MIÉRCOLES DE CENIZA

1. BIENVENIDA

Celebrante: En el nombre del Padre...

Guía:
La cuaresma es un periodo de preparación a la pascua más que un tiempo dedicado a la penitencia. Por ello, las actitudes que este período privilegiado del año solicita de los creyentes son: el silencio y la escucha de la Palabra de Dios que lleva a la conversión, por una parte; y a la renovación de sus compromisos bautismales, por la otra.
El periodo comienza con el "Miércoles de ceniza", llamado de este modo por el rito de la imposición de la ceniza, con el que se pretenden diversas metas:

- Imitar a los modelos bíblicos de penitencia como Job, Judit, Elías y los habitantes de Nínive y, como ellos, disponerse al encuentro con Dios;
- Asumir una actitud de conversi&oacutte;n como requisito para estar ante el Señor;
- y comprometerse con el evangelio quee no es sólo "buena noticia" qué escuchar, sino invitación a creer, compromiso por asumir y realidad qué plasmar en obras.

 

En la cultura del Antiguo Testamento, echarse ceniza o tierra en la cabeza indicaba luto, penitencia, escándalo, aceptación de culpabilidad, desgracia y pena. Simbólicamente, en cambio, la ceniza podía equipararse a un concentrado de vida, signo del sacrificio y resultado de la ofrenda entregada a Dios. Al impone al creyente, no se quiere recordar su caducidad o miseria, sino evocar aquella tierra del paraíso que lo vio nacer y de la que salió. Por ello, la ceniza no recuerda al creyente ser poca cosa como la tierra, sino lo invita a recordar su origen en la tierra del paraíso y a ponerse en manos de Dios que lo convertirá en un espíritu viviente y en hombre nuevo.

Las lecturas de hoy aclaran tanto el contenido de la cuaresma como el sentido del rito de la ceniza. Joel habla de conversión: no se trata sólo de intentar, sino de cambiar; no sólo de ser mejores, sino de ser "nuevos"; no de simple postura mental, sino de retorno a Dios con el corazón (primera lectura). San Pablo menciona el perdón que Dios quiere dar a cambio de ser escuchado en el tiempo de gracia, y a comprometerse en cuanto misionero de reconciliación (segunda lectura). Y Jesús destaca que el creyente debe atender cómo lo considera Dios y no qué opinan de él los hombres (evangelio).
Así pues, lo fundamental no es hacer obras de piedad para ser tenidos por buenos, sino "ser vistos" por Dios. En una palabra: se trata de entender y comprender las intenciones del Señor que quiere al hombre como al principio. Por ello, los gestos que tanto liturgia como evangelio proponen a los cristianos en forma de caridad, oración y ayuno, son la ruta que puede purificar los deseos, cambiar los pensamientos y transformar las formas de actuar del creyente. Para ser efectivas, caridad, oración y ayuno deben convertirse en actos y actitudes de perdón, comprensión y esperanza que no logren sólo un cambio de intención o mente, sino del corazón; o sea: que lleven a renacer... ¡a resucitar!
"Conviértanse y crean al evangelio…" es la llamada de fe con que la Liturgia, a partir de hoy, "Miércoles de ceniza" y durante el período cuaresmal tratará de acercarnos a Dios. La conversión y la fe son los ejes fundamentales de este tiempo que culmina en el triduo pascual y la gran Vigilia nocturna y se prolonga durante el periodo siguiente hasta concluir en la Solemnidad de Pentecostés.
Al participar en esta celebración, aprendamos a vivir intensamente la Pascua cristiana, lugar definitivo de la reconciliación con Dios y con el hombre.

2. LITURGIA DE LA PALABRA

Primera lectura (Joel 2,12-18)
La conversión que Dios pide no es sólo un cambio de conducta sino una transformación de nuestras disposiciones y actitudes. Si es efectiva, ella debe mostrar señales visibles de penitencia e integración comunitaria, puesto que cuando los creyentes se convierten, muestran el rostro amable de Dios.

