1. BIENVENIDA
Celebrante: En el nombre del Padre...
Guía:
A la fiesta de hoy se le ha conocido tradicionalmente como Corpus Christi
acentuando, sobre todo, el tema de la presencia real de Cristo en la eucaristía.
Surgió en 1242 en la ciudad de Lieja, Bélgica, luego de una
misteriosa revelación a la Beata Juliana de Lieja. Originalmente,
tuvo sólo resonancia local. Años después (1264), el
Papa Urbano IV la extendió a toda la Iglesia y la fijó en
su fecha actual, después de Pentecostés. Santo Tomás
de Aquino formuló su oficio y se mantuvo inalterada hasta el Concilio
Vaticano II. Luego de la renovación litúrgica patrocinada
por éste, se han destacado los aspectos de acción de gracias;
el aspecto de comunión y vida de Cristo con sus hermanos; su perspectiva
de alimento y preparación de la comunidad cristiana en su camino
hacia el Padre; el tema del memorial de la presencia real de Dios en medio
de su pueblo; y, por último, el aspecto de signo y epifanía
de su amor.
Que la celebración de esta Fiesta del Cuerpo y Sangre del Señor
nos ayude a meditar sobre los aspectos anteriores sin que la reduzcamos
a un doblete o a repetición de la celebración Jueves Santo;
sino que, al contrario, aprendamos a valorar el misterio de la Eucaristía
como uno de los signos privilegiados con que Cristo nos acompaña
mientras nos dirigimos hacia el Padre.
2. LITURGIA DE LA PALABRA
Año A (2002, 2005...)
Primera lectura (Deuteronomio 8,2-3.14-16)
Un problema moderno es el olvido de Dios. No es que se niegue su existencia,
sino que ya no importe su presencia. Moisés dice que si en la aflicción
se descubre a Dios, más podrá constatarse su providencia en
la bendición y en la abundancia que el creyente es capaz de descubrir,
no el intruso.
Segunda lectura (1 Corintios 10,16-17)
La comida, además de alimentar, unifica a los comensales. El apóstol
Pablo parte de esto para asegurar a los cristianos de Corinto que "la
eucaristía" hace de los creyentes una sola familia y un mismo
cuerpo. Participar en esta comunión es identificarse con los hermanos.
En cambio, buscar otras comuniones no une... sino aleja y pierde.
Evangelio (Juan 6,51-58)
Los símbolos del Antiguo Testamento quedan en el aire si no son remitidos
a realidades renovadas por Cristo. El símbolo del antiguo maná
ciertamente quitaba el hambre, pero no la muerte de quien lo comía.
En cambio, quien no recibe a Cristo, no sólo deja de comer, sino
que se niega la resurrección; no sólo deja de alimentarse
de algo para vivir, sino pierde la posibilidad que se le ofrece de salvarse.
Año B (2000, 2003...)
Primera lectura (Éxodo 24,3-8)
La alianza que Dios realiza con su pueblo no es amor de un rato o un vago
compromiso con bienestar a la vista. Es un gesto de comunión, de
empeño mutuo, de solidaridad y de fidelidad permanente. Se le señala
con gestos y la sangre es su signo indispensable. En otras palabras: se
firma, se afirma y se confirma.
Segunda lectura (Hebreos 9,11-15)
A partir del concepto bíblico de la sangre, la Carta a los hebreos
destaca el papel de la de Cristo. Es el signo de la vida, por excelencia.
Si se derrama, consagra; y si se ofrece, purifica. En consecuencia, salva,
redime, libera, perdona y es una garantía y promesa de herencia eterna.
Evangelio (Marcos 14,12-16.22-26)
Jesús celebra la pascua con sus discípulos no para decirles
su último "adiós", sino para neutralizar la ausencia
y promover su presencia. Su cuerpo y su sangre son memorial, es decir: motivo
de encuentro y promesa de vida; y no desinterés, despedida, abandono
y, menos aún... olvido.
Año C (2001, 2004...)
Primera lectura (Génesis 14,18-20)
Melquisedec, figura sacerdotal del Antiguo Testamento, le ofrece a Abraham
el pan y el vino que lo comunican con el Dios Altísimo, a quien él
representa. A su vez, el patriarca le participa su diezmo. No es intercambio
de regalos sino comunicación de bienes en el nivel de la fe; no es
paga de un servicio, sino entrega de sí mismos ante Dios.
