CRÍTICA MANUEL MIR

"Realizar un gran espectáculo en la adaptación cinematográfica de la novela de Anthony Burgess es tarea sólo reservada para verdaderos genios del séptimo arte, entre los que Kubrick puede contarse por méritos propios. La cinta no tiene desperdicio, a excepción quizá de su última fase, un tanto forzada, y se me antoja como un delirante poema a la violencia social en todas sus escalas. Poco optimista debe sentirse Kubrick hacia sus semejantes al abordar con atroz realismo la odisea del protagonista y las implícitas consecuencias que de ella se desprenden.

Alex, una memorable interpretación de Malcolm MacDowell, es el jefe de una banda de "inadaptados" (magnífico vocablo puesto en boga para encubrir generalmente desde potenciales asesinos hasta viciosos degenerados) que al igual que si vivieran en plena jungla, imponen la ley del más fuerte para obtener TODO lo que desean. Concurrentes habituales a un fantasmagórico e irreal "milk-bar" en donde, lógicamente, sólo se bebe leche (me temo que no muy pura) que surge de los senos de unas blancas esculturas, su indumentaria es también del mismo color en los cuatro componentes del "clan". Armados de cadenas y garrotes merodean por la ciudad, ora apaleando a un anciano mendigo, ora rescatando de las garras de otra "tribu" a una muchacha en un combate despiadado que tiene como marco un abandonado teatro en las afueras de la ciudad. En un veloz deportivo, embriagados de poder y violencia, se lanzan por la carretera ocasionando una serie de accidentes, la mayoría de los cuales suponemos mortales, y se detienen en un chalet donde vive un escritor con sus esposa. Allí, tras asaltar el hasta entonces tranquilo domicilio, tiene lugar una de las escenas más brutales que he podido contemplar en la pantalla: tras desnudar a la mujer a tijeretazos, Alex, al ritmo de la popular "Singing' in the rain" que él mismo canta, va pateando al maniatado marido hasta dejarlo inconsciente.

Tras esta noche de locura salvaje, actitud que parece ser habitual entre ellos, Alex regresa a su casa y se encierra en su habitación (su cerradura es la de una caja fuerte y es necesario conocer la combinación para abrirla). Allí, en la tranquilidad de su surrealista refugio, descubrimos la fetichista pasión que siente por la música de Beethoven, así como otra de sus particulares aficiones: una gran serpiente a la que cuida y mima como sí de un perrito faldero se tratara. Sus padres, dos extravagantes personas, en especial su madre a la que parece haber trastornado el cerebro la senilidad, viven por completo ignorantes a los manejos de su hijo, pero con una brutal ignorancia, por indeferente. Pero Alex debe tener un castigo a su maldad, y éste llega cuando tras asaltar la casa de una mujer, en una singular pelea la mata, y al pretender huir es traicionado por sus compañeros. Los métodos de la policía son parejos al salvajismo de Alex y éste termina en la cárcel, en donde un "hitleriano" jefe de guardia (Michael Bates) mantiene a raya a los detenidos sin importarle demasiado la condición humana de los mismos. Pero el gobierno alberga una gran esperanza: la de concluir con el mal y la violencia partiendo de un proceso científico. Se precisa un voluntario para que sirva de cobaya a los experimentos, y Alex no duda en presentarse ya que se le promete la libertad caso de ser positiva la prueba a la que le van a someter. Y es realmente positiva... Tras unos aterradores experimentos consiguen que su metabolismo físico reaccione en forma de tremendas náuseas y vómitos frente a la violencia, el sexo y... Beethoven. La prueba final que le aguarda, en un estrado, como si de un espectáculo se tratara y teniendo como público a las autoridades, resulta de un sarcasmo estremecedor, culminando con el aplauso de los respetables asistentes que parecen presenciar el triunfo definitivo del tecnicismo sobre el ser humano. Quien antes era temido y nada temía, es ahora un ser ambiguo que al tratar de defenderse violentamente cae al suelo presa de los vómitos más espantosos. Por azar del destino (demasiado azar a mi criterio) se encuentra con el anciano a quien apaleara y éste recabando la ayuda de sus compañeros están a punto de lincharlo, salvándole la intervención de dos agentes de la policía... que resultan ser dos ex miembros de su banda, los cuales ven el momento propicio de vengarse del dominio que siempre ejerció sobre ellos. La paliza que le propinan éstos es impresionante, y, finalmente, lo abandonan en un bosque dándole por muerto. Alex logra llegar arrastrándose hasta una casa en demanda de auxilio, casa que, rizando el rizo del infortunio para Alex, no es otra que la del escritor cuya esposa murió a raíz del ultraje de que fuera objeto, y él mismo está imposibilitado en una silla de ruedas, como consecuencia de la paliza que le infligiera Alex. La clase intelectual tampoco es ajena a la venganza y en complicidad con unos amigos encierra a Alex en una habitación de la finca, mientras, conocedores de lo que le ocurre, instalan dos potentes altavoces que van desgranando solemne e ininterrumpidamente la música de Beethoven. Enloquecido por las náusea, Alex se lanza por la ventana.

Cuando recobra el conocimiento se halla instalado en un hospital, atendido solícitamente: la opinión pública lo ha presentado como víctima del progreso científico, y es el propio representante del gobernador quien, en vísperas de elecciones, desea reparar el daño que le han ocasionado, llenándolo de regalos y tentadoras ofertas. Todos de acuerdo, se sella con un efusivo apretón de manos, mientras los fotógrafos toman la instantánea que, con toda certeza, servirá de bandera para la campaña electoral.

"Clockwork Orange" es un film técnicamente perfecto, todo brilla a gran altura: intérpretes, fotografía, dirección. Dentro del dramatismo reinante en la película, Kubrick intercala algunas escenas hilarantes que no merman el trágico argumento ni rompen en absoluto el equilibrio de la cinta. De estas escenas destaquemos en particular la que está compuesta por Alex y dos muchachas, los cuales en el domicilio del primero realizan una inolvidable escena de "ménage à trois" con la cámara acelerada, digna de figurar en cualquier antología del más puro cine cómico.

Puede ocurrir que algún espectador se sienta molesto por la crudeza de las imágenes que aparecen, pero estas imágenes se dan también en la vida real y creo que con la misma intensidad emotiva con la que las ha plasmado Kubrick.

En resumen; una excelente película que hará las delicias de los exhibidores situados en la zona fronteriza hispano-francesa. ¿Ya nos entendemos, verdad?"

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© 1997 - Ignasi A. Mulet Alegre