O bien:
Joel invita al pueblo a convertirse a Dios y mostrar su arrepentimiento en gestos claros y exteriores: ayuno, luto, vida en comunidad y penitencia. Cuando el pueblo muestra su conversión, el Señor manifiesta su misericordia, paciencia, clemencia y conmoción ante la desgracia del hombre.

Segunda lectura (2 Corintios 5,20 - 6,2)
El cristiano puede no distinguirse por sus grandes obras y descubrimientos, pero debe llevar la reconciliación y la paz adondequiera que vaya, anunciando que vivimos ya en el tiempo en que Dios salva. No es un vendedor de progreso, sino embajador de Cristo y de una conversión que precede y provoca cualquier otra forma de cambio.

O bien:
La salvación no es una vaga promesa para un futuro remoto sino una ocasión presente en que puede alcanzarse a Dios. Pablo pide al cristiano que no hay mejor manera de llegar ahí sino la de reconciliarse con Dios y la de colaborar con El participando a otros la reconciliación y sus consecuencias.

Evangelio (Mateo 6,1-6.16-18)
Ser cristiano no es llevar la etiqueta de una religión en la frente o la espalda, sino hacer caridad y callar; hacer oración sin vociferar; ayunar, sin gesticular; y amar, sin esperar recompensa. El humano podrá o no advertirlo; lo que cuenta es la mirada de Dios.

O bien:
La limosna, la oración y el ayuno no son acciones de las que deba ser informado el hombre, sino obras de piedad que interesan a Dios. Cuando los cristianos presumen haberlas hecho... ya han conseguido su fama de buenos y piadosos. Pero, si las viven y practican en secreto, Dios se entera... y esto es lo que cuenta.

 

3. ORACIÓN DE LOS FIELES

Celebrante:


Hermanos: aunque hijos pecadores, tenemos un Padre que nos escucha y atiende las súplicas que le dirigimos. Declarémosle nuestra confianza e invoquémoslo con la fe que nos ha dado, mostrándole los sentimientos de nuestro corazón y nuestras inquietudes en la tierra así como nuestra esperanza de trascender.

Guía: Pidamos humildemente / Danos, Señor, un corazón nuevo.
- Por todos nuestros obispos y ministrros: para que sepan enseñar, motivar y atraer a sus comunidades en esta cuaresma. Pidamos humildemente…
- Por todas las comunidades cristianass que esperan celebrar la resurrección de Cristo: para que vivan la cuaresma con signos de entrega y dinamismo que las lleven a cambios de conducta y actitudes. Pidamos humildemente…
- Por los judíos que nos dieronn a los profetas, a los apóstoles y a María: para que el Señor les haga conocer la revelación de Cristo. Pidamos humildemente...
- Por cuantos se acercan a recibir cenniza en este inicio de la cuaresma: para que la reciban como signo que invita a la conversión y no como un amuleto mágico que da seguridad o evita infortunios. Pidamos humildemente…
- Por los enfermos, signo evidente y cconcreto de la cuaresma: para que sepan vivir su situación de dolor no en forma impasible, sino como imitación de la pasión de Cristo por su Iglesia. Pidamos humildemente…
- Por cuantos no participan frecuentemmente en la eucaristía: para que durante la cuaresma se decidan a sustituir esa apatía con el compromiso que pide la Iglesia universal. Pidamos humildemente...
- Por cuantos estamos aquí pressentes para comenzar la cuaresma: para que nos dispongamos durante este tiempo a orar por todos, ayunar del mal y hacer obras de caridad diaria y efectiva. Pidamos humildemente…
- (Otras intenciones. Pidamos humildemmente...)