Segunda lectura (1 Cor intios11,23-26)
A diferencia de la Pascua judía, que evocaba la libertad social de
un pueblo oprimido, la Pascua cristiana es el memorial de una nueva alianza
entre Dios y los hombres. Evoca a Jesús que se despide, anuncia el
sentido de su muerte salvadora a favor de todos y les asegura y señala
la esperanza de su próximo retorno.
Evangelio (Lucas 9,11-17)
El relato de la "multiplicación de los panes" es una crítica
de las actitudes de incontables cristianos. Ordinariamente sabemos multiplicar
el rito de la eucaristía, al asistir a ella, pero ya no lo sabemos
acompañar de una distribución de los demás bienes terrenos
que Dios nos permite tener y administrar en beneficio de todos. Es fácil
decir que cada uno busque su pan, pero no permitir que los demás
tomen del mismo canasto.
3. ORACIÓN DE LOS FIELES
Celebrante:
Padre Dios que cuidas a tus hijos para que no caigan ante el cansancio,
el hambre y el abandono: míranos pendientes de tu Palabra de vida
y atiende las solicitudes que estos hijos tuyos desean presentarte para
que les concedas tu favor.
Guía: Oremos / Padre Dios, danos
el pan de la vida
- Por la Santa Iglesia de Cristo y suss ministros: para que sepan distribuir
tanto el pan de la eucaristía como el de la Palabra y del ejemplo
en la fe. Oremos
- Por los pueblos en desarrollo que suuffren el dominio de los que se consideran
fuertes: para que procuren su propio crecimiento sin esperar todo de la
asistencia ajena a costa de su libertad y sumisión. Oremos
- Por los cristianos que no valoran laa presencia de Cristo en la eucaristía:
para que el Señor les abra el corazón para sentirlo y les
dé la seguridad de encontrarlo en ella. Oremos...
- Por los coordinadores y líderrees sindicales: para que promuevan
iniciativas que ayuden a quienes confían en su servicio. Oremos
- Por cuantos no tendrán alimenntto suficiente en este día:
para que no renuncien a su esperanza en Dios y a la confianza en sus semejantes.
Oremos
- Por los católicos que no han rrecibido el pan de la Palabra y el
de la instrucción religiosa: para que encuentren maestros que les
tengan paciencia y les enseñen la verdad de Dios sin regaños
ni prisa. Oremos...
- Por nosotros que celebramos el Cuerppoo y la Sangre del Señor: para
que dejemos de comulgar por rutina o costumbre y lo hagamos con convicción.
Oremos
- (Otras intenciones. Oremos
)
Celebrante:
Padre nuestro que al comer y beber nos permites cuidar nuestro cuerpo, danos
también el alimento del espíritu que nos haga alcanzar la
vida eterna. Por Cristo nuestro Señor. - AMÉN
4. EXHORTACIÓN FINAL
Guía:
Es tan rico el misterio de la eucaristía que la Iglesia lo propone
a los fieles bajo diversos nombres y les aclara su sentido: "... El
Cuerpo de Cristo que recibimos en la comunión es 'entregado por nosotros',
y la Sangre que bebemos es 'derramada por muchos para el perdón de
los pecados'. Por eso la Eucaristía no puede unirnos a Cristo sin
purificarnos al mismo tiempo de los pecados cometidos y preservarnos de
futuros pecados:
<Cada vez que lo recibimos, anunciamos la muerte del Señor' (1
Cor 11,26). Si anunciamos la muerte del Señor, anunciamos también
el perdón de los pecados. Si cada vez que su Sangre es derramada,
lo es para el perdón de los pecados, debo recibirle siempre, para
que siempre me perdone los pecados> " como dice
el Catecismo de la Iglesia, 1393, citando a San Ambrosio.
Que esta Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo nos haga felices de participar
de la misma realidad corpórea que él tuvo en la tierra y nos
comprometa a verla como lugar de redención y no como materia negativa
o riesgo que nos lleva al mal.
Celebrante: En el nombre del Padre...
