Irene Gracia es una mujer tímida, de larga cabellera prerrafaelista, proviene del campo del arte (realizó estudios de escultura y pintura, dedicándose durante un tiempo a ello), pero siempre ha respirado de cerca la literatura. Compañera del novelista Jesús Ferrero, Irene Gracia ha ilustrado las novelas de su compañero de viaje, y ha escrito poemas en silencio, pero nunca se planteó publicar hasta dar cuerpo a su primera novela, Fiebre para siempre, la historia de un boxeador narrada por su hermana (parte de la biografía de la autora) que pedía a voces ser contada por alguien. Entonces recurría a la metáfora del cuadrilátero como trasfondo de la existencia, como un cuadrado mágico por encima del bien y del mal, con lo que supone el ganar, el perder, el enfrentarse al otro..., en definitiva las leyes que rigen la vida mueven los hilos de sus historias.
Algo parecido ocurre en su segunda novela, Hijas de la noche en llamas. Para Irene Gracia es inevitable hablar de lo que sucede, de los problemas que están en la calle, de la crudeza que se oculta tras los actos más cotidianos.
La historia de la leyenda de las vírgenes locas, la plaga de las doncellas ardientes o el cuento de las princesas transparentes tejen una urdimbre argumental en esta segunda novela desde lo mágico a lo atroz. La novela se organiza sobre imágenes: las que Sara transmite a Eva para que ésta cree en el vacío y componga en el aire su Memoria, o las imágenes que Lilith contagia en un lugar indeterminado del espacio y el tiempo. La segunda novela de Irene Gracia destila fuerza narrativa y angélica sabiduría esteticista.
A. AGUADO Diari de Terrassa 27 de Mayo de 1999