Dicen que lo realmente difícil, mucho más que escribir una buena primera novela es no meter la pata o algo peor con el segundo libro. Teniendo en cuenta que Hijas de la noche en llamas es la segunda entrega novelesca de Irene Gracia, hay que reconocer que la autora ha sabido conjurar el peligro. También parece claro que las prisas no han logrado perturbar su escritura, dado que los orígenes de esta novela se remontan a una beca para la creación literaria obtenida en 1995 por la autora. No es extraño, por tanto, que desde los primeros capítulos tengamos la agradable sensación de encontrarnos ante un texto trabado y bien medido, horneado lo justo, lo bastante para que cada frase esté en su punto. Algo, por otra parte, especialmente de agradecer hoy día, cuando muchas novelas llegan a los escaparates de las librerías sin una miserable corrección ortográfica de pruebas.

    Tres hermanas, Sara, Lilith y Eva, son las protagonistas de la novela, que arranca con la historia de Sara contada por ella misma en una especie de confesión postmortem. Sara relata cómo fue violada por su padre, cuya figura se confunde y se funde a menudo con la del propio Diablo. En todo caso, el padre es el doméstico diablo de su pequeño infierno familiar. Su historia -la de Sara- es la de su venganza. Luego están las versiones de Lilhth y de Eva para cerrar el círculo de esta historia inquietante, entre el retrato prerrafaelita y el grabado de Blake. Una novela rara, más simbólica y lírica que narrativa.

JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA SOTA                                      
12 de Mayo de 1999
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