Celebrante:
Padre Dios, escucha las peticiones de tus hijos e infunde en ellos el deseo de vivir tu reconciliación para prepararse a celebrar la resurrección de tu Hijo. Que vive y reina contigo y el Espíritu Santo. - AMÉN

4. EXHORTACIÓN FINAL

Guía:
La celebración del Miércoles de ceniza no debe terminar en "ceniza" sino en el cambio de corazón que implica novedad en las formas de pensar, vivir, actuar y portarse. El signo de la ceniza que se nos ha impuesto hoy no sirve para evocar nuestra caducidad … sino es invitación para volver al polvo primigenio del paraíso, a aquella primera tierra bendita creada por Dios y a tener la posibilidad de decidir: ser "espíritu viviente" y no quedarnos sólo en polvo terreno.
Durante la cuaresma escucharemos continuamente una melodía: hay que cambiar a base de oración, penitencia, vida solidaria en comunidad y haciendo obras de caridad. Pero la meta de nuestra cuaresma no está sólo en el cambio, sino en el encuentro con el Señor resucitado en la próxima Vigilia Pascual.
Hagamos caso al profeta Joel que nos ha invitado a volver a Dios con piedad, ayuno y arrepentimiento para mostrar nuestra conversión. Hagamos caso al apóstol Pablo quien nos invita a ser embajadores de Cristo y de su reconciliación desde este momento que es el "día de la salvación". En fin, hagámosle caso a Jesús que pide a sus seguidores: relacionarse con Dios a base de evidencias (caridad, oración, ayuno) y no de promesas.

 

5. SUGERENCIAS PARA MEDITAR

El "miércoles de ceniza" señala el inicio de la cuaresma. Esta es un período de preparación para la pascua, corazón del año litúrgico y síntesis de todos los misterios de la historia de salvación. Las seis semanas que la integran, del miércoles de ceniza a la misa del Jueves santo, constituyen un tiempo de intensa actividad espiritual por parte del creyente, en el que dominan varias actitudes: agradecimiento a Dios por la piedad que muestra al hombre pecador; aceptación y confesión de la miseria humana que no lleva a ninguna parte; esperanza por la salvación que el Señor comunica a quien está dispuesto a recibirla; cambio de la tristeza, abatimiento y remordimiento a la alegría de sentirse invitado a una nueva vida; y atención a la Palabra de Dios como lo hizo Jesús en la prueba del desierto.
Los cuarenta días de la cuaresma evocan un esquema típico de la Biblia: 40 fueron los días que duró el diluvio como castigo a una humanidad perversa (Gén 7,12.17); 40 los años que el pueblo vivió en el desierto de camino hacia la tierra de Canaán (Dt 1,1-3); 40 los días de preparación de Moisés y Elías para su encuentro con Dios (Ex 24, 12-18; 1 Re 19,3-8); y ese fue también el período en años o días de los principales jueces y reyes gobernando a Israel (Jue 3,11; 13,1; 1 Re 2,11; 11, 42), del ayuno de Jesús en el desierto (Mt 4,2) y también el de su permanencia al lado de los discípulos después de su resurrección (Hech 1,3). Con esa cifra, la Escritura evoca la condición terrena del hombre, su limitación, experiencia en el mundo, período de prueba, camino en la vida y esperanza de salvación.
A su vez, el llamado "Miércoles de ceniza" no sólo inicia tal período sino lo concentra y resume con el símbolo de la ceniza. Esta no es amuleto, sino: frontera de la experiencia humana en su devenir terreno; señal de sacrificio y consagración; evocación de la tierra bendita del paraíso que Yahvé tomó para construir al hombre, y no señal de miseria, de caducidad y de la nada. Por ello, al ponerse en la frente del creyente en el "Rito de la ceniza" no se le dice que no vale nada o que es peor que ceniza, sino que, recibiéndola, vuelve a su origen y se convierte en espíritu viviente, según el plan de Dios ("Acuérdate de que eres polvo ...": Gén 2,7; 3,19) y asume el compromiso del "cristiano adulto", que inició con su bautismo ("Arrepiéntete... y cree en el evangelio": Mc 1,15; 8,34).
Por su parte, las lecturas de la Liturgia de la palabra dan el tono a este día: Joel habla de la conversión y del llanto, del ayuno y del culto sentido, sincero y comunitario que la señalan. No se trata de ritos externos o gestos vacíos, sino de expresiones emotivas y solidarias que manifiestan lo que el creyente es en realidad y lo que quiere llegar a ser en presencia de Dios (primera lectura).
Pablo pasa del gesto a sus implicaciones y consecuencias. Lo que conviene no es tanto la práctica de la penitencia en sí misma, como si fuéramos enfermizos, masoquistas o magos, sino la consecuencia de ser y sentirnos amados por Dios, esto es: volvernos portadores de su reconciliación, con la seguridad de estar ya reconciliados nosotros y poder trasmitir a otros esa misma reconciliación (segunda lectura).
Jesús anuncia su cuaresma e inicia la nuestra. Las únicas actitudes y obras buenas que cuentan son - siguiendo a la tradición bíblica que las generó y vivió - el ayuno, es decir, el empeño ascético en general; la oración, esto es: el fervor en cuanto grito del corazón y escucha de Dios más que el balbuceo de los labios y la repetición casi mecánica de plegarias; y la caridad fraterna que se muestra y demuestra en el perdón de las ofensas y en la ayuda a los menesterosos (evangelio).
Así pues, con la señal de la ceniza en la frente, que señala el serio propósito de hacerle caso a Dios, dentro de una comunidad agradecida, y como caravana de peregrinos que busca a su Señor, los cristianos iniciamos nuestra cuaresma que nos llevará desde el cenáculo al monte Calvario y al sepulcro para, desde allí, subir al Padre, origen de la vida, cuyo signo por excelencia es la resurrección de Jesús, modelo y ejemplo de lo que será la nuestra.
1er Domingo de Cuaresma

