1. BIENVENIDA
Celebrante: En el nombre del Padre... (y saludo)
Guía:
Creer, tener esperanza y confiar son términos muy pesados con que
señalamos nuestra conciencia de creyentes ante Dios en medio de las
realidades que nos rodean.
Lejos de señalar una especie de renuncia, esos términos significan
una convicción del corazón y una forma de ver la vida y sus
bienes. A esto nos lleva la Palabra de Dios que se nos da como alimento
en esta celebración dominical.
Un texto de la Sabiduría evoca la fe de los padres que, confiados,
participaron en la aventura del éxodo. El autor de la Carta a los
hebreos evoca más ejemplos del pasado y señala cuál
debe ser la conducta de los cristianos en su respuesta al Dios del amor.
Y Jesús, en el evangelio, nos propone los caminos de la sencillez
y de la vigilancia para alcanzar la serenidad del corazón.
Creer, pues, es hacer uso de todas las energías del espíritu
humano y confiarse a la providencia de Dios. Sus consecuencias son: no dudar,
esperar, confiar y, sobre todo, vigilar para que los bienes de la vida no
estorben el camino del creyente hacia Dios.
Que la celebración de hoy nos ayude a realizar esto
sin descuidar
aquello.
2. LITURGIA DE LA PALABRA
Primera lectura (Sabiduría 18,6-9)
Para animar su fe y evocar la liberación de Dios, los creyentes deben
recordar la noche de Pascua en todo tiempo. El autor de Sabiduría
estimula a sus contemporáneos a hacer lo mismo bajo tres aspectos:
oración, solidaridad en los peligros y comunicación de bienes.
El cristiano debe hacer lo mismo evocando el misterio pascual de Cristo.
Segunda lectura (Hebreos 11,1-2.8-19; o
forma breve: 11,1-2.8-12)
Para explicar que la fe funda a la esperanza y da la seguridad sobre lo
que no se ve, el autor de la Carta a los Hebreos habla de Abraham. El patriarca
obedeció a Dios dejando su patria, confiando en su palabra y aceptando
la promesa que le hizo. No se le ofreció una misión fácil,
pero sí el apoyo para llevarla a término.
Evangelio (Lucas 12,32-48; o forma breve:
12,35-40)
"La paciencia es la mitad de la fe", opina la ascesis musulmana.
Ya Jesús había prevenido a sus discípulos en esa misma
dirección invitándolos a vivir de esperanza. De este modo,
la vida del cristiano no es tiempo para dormir sino para emplearse en el
camino y en el quehacer de Dios.
3. ORACIÓN DE LOS FIELES
Celebrante:
Hermanos, hemos recibido la Palabra de Dios que nos asegura la salvación.
Pidamos ahora al Señor que nos guíe hacia ella volviendo realidad
sus promesas de auxilio.
Guía: Pidamos con humildad / Escúchanos,
Padre bueno.
- Por el Papa y nuestros obispos, sucesoores de los apóstoles: para
que confíen en la palabra de Dios más que en su esfuerzo,
sabiduría y autoridad. Pidamos con humildad
- Por los intelectuales y los escritoress: para que sepan descubrir la verdad
que nos beneficia a todos, dondequiera se encuentre, pero sin presentarla
para encubrir otros intereses. Pidamos con humildad
- Por cuantos han recibido bienes por heerencia, suerte o esfuerzo: para
que sepan administrarlos con responsabilidad, sin ofender a los menos pudientes.
Pidamos con humildad
- Por cuantos andan de viaje: para que ssu situación sea memorial
del éxodo que libera y es símbolo de renuncia y no frustración,
perdición o rechazo por parte de los establecidos. Pidamos con humildad...
- Por los religiosos y religiosas: para que vivan su vida cristiana en ese
estado con convicción y como un signo de entrega a Dios y a sus hermanos
y no como privilegio o por tradición. Pidamos con humildad
- Por cuantos nos hemos reunido a celebrrar al Señor que nos habla
en la Escritura y en la comunidad: para que aprendamos a compartir la fe,
nuestra esperanza y nuestros bienes. Pidamos
- Otras intenciones. Pidamos
Celebrante:
Padre misericordioso, que nos has dado el universo para vivir dignamente
sin ofenderte ni ofendernos: danos paciencia cuando nos falten bienes, y
responsabilidad y prudencia para administrarlos cuando los tengamos en abundancia.
Por Cristo nuestro Señor. - AMÉN
4. EXHORTACIÓN FINAL
Guía:
Siguiendo el tema del domingo pasado, la Palabra de Dios nos ha recordado
hoy que ser pobres no es vivir alejados de las cosas, ni despreciarlas como
si fueran un mal o sentirnos humillados por no disponer de ellas como quisiéramos.
Puesto que los bienes han sido dados a los humanos para resolver sus necesidades,
la Iglesia nos invita a tomar una legítima distancia del tener que
puede llegar a ser motivo de alienación, ofensa contra el prójimo
al que escandalizamos con nuestra ambición y peligro para nuestra
salvación.
