Para llevar a cabo los deseos del Vaticano II (que todos los fieles pudieran tener amplio acceso a la Sagrada Escritura, (DV 22 aditus late), y de los recientes documentos que se refieren a la Palabra de Dios (EA 12; 31), Monseñor Marcelino Hernández, Vicario Episcopal de la VII Vicaría, sobre el cual recae la "responsabilidad de ofrecer la Palabra de Dios a los fieles" (Cf. DV 23), nombró en 1998 al P. Sebastián Quetglas y al P. Martín Nava Bello como responsables de la Pastoral bíblica dentro de la misma zona. El horizonte era amplio, ya que nos encontramos con una de las zonas pastorales más grandes (alrededor de tres millones de habitantes) y problemáticas de la Arquidiócesis. Aquello que constatamos al principio fue que:
a) La Pastoral Bíblica era facultativa: había sido dejada por mucho tiempo a la buena voluntad de los párrocos y a la libre iniciativa de personas o grupos, cuando la había.
b) Faltaba una auténtica, sistemática y organizada Pastoral
Bíblica, que no dependiera ya de la buena voluntad o libre iniciativa,
sino que partiera de la jerarquía, ya que la responsabilidad de instruir
a los fieles sobre el uso de la Sagrada Escritura corresponde a los Obispos
(Cf. LG 24). En efecto ese fue el único encargo de Cristo resucitado
a los Apóstoles, al confiarles seguir en el tiempo su misión:
Vayan por todo el mundo y proclamen la buena noticia (cf. Mt
28., 20).
c) Teníamos que comenzar a abrir brecha, para lograr una sistemática y provechosa Pastoral Bíblica.
Los primeros pasos que tuvimos que hacer en esta dirección, fue constatar lo que ya existía, y en este sentido, encontramos centros y círculos bíblicos, y alguno que otro curso en Parroquia, conducido por el Párroco, o por algún grupo, así como también cursos bíblicos de relleno.
Por otra parte, las Universidades católicas, que ofrecen una buena formación bíblica, quedan completamente fuera del alcance de la mayor parte de la gente. Pocos privilegiados pueden tener una buena formación bíblica, y esta nunca llega a los más. Existe un grande abismo entre toda la ciencia bíblica que se respira en las Universidades, y el mayor número de gente a la cual no le llegan ni siquiera las migajas que caen de la mesa.
En fin, otro elemento importante que se notó, fue el creciente y alarmante número de sectas que desarrollan su misión a partir de la Palabra de Dios, con lecturas de tipo fundamentalista, pero que han tenido buena aceptación de un buen número de católicos, y que nos manifiesta el hambre de la Palabra de Dios de nuestra gente.
Haciendo camino, y como resultado de una encuesta realizada en la VII Vicaría por lo que se refiere a la formación bíblica de nuestros católicos, nos encontramos ante un hecho clamoroso, que ya sabíamos, pero quisimos comprobar apoyados por el centro de investigaciones de la UAM, a saber, que sólo el 3,4 por mil de los católicos podían gozar de una formación bíblica básica. Una encuesta relativa, sin duda, pero el resultado no deja de ser alarmante.
Esta era la situación, ¿cual nuestra respuesta? Asesorados por quien en materia tiene más experiencia (Carrillo Alday, Universidad Pontificia, Encuentros Nacionales de Pastoral Bíblica) cada vez más comenzamos a vislumbrar la idea de un Instituto que pudiera conjuntar los resultados de la exégesis seria con una dimensión netamente pastoral, y que esta fuera destinada a la mayor parte de la gente o, como se decía desde el principio, " la buena nueva a los pobres".