 


2º Domingo de Cuaresma
ORAR ES HACER ALIANZA CON DIOS

 

1. BIENVENIDA

Celebrante: En el nombre del Padre... (y saludo)

Guía:
A medida que nos encaminamos hacia la Pascua, la liturgia nos prepara cada vez más en los valores cristianos. En este segundo domingo de cuaresma se nos educa sobre la oración, que transforma al cristiano y lo abre y lleva al infinito de Dios.
Las lecturas bíblicas aclaran este tema desde diversos ángulos. Gracias a su fidelidad, Dios le promete a Abraham una tierra, signo y garantía de cuanto va a darle como una herencia final en su gloria (primera lectura).
San Pablo también señala a los cristianos de la ciudad de Filipos que el premio a la fidelidad en la tierra será la transformación de nuestro cuerpo mortal para contrarrestar su tendencia a buscar lo caduco y terreno (segunda lectura).
A su vez, Lucas presenta a Jesús transfigurado en el monte en un contexto de oración. La charla del Maestro con los profetas Moisés y Elías quiere señalar que aunque Jesús va hacia su pasión, su meta final será su resurrección (evangelio).
La cuaresma nos abre los ojos sobre algo decisivo: todo compromiso exige empeño y fidelidad. Por ello, la alianza que Dios hace con los humanos no les permite anclarse en las cosas, sino buscar lo definitivo, en esperanza y con oración … en la vida que viene.

2. LITURGIA DE LA PALABRA

 

Primera lectura (Génesis 15,5-12.17-18)
Un rito religioso no es gimnasia o pantomima, gesto o acción neutra, sino una acción sagrada que evoca un misterio, celebra una revelación y lleva a un compromiso real. Abraham hace alianza con Dios en un rito y descubre una señal para descubrir a su Señor y aprender a esperar en sus promesas.

Segunda lectura (Filipenses 3,17 - 4,1)
Cuando un cristiano cree en las palabras y espera en las promesas del Señor Jesús se convierte en alguien digno de imitar. Pablo pide a los cristianos de Filipos que lo imiten. No es el hombre soberbio que se considera mejor que otros, sino el creyente capaz de señalar en su cuerpo la transformación de sus pasiones y el triunfo de Jesús.

