HE OIDO JUNTO AL ABISMO A LAS VÍRGENES SUICIDAS
Voy a mi ciudad, la ciudad infame,
bordeando el acantilado del que se arrojaron
las vírgenes suicidas.
Oigo sus voces, gritando mi nombre, muy lejos
y muy cerca. Me tientan y gritan
que me arroje confiada, jurándome que acudirán a mi caída
rescatándome del valle de la muerte
donde ellas reposan para siempre
y hacen brotar flores negras en la hierba.
El hombre que amaba se ha marchado,
aquel que manipulaba celosamente la llave de mi conciencia.
Y ya no vale nada, no soy nadie,
más me valiera arrojarme al agua
para que se alimenten los peces.
¡Ah vosotras... hijas de la noche en llamas!
Estrechadme entre vuestras alas salpicadas de sangre
y llevadme estremecida al paraíso negro y maldito
... donde él me espera...
Voy a la ciudad, la ciudad doliente, y oigo voces
gritando mi nombre, muy lejos y muy cerca
muy lejos y muy cerca.
(De Hijas de la noche en llamas)
Abandona la tierra; ave asqueada del frío.
El fuego se retuerce entre los hielos
con el poder enrarecido de la vida
luchando contra la inmensidad apagada de la muerte.
Vuelo sobre cárceles y jaulas, sobre lenguas
y látigos. El fuego se ha elevado hasta el sol
y ha derretido el hielo.
Danzad, llamas, danzad, por encima y por debajo
de la muerte que nos cerca. Danzad,
brasas, danzad.
Soy un ave asqueada del frío y del hielo,
soy un pájaro que arde en cada batir de alas.
Danzad, llamas, danzad.
(De Fiebre para siempre)