejar a los creyentes de lo
fundamental y definitivo. El "más acá" no es malo,
pero es sólo una puerta que lleva al "más allá".
Evangelio (Lucas 12,13-21)
La acumulación de bienes puede destruir la esperanza. A quien quiere
involucrarlo en reparto y bienes, Jesús responde que su misión
no es distribuirlos, acción realizada por el Padre en el principio,
sino salvar de la ambición y preocupación que ellos generan.
3. ORACIÓN DE LOS FIELES
Celebrante:
Hermanos, Dios es nuestro Creador, que nos cuida con cariño paterno.
Pidámosle que nos ayude a recibir su bondad y a responderle como
hijos.
Guía: Oremos todos / Señor,
enséñanos tus caminos.
- Por la Iglesia de Cristo: que aprenda a servirse de los bienes materiales
con tino y honestidad para hacer el bien y no para coleccionarlos. Oremos
todos
- Por los ministros de la Iglesia: que aayuden a sus hermanos con su sabiduría
y consejo más que apoyados en el poder y en el prestigio. Oremos
todos
- Por los encargados de las cuestiones eeconómicas de los gobiernos:
que sean honestos en la administración de los bienes de sus pueblos
y responsables en su manejo para beneficio común. Oremos todos
- Por los padres de familia: que usen ell patrimonio familiar solidariamente
por el bien de todos, sin gastarlo en caprichos o presunción. Oremos
todos
- Por cuantos llamamos "millonarioss": que no sean sólo
objeto de nuestra envidia, sino meta de nuestra oración compartida
y nuestra fraternidad creyente. Oremos todos...
- Por todos nosotros: que miremos en loss bienes terrenos los signos de la
bondad de Dios y no la ocasión para agredirnos y oprimirnos como
enemigos. Oremos todos
- Otras intenciones. Oremos todos
<
Celebrante:
Dios nuestro, que nos pusiste en la tierra para cuidarla y trabajarla: escucha
nuestras peticiones y vuélvenos sensatos y capaces de usar los bienes
terrenos como signos de tu providencia. Por Cristo nuestro Señor.
- AMÉN
4. EXHORTACIÓN FINAL
Guía:
La comunidad de oración tiene la finalidad de unirnos en los mismos
intereses y en las mismas aspiraciones. Por ello, al separarnos de nuestra
comunidad eclesial y dirigirnos a nuestra vida familiar y social, estamos
conscientes de haber aprendido algo: nuestra riqueza no está en los
bienes adquiridos, sino en aquéllos que hemos sabido compartir.
Dios no nos pide vivir sin cosas, pues, de suyo, Él nos las ha dado,
pero nos sugiere aprender a no depender de ellas y a ir más allá
de ellas; y ni siquiera nos juzga por lo poco o mucho que tenemos, sino
sobre cómo lo administramos.
Al final de la vida, nuestra grandeza no estará en las cosas que
habremos aprendido a conseguir, sino en cómo nos hemos servido de
ellas para reflejar la bondad de Dios.
Que el tener, el poder y el saber no nos hagan dueños, hacendados
o patrones
sino administradores.
Celebrante: En el nombre del Padre... (y despedida)
5. SUGERENCIAS PARA MEDITAR
Las cosas son todo un mensaje:
- estuvieron en la tierra antes que nosootros;
- son compañeras de viaje en nuesstra vida con los demás vivientes;
- no evitarán nuestra muerte y seeguirán en la tierra cuando
nos retiremos de ella.
Aunque la Escritura comienza en el Génesis hablando de ellas antes
que de los seres humanos, termina en el Apocalipsis mencionado su renovación
en el nuevo orden, pero en relación a la comunidad redimida.
Desde siempre, el ser humano ha buscado vivir tranquilo, sin temor y en
seguridad. Se refugió en la cueva para protegerse de la intemperie
y esconderse de los riesgos, buscó colocar frente a sí cosas
que señalaran su poderío y logró una distancia de los
demás quienes debían rodearlas o frenarse ante ellas, antes
de llegar a él.
Un canto resume la perspectiva de la fe con tino: "... las cosas son
importantes, pero la gente lo es más" y el domingo décimo
octavo del Tiempo ordinario alerta a los cristianos sobre el uso de las
cosas: ¡el dinero no es la seguridad!
Un gran sabio del Antiguo Testamento a quien llamamos Qohélet ("líder",
"ministro de la asamblea"; o bien: "el que sabe ser y hacer
comunidad") propone: "Todas las cosas... son vana ilusión".
Su crítica mordaz y aguda puede ser interpretada como opinión
de un pobre viejo que no haya contento en la vida, de un personaje frustrado
por la pobreza o de un rico que ha vivido intensamente y está decepcionado
de lo que antes llegó a considerar satisfacción, premio a
su esfuerzo, conquista, éxito o herencia. Pero el texto de Qohélet
está inspirado; es Palabra de Dios y no filosofía; no es desdén
o desplante contra el dinero, sino madurez en la fe y en la vida (Primera
lectura).
En su catequesis a los cristianos de Colosas, Pablo desgrana una verdad
fundamental de los cristianos: si el creyente ha resucitado con Cristo por
su bautismo, sólo lo de arriba, "donde está Cristo"
tiene sentido y le basta. Pero ese "arriba" no está constituido,
sin más, por nubes o estrellas, sino por el alejamiento de cuanto
amarra al ser humano, que el apóstol designa: fornicación,
impureza, pasiones desordenadas, malos deseos, avaricia y engaño,
que pueden acabar en idolatría (segunda lectura).
Lucas cita dos actitudes de Jesús respecto a los bienes. Primeramente,
a quien le pide fungir de árbitro en la distribución de una
herencia, el Maestro responde que su misión no es para tales cosas,
sino para poner en relación con Dios. En segundo lugar, precisa que
el mayor de los riesgos humanos es precisamente la avaricia. Esta idolatría
tiene tantas caras que hasta se viste de previsión, como la del hombre
de la parábola con que lo explica y que previó todo... excepto
"cómo vivir más allá" (evangelio).
En la historia de la humanidad la distribución de la riqueza ha sido,
ordinariamente, el origen de los males: por el tener o tener más,
se mata, se roba, se adultera, se miente y se olvida lo aprendido y se violan
los valores más elementales. Tener más dinero ayuda a romper
las familias, crear estratos sociales, a que algunos se sientan más
que otros y a que todos traten de alcanzar sus cinco minutos de poder entre
los poderosos.
Ante la riqueza, la Iglesia, siguiendo a la Escritura, propone su verdad
de siempre: el único apoyo para la vida del creyente es la confianza
en Dios. Las cosas no son malas, pueden ser un vínculo de comunión
y apoyos a la colaboración; también pueden verse como un signo
de bendición... pero nunca podrán perder su esencia material
y volverse objetos de idolatría o sustitutos de su Creador.
A los seres humanos tocará administrar los bienes de la tierra y
repartirlos, puesto que la única forma de ser dueños de ellos
es, precisamente, mostrando que la riqueza no está en amontonar sino
en trascender, no para alejarse de los bienes sino para señalar que
"Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos
los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar
a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la
compañía de la caridad", pero evitando la pasividad,
irresponsabilidad y egoísmo de parte de los creyentes (Gaudium et
Spes, 69).
©
Derechos Reservados. Esta es una versión electrónica del Libro
"Celebrar y Vivir la Palabra IV (Año C)" del Lic. A. Tomás
Parra Sánchez, la cual, ha sido realizada por el IAFOBI con permiso del Editor. Ediciones DABAR, México 2001. Prohibida
su reproducción.