Por ello, podemos emprender la vida sabiendo que dar no se reduce a ofrecer
lo que nos sobra y compartir no es una razón para inquietarnos, sino
motivo para parecernos a Cristo y vivir el programa que él nos ha
propuesto con su propia encarnación, la oración del Padrenuestro
y sus bienaventuranzas.
Celebrante: En el nombre del Padre... (y despedida)
5. SUGERENCIAS PARA MEDITAR
El período del Tiempo ordinario,
entre la Pascua y Navidad tiene por objetivo desenvolver el inmenso sentido
de la Pascua, tema capital de la fe. Como este período es grande,
la Liturgia lo divide en dos momentos. Tomando en cuenta los domingos, una
parte va del domingo siguiente a la Epifanía hasta el domingo anterior
al Miércoles de ceniza; y, luego, del domingo siguiente a la Trinidad
hasta la Solemnidad de Cristo Rey.
Los temas que se tocan en este período de 33 o 34 semanas, siguen
el ritmo de llamados evangelios sinópticos: Mateo (Año A),
Marcos (Año B) y Lucas (Año C).
A lo largo de este Año C, Lucas nos sirve de guía en el descubrimiento
del misterio de Cristo en ciclos: la comunidad de Jesús (domingos
II - VIII), diversos aspectos de Cristo como mensajero de salvación
(IX - XII), las maneras y actitudes en que el cristiano sigue a su Maestro
(XIII - XXIX) y temas de escatología o realidades finales (XXX -
XXXIV).
Hoy, concretamente, el evangelista nos habla de la pobreza del creyente
como un signo claro de fe, de esperanza y de amor. No es carencia absoluta
de bienes, sino uso de ellos en sentido evangélico: participación
en el "bien común".
El autor del Libro de la Sabiduría alude al recuerdo y significado
de la primera pascua que sirvió para señalar el cumplimiento
de la promesa divina a los padres y del compromiso de una comunidad que
buscaba la libertad. El éxodo no fue sólo una vaga liberación
de la opresión o castigo genérico para el perseguidor, sino
se volvió motivo por el que cualquier comunidad libre honra a su
Dios y aprende a volverse solidaria hacia los de dentro y hacia los de fuera
en los peligros que la acechan y los bienes que posee. Así como la
libertad del pueblo no la consigue cada uno por su cuenta, así los
riesgos de la fe son compartidos por cuantos quieren ir juntos hacia Dios.
Palabra clave: "compartir" (primera lectura).
Más que sobre doctrinas, la fe se apoya en el ejemplo, como el de
Abraham. El creyente de hoy es invitado a reflejar su fe en las circunstancias
que vive, así como el patriarca vivió las propias: obedeciendo
a Dios, dejando su tierra y aceptando realidades aparentemente imposibles.
Para aclararnos el alcance de tal fe, el autor de la Carta a los hebreos
la define como "la forma de poseer, desde ahora, lo que se espera y
de conocer las cosas que no se ven". Otra palabra clave: "esperar"
(segunda lectura).
Jesús va más allá y pide a sus seguidores que vivan
sin apego a las cosas y bienes, en señal y espera de su llegada definitiva.
Para acentuar este motivo de la vigilancia, propone una parábola
sobre el modelo del vigilante, listo para recibir a su señor; y otra
del padre de familia que sabe cuidar a su familia de noche para evitar ser
sorprendido por los ladrones (evangelio).
Por desgracia, muchos de nosotros, cristianos del siglo XXI, en nada nos
distinguimos de los hombres y mujeres de otros credos o de los ateos: atesoramos
bienes, nos ocupamos en tener "algo más" y vivimos más
para conseguir que para convivir. En otras palabras, seguimos el juego de
la "ideología de la seguridad": ¡hay que quitarle
territorio al vecino para cuidar el mío! En su evangelio Jesús
no nos prohíbe cuidar a la familia o prepararnos a enfrentar situaciones
críticas; al contrario, pero sugiere que nuestro interés se
apoye en vigilancia, esperanza, fe, prevención y prudencia en un
"más allá" que está a la puerta.
La participación del cristiano en programas de justicia social o
sus prácticas ascéticas de desprendimiento son buenas en sí,
pero asumir la vida cristiana con pobreza es un gesto de fe y amor, que
lleva a superar el olvido de lo fundamental: el no saber qué hacer,
el encerrarse en las cosas y en las fobias por el dinero, pues "¡Donde
está tu tesoro... ahí tienes tu corazón!". La
advertencia es clara y no hay tiempo para pensarlo mucho, tan sólo
para decidirlo e intentarlo: ¡O es hoy... o nunca será!
©
Derechos Reservados. Esta es una versión electrónica del Libro
"Celebrar y Vivir la Palabra IV ("Año C")" del
Lic. A. Tomás Parra Sánchez, la cual, ha sido realizada por
el IAFOBI con permiso del Editor. Ediciones DABAR, México
2001. Prohibida su reproducción.