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MANO A MANO. En el club de
Bernal, la mercadería se ofrece sobre largas mesas. Así se "compra" y se
"vende" sin plata. |
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Tiempo estimado de lectura
2'57''
Una botella de
aceite por seis plantas de lechuga. Un lápiz labial y un delineador por una torta de
cumpleaños. Un masaje corporal por un pantalón. Un moisés y un cochecito de bebé por
una bicicleta.
Las combinaciones son múltiples. Todo se cambia. Todo se compra y todo se vende. Sin
embargo, nunca se habla de dinero. Esa es la filosofía del Club del Trueque, una
organización de prosumidores (productores y consumidores) que cada día suma más
socios y se extiende a todo el país.
Surgió hace seis años, en un garaje de Bernal, cuando un grupo de amigos (unas ocho
personas) empezó a canjear productos de sus huertas: 5 tomates por 10 zapallitos, o 4
peras por algunas mandarinas.
Hoy según sus fundadores más de 300.000 personas en 500 sitios
distintos (llamados clubes o nodos) sostienen parte de su economía familiar
a través de esta alternativa: un mercado sin dinero que da soluciones concretas a la
crisis y trabajo a cientos de desocupados.
En los clubes hay hombres y mujeres sin límite de edad que ofrecen los más
diversos productos o servicios.
Está la señora que teje y despliega las prendas sobre una mesa, la que lleva verduras de
su huerta, la que prepara piononos. También están el carpintero, el albañil, la joven
que cuida ancianos y el médico que atienden a cambio de algún producto o de otro
servicio.
El valor del producto
No todo se trata de un canje por algún objeto o servicio mano a mano. También,
cada persona fija el valor de su producto. A cambio, consigue créditos que luego
pueden ser utilizados para "pagar", por ejemplo, una visita al odontólogo.
Los créditos son la "moneda social" que usan los "truequistas" para
operar. Cada crédito tiene un valor de referencia: un peso.
Con estos créditos se hacen las compras y ventas en los clubes, que se reúnen en
determinados días y horarios.
Todos los clubes se vinculan entre sí formando la Red Global del Trueque. Según sus
estadísticas, en el último mes las operaciones que se hicieron en todos los clubes del
país alcanzaron un total de 30 millones de "créditos" o pesos (cada crédito
vale un peso).
El primer nodo del país fue el de Bernal, que aún funciona los sábados desde las 10 de
la mañana, en Chacabuco y De Pinedo.
"Este nodo sigue siendo muy familiar y barrial. Vienen más de 100 personas, que
conocen muy bien las reglas básicas que hay que cumplir en todos los clubes: ser
solidarios, éticos y tener confianza", contó Julio Sánchez (49), el coordinador
del nodo, que ofrece sus servicios de electricista por créditos.
Su esposa, Mónica Vergara (45), se dedica a la venta de tortas después de haber sido
durante años inspectora en el Sindicato de Músicos.
El trueque es un mecanismo tan antiguo como el hombre y representa la más primitiva
actividad comercial de la humanidad.
En los clubes modernos cada prosumidor vuelca a la red sus productos y, como
contraprestación, toma de ella los productos que ésta le ofrece para cubrir algunas de
sus necesidades insatisfechas.
"Se trata de una economía alternativa que no reemplaza a la formal. Por el
contrario, es un complemento para aquellos que por distintas circunstancias están parcial
o totalmente fuera del sistema económico", explicó Rubén Ravena, uno de los
creadores del sistema.
Así, se obtienen créditos por doblar medias, por ofrecer un piano para dar clases, por
juntar miel de un panal o esculpir lápidas.
Las actividades más impensadas le permiten hoy a un prosumidor "obtener, en
promedio, ingresos mensuales del orden de los 700 créditos en productos, servicios o
saberes ofrecidos por la Red", asegura ron los coordinadores.
Y hasta impusieron en los barrios una nueva moda, la de nodear. Es decir, comprar y
vender recorriendo los distintos nodos (o clubes), sin gastar dinero pero con créditos. |