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Como el mundo del indie rock es lo suficientemente pequeños para que todos se conozcan, Georgia (quien seguro habrá leído con el corazón acelerado las reseñas que su Romeo indie hacía en tanto fanzine) e Ira se declaran su amor vía tambores, órganos y amplificadores y deciden formar Yo La Tengo (no me pregunten el origen del nombre, que se debe al cover de no sé quién de una canción de no sé cuándo, pero hay que agregar un dato: Yo La Tengo tiene como hogar Hoboken, ciudad cercana a Nueva York y que se caracteriza por una movida (cuyos iniciadores serían los Feelies) que tenía como consigna la influencia de tres grupos: The Velvet Underground, The Velvet Underground y The Velvet Underground.
Los Yo La Tengo editan así en 1986 (con el sello Coyote) su primer disco Ride the Tiger, una mezcla de folkie rock y Velvet al cual seguiría un año más tarde New Wave Hot Dogs, en la misma onda que el anterior y con canciones tan memorables como "Did I Tell You" o "Lewis", un homenaje a America (el grupo, no el país). De esta manera, con dos discos bajo el brazo y sendos conciertos, los Yo La Tengo van siendo chequeados por algunos críticos que le dan su primer visto bueno con President Yo La Tengo (1989), disco mucho más guitarrero que los anteriores y donde las influencias Wire y Velvet van adquiriendo mayor personalidad en canciones como "Barnably Hardly Working" o "The Evil Man Can Do" en dos versiones, una spaghetti western y otra feedback de casi diez minutos, exclusiva para fans de "Sister Ray".
Estos tres primeros discos son sobre
todo discos de Ira. Son discos que pueden ser delicados pero igualmente masculinos.
Georgia es acompañante pero compañera aún no. Esto cambiará
con la edición de Fakebook (1990), uno
de mis discos preferidos de esta banda, a pesar de ser sobre todo un disco
de covers (que van desde Flying Burrito Brothers
a The Kinks, de Cat Stevens
a Daniel Johnston) y de espíritu básicamente
folkie. Pero si hay algo que hace del Fakebook
un disco encantador es que es un disco Georgia/Ira. Si Ira es la dureza en
el sonido, el feedback, el experimento, Georgia es la melodía, el minimalismo,
el hallazgo pop y hasta el bubblegum (esa sensación que da Georgia
de estar cantando un jingle publicitario). Pero Georgia también trae
otros matices al sonido Yo La Tengo y es que con ella la influencia de Velvet
se convierte más en influencia Nueva Zelandia
(que es una nueva versión de la Velvet) o Barbara
Manning (que es una nueva versión de Nueva Zelandia): melodías
pop con tres acordes o dos cuerdas, con un sentimiento lírico y musical
más cotidiano y casero que el estilo callejero y afanador de Lou
Reed. Otro detalle que añade Georgia es la psicodelia vía
Syd Barrett y Rocky Erickson
(dos de los músicos favoritos de la Hubley). Hay que escuchar los organitos
de Georgia y recordar esas maravillas de inocencia y desconexión con
el mundo que son el Barrett o el Madcap
Laughs.
El siguiente disco de Yo La Tengo, May I Sing With Me (1992) continúa la exploración de la dinámica melodía/ruido, femenino/masculino, psicodelia/punk, Georgia/Ira; y aunque el resultado final presenta un poco de desbalance y desequilibrio, éste sigue siendo un disco con canciones tan melódicas y enérgicas a la vez como "Detouring America With Horns" o "Upside Down". Pero si hasta entonces la música de Yo La Tengo era demasiado ying/yang y los ángulos melodía = Georgia, ruido = Ira eran bastante obvios (como si los Yo La Tengo hubieran decidido: "Acá una balada, Georgia", "Acá un feedback, Ira") a partir del Painful (1993), quizás el disco más adorable del grupo, ruido y melodía, Georgia e Ira van a ser simplemente uno. Painful debe ser el disco ruidoso más suave que se haya hecho en la historia. A su lado (perdónenme lo que voy a decir pero es mi fanatismo) los ruidos sónicos de los Sonic Youth son puro terrorismo gratuito y el feedback diskette de My Bloody Valentine ingeniosos programas de computadora. Es también con este disco que Georgia e Ira encuentran al compañero y contrapunto perfecto para su proyecto sonoro y sentimental en la persona de James McNew, su bajista definitivo y gordito simpaticón y lentudo cuya gracia más singular es la de ser un fanático a muerte de Prince y de Purple Rain (película que McNew considera como su favorita de todos los tiempos).
Electro-Pura (1996) es quizás el disco más ambicioso de Yo La Tengo y en el cual los extremos de folkie y electrónica, experimentación y pop se vuelven irrelevantes. Es también su disco más "caleidoscópico" y "difícil", donde la voz de Georgia puede tararear con la frescura de una canción de cuna sobre un fondo de feedback o el insistente sonido de tres notas puede trasformarse en un coas de sonidos y melodías, algo así como si hubiéramos sintonizado a la vez diez radios de FM (las más pachecas tipo Carolina o StereoLima 100) en medio de un concierto de Glenn Branca.
El mismo año los Yo La Tengo deciden editar
un disco doble con rarezas y lados B's. Genius+Love,
título posiblemente narcisista para un disco desordenado como todo
recopilatorio de "rare tracks", con un disco de canciones y otro
de instrumentales. Aunque el material es desigual hay algunas piezas que brillan
con luz propia. Así, en el segundo plástico encontramos la maravilla
del disco: "Sunsquashed", alucinante
jam de 24 minutos que debe ser el equivalente musical a haberte chupado una
botella de ayahuasca, padeado tres ácidos o fumado cuatro scanes al
hilo.
I Can Hear The Heart Beating As One (1997) es quizás el disco donde todas las obsesiones de los Yo La Tengo logran una envoltura pop irressistible. Concebido en su edición de vinilo como un disco doble, I Can Hear The Heart... es también el disco donde Georgia e Ira están tan identificados el uno con el otro que ya es imposible distinguirlos. Georgia toca el órgano con tanta energía como ira tocaba antes los feedbacks y la voz de Ira se ha vuelto tan frágil y delicada que ya no se sabe cuándo está cantando él o la Hubley. En I Can Hear The Heart... ya no hay extremos: ni masculino ni femenino, ni tú ni yo; un nosotros o quizás algo más extraño y difícil en estos tiempos: el sonido del amor. El poder escuchar -en medio del caos, el ruido y la incertidumbre- el corazón latiendo como uno. Los Yo La Tengo logran hacer un disco de gente que ama su colección de discos (que va de Beach Boys al bossanova, de la propaganda de shampoo al punk, de Esquivel a Wire) y que han hecho posible la vida a través de la música y que han aprendido a amar y a hacer promesas a través de ella.
Y es que los Yo La Tengo son un proyecto
artístico (algo que me jode) pero también, aunque sea pequeño,
es uno vital, es una música de amor, no en lo exterior ni en lo lírico
sino en el proceso mismo: es una música que ha sido hecha por amor,
y en ese sentido Yo La Tengo me parece más utópico, a la vez
que real y humano, que tanto post-rock, post-punk o electrónica que
pueden sorprender mis oídos pero no conmoverme
ni afectar mi corazón ni mi vida.