Evangelio (Lucas 9,28-36)
La transfiguración de Jesús es una manifestación de la voluntad divina. Por ello, ocurre en un ambiente de oración. Mientras los profetas Elías y Moisés aclaran a Jesús cuanto le pasará en Jerusalén, el Padre invita a los discípulos a escuchar a su Hijo, intérprete de una nueva alianza y mensajero del nuevo propósito de la fe.

3. ORACIÓN DE LOS FIELES

Celebrante:
Hermanas y hermanos, supliquemos a nuestro Padre Dios que transforme los deseos de nuestro cuerpo en búsqueda y espera de lo que El mismo nos ha prometido.

Guía: Pidamos / Padre nuestro, venga tu reino.
- Por nuestro Papa, obispos y ministroos: que el Señor los haga fieles a la misión que les ha encomendado en medio de sus hermanos. Pidamos…
- Por los gobernantes: que el Esp&iacuute;ritu del Señor los haga justos para que respeten los pactos y alianzas que hacen para el bien de sus pueblos. Pidamos…
- Por las personas que prestan dinero y que reciben préstamos: que sean fieles a los plazos de crédito que se pactan y no abusen unos de otros. Pidamos…
- Por nuestros ancianos como el patriaarca Abraham y nuestros líderes como el apóstol Pablo: que aprendan a vivir su estado de vejez y dificultad como ocasión para elevar su fe y probar su esperanza. Pidamos…
- Por cuantos se sienten o creen vivirr felices alejados de Dios y de su comunidad: que el Señor les permita ver más allá del placer momentáneo y compartir con los demás la felicidad de la comunión en la fe y en la caridad. Pidamos...
- Por los pesimistas que sólo vven desastre y aflicción, escándalo y maldad: que el Señor transfigurado les participe su visión de la gloria y los haga fuertes ante las dificultades que ellos sienten más que otros. Pidamos...
- Por cuantos participamos en é;sta celebración: que no vivamos en la falsa ilusión de sacarnos la lotería, sino aceptemos activamente la voluntad de Dios en cada momento de nuestra vida. Pidamos…
- Otras intenciones. Pidamos…

Celebrante:
Señor Dios, que al transfigurar a Cristo en el monte le mostraste tu designio salvador y nos permitiste ver en él a tu Hijo amado y obediente: vuélvenos dóciles a sus palabras y obras para que un día seamos plenamente transformados junto a ti. - AMÉN.

4. EXHORTACIÓN FINAL

Guía:
Hermanos: Dios nos ha permitido asomarnos a su grandeza de Padre y nos ha hecho ver lo importante que somos para Él: ha realizado alianzas con Abraham; nos favoreció con el apostolado profundo de Pablo; y nos ha mostrado al Señor Jesús como el primer modelo a seguir en la transformación de nuestra humanidad.
Por ello, la fidelidad de Abraham, el apostolado de Pablo y la obediencia de Cristo serán nuestros modelos de conducta a lo largo de esta segunda semana de la cuaresma.
Que nuestra oración y nuestras formas de practicarla en esta semana no se reduzcan al rezo o al rito, sino se vuelvan aceptación consciente de la voluntad de Dios en nuestras circunstancias, de modo que podamos celebrar la Pascua del Señor resucitado con los tintes y acentos que cada uno de nuestros modelos nos ha propuesto.