5. SUGERENCIAS PARA MEDITAR
La vida del hombre está llena
de presencias: cercanas, como la del amigo que nota lo que me falta y me
ayuda; y distantes, como la de la esposa que me motiva y mantiene fiel en
el amor mutuo, más allá de la lejanía del cuerpo y
de la vista. Una presencia así inspira y contagia, eleva y perfecciona
más que otras presencias que sólo aquietan por un rato, que
inquietan sin motivo, que satisfacen sin plenitud, que despiertan inseguridad
y terminan imponiendo duda, amenaza, conmoción y perdición.
La Solemnidad del cuerpo y sangre de Cristo es propuesta concreta y profundización
cristiana del tema de la presencia de Dios a nuestro lado en forma de pan
y de comida. Sus acentos están en el significado del Cuerpo y Sangre
de Cristo en cuanto:
- excusa y forma concreta en que el see ha quedado entre los suyos
- compromiso entre celebrantes,
- acción de gracias a Dios,
>
- alimento del hombre
- y memorial de lo que le espera.
El Libro del Deuteronomio señala que el hombre está de paso
por la tierra y que no vive en ella sólo para mantenerse, sino para
escuchar a Dios. Al recordar su paso por el desierto, el pueblo debe reconocer
que fue alimentado por un pan por el que no trabajó (maná).
Pero este pan es capaz de evocar al Dios que se lo dio y al otro pan que
nunca lo llenó porque lo obtuvo bajo esclavitud en la tierra de Egipto.
Por ello, está obligado a recordar que el alimento recibido (maná
y agua) que viene de Dios es parte de su protección y señal
del pan definitivo que le será dado en su momento (primera lectura).
Pablo asegura a los cristianos de Corinto que su participación en
la eucaristía es signo de unión al interno de la propia comunidad
y de ésta con Cristo. Por ello, participar en otros signos de comunión
equivale a romper esa unidad y a buscar en otro lado lo que no se ha sabido
encontrar en la comunidad cristiana. Por ello, los auténticos cristianos
deben celebrar su eucaristía como signo de unidad, de identificación
y de fe (segunda lectura).
El Evangelio de Juan presenta a Jesús como el verdadero pan del cielo.
No hay otro pan de Dios más que Cristo, vida del hombre, del cual
el maná era sólo alusión y signo. Desde ahora, el hambre
y sed del hombre no se calmarán con simple alimento terreno, sino
acudiendo a este nuevo y auténtico pan de la vida (evangelio).
La celebración del cuerpo y sangre de Cristo propone varios mensaje
claros: pan y vino concentran el fruto de la tierra y del trabajo del hombre;
representan la unión de la comunidad alimentada del mismo pan y de
la misma bebida; enseñan a vivir partiendo y compartiendo; señalan
la transformación del trabajo en alimento y de éste en una
vida común; y simbolizan todos aquellos alimentos que el hombre necesita,
sea en forma de cultura que de justicia, salud y compañía.
Más que reducirse a simples objetos de culto, los signos eucarísticos
deben lograr que cuantos los reciben y los veneran se vuelvan a sí
mismos:
- eucaristía y Providencia paraa otros
- ambiente de comunión y particciipación que facilite tanto
el encuentro como la integración de los hombres
- comunidad abierta que manifieste la ppresencia del Señor del pan
- y lugar concreto en que no falte commiida para que el hombre aprenda a
ser más humano entre los demás y, compartiendo, llegue a descubrir
a Dios.
Por otra parte, la celebración del cuerpo y sangre de Cristo nos
lleva a valorar el cuerpo humano en sus justas dimensiones, esto es: nos
lleva a cuidarlo sin adorarlo; a utilizarlo sin rendirle más culto
que el servicio que se merece; a considerarlo instrumento de sana relación
con los demás sin colocarlo encima de otros valores e intereses que
terminen en el libertinaje de los sentidos y en la idolatría de la
belleza o del capricho.
De ser justos con nuestro cuerpo, habremos dado el paso definitivo para
formar el único cuerpo de Cristo que somos todos y por el que Cristo
ha querido permanecer cerca de nosotros en forma de eucaristía.
©
Derechos Reservados. Esta es una versión electrónica del Libro
"Solemnidades y Fiestas de la Litúrgia" del Lic. A. Tomás
Parra Sánchez, la cual, ha sido realizada por el IAFOBI con permiso del Editor. Ediciones DABAR, México 2001. Prohibida
su reproducción.