Celebrante: En el nombre del padre... (y despedida)

 

5. SUGERENCIAS PARA MEDITAR

 

"La alianza" es un tema fascinante que recorre la Biblia entera y se manifiesta de mil modos, sobre todo como pacto benevolente con el que Dios se compromete a convivir con el hombre, prometiéndole su asistencia concreta y la liberación de sus carencias. A cambio, pide que la comunidad de los creyentes acepten la novedad de vida que les propone y la hagan real en la conversión y la esperanza.
La Biblia recuerda el tema en varios textos y escenas: con Abraham (Génesis 15; 17), Moisés (Éxodo 19-24), Josué (Josué 24), David (2 Samuel 23,5), la comunidad posterior al exilio (Nehemías 8-10) y la llamada "nueva alianza" de Jeremías (31,31-34), ampliada por el Nuevo Testamento con otras perspectivas (Lucas 22,20; 1 Corintios 11,25).
El Libro del Génesis evoca la alianza entre el Señor y el patriarca Abraham. A raíz de ella, Dios promete al patriarca una descendencia y una patria: Abraham ya no tendrá que andar de un lugar a otro buscándolo o bien como extraño entre los hombres, sino podrá vivir tranquilo en su parcela, ocupado en ser fiel a su Dios. No pide al patriarca si está seguro de mantenerse fiel, sino que tenga confianza en que el Señor cumplirá lo que ahora le promete. El texto añade que aunque al patriarca faltan elementos que le den seguridad, él confía en su Dios y es justo, es decir: camina, cree y espera según el querer y sentir del Señor (primera lectura).
Pablo habla a los cristianos de Filipos de la alianza que tienen con Dios a partir de su bautismo y de las exigencias a que ése los somete: imitar a Jesús y a cuantos viven el evangelio, como él mismo. El apóstol alude, posiblemente, a otros cristianos que no viven su fe: siguen los deseos del cuerpo, se someten a cosas pasajeras y presumen sobre lo que debería ser su vergüenza. En otras palabras: ésos dan una respuesta equívoca a las exigencias de la alianza pues no siguen al fiel Abraham ni al cristiano auténtico y comprometido como es él mismo (segunda lectura).
Por su parte, Lucas presenta a Jesús como ejemplo fiel de la alianza entre Dios y los hombres: se retira al monte a hacer oración; enseña a algunos discípulos a imitarlo de cerca; en su soledad dialoga con Elías y Moisés sobre su éxodo de la tierra a la gloria que ocurrirá en Jerusalén a través de su pasión, muerte y resurrección; y el Padre lo confirma como modelo a seguir y escuchar (evangelio).
El tema de la alianza vuelve a resonar en los oídos de los creyentes contemporáneos. Ahora no se trata de ver a Jesús o a Dios en un monte, entre nubes, resplandores y oyendo voces estruendosas o viéndolo aparecer en el bullicio de las calles y las plazas. Lo que la Liturgia de la Palabra propone en este segundo domingo de la cuaresma es que la alianza de Dios con nosotros sigue vigente y debe cumplirse.
No se cumple a través de ritos tan sofisticados y sangrientos como el practicado por el patriarca Abraham, sino en la sencillez de una vida cristiana vivida con coherencia y de acuerdo al ritmo de los tiempos en que la Providencia divina nos ha colocado:
V tiempos de inquietudes no satisfechas por el consumo, alcohol, sexo y drogas;
V era de los medios de comunicación que no pocas veces ayudan a incomunicar al hombre consigo mismo, con su prójimo y con su Dios;
V era de los viajes hacia el macrocosmos y el microcosmos;
V tiempo y era de la bioquímica, robótica y teorías cuánticas, pero también de la prepotencia, del descuido ecológico, de la rapacidad e incapacidad de saludar al vecino en la calle, por falta de humanidad e incomprensión.
Por ello y por muchas otras razones, la Liturgia de la Palabra presenta a Jesús como el modelo más acabado y fiel a la alianza con Dios:
q capaz de orar en la soledad, de dialogar con los profetas de antaño y prepararse para ir a Jerusalén, tierra del martirio en la cruz;
q y dispuesto a mostrar al Dios bueno que hace alianza con esta humanidad por más desilusionada, torpe, escéptica e inconforme que haya sido en el pasado o siga manifestado en el presente.
Toda alianza compromete... pero también eleva, redime de la soledad e integra a una comunidad en que cada uno cuenta por lo que es y lo puede llegar a ser.

ATRASSIGUIENTE

 

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