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Informe sobre Sectas
Versión 2.0

  EL AUTOR

¿Sectas?

Capítulo 2

Elementos para una historia de estos movimientos en Occidente

... A Melkor, entre los Ainur, le habían sido dados los más grandes dones de poder y conocimiento, y tenía parte en todos los dones de sus hermanos. Con frecuencia había ido solo a los sitios vacíos en busca de la Llama Imperecedera; porque grande era el deseo que ardía en él de dar Ser a cosas propias, y le parecía que Ilúvatar no se ocupaba del Vacío, cuya desnudez lo impacientaba. No obstante, no encontró el Fuego, porque el Fuego está con Ilúvatar. Pero hallándose solo, había empezado a tener pensamientos propios, distintos de los de sus hermanos...

J. R. R. Tolkien
El Silmarillion

Índice

Actualizada el 15-Jan-2005
 

Desde el inicio de la historia

En torno a la problemática que plantean las sectas a la cultura contemporánea se han elaborado varias "verdades" aceptadas acríticamente por la mayoría de nosotros. Una de estas verdades es la afirmación de que el fenómeno del comportamiento sectario es un hecho propio del ámbito de la experiencia religiosa, a punto tal que el término "secta" se identifica espontánea y popularmente con "secta religiosa".

Esto es sociológica, psicológica e históricamente incorrecto. Como ya expliqué en el capítulo anterior, la conducta sectaria es una realidad propia de la condición humana, un fenómeno propio del campo de la psicología y la sociología. Es decir, el comportamiento sectario es posible que se manifieste en cualquiera y en todos los ámbitos propios del obrar humano.

Así lo expliqué al hablar del fenómeno subyacente a las que he denominado "conductas sectarias". Podemos encontrar conductas y organizaciones sectarias en todos los ámbitos de la convivencia humana: los partidos políticos, la organización comunitaria, el deporte, etc.

Otra de estas "verdades" que son dogmáticamente aceptadas hoy, es la creencia de que este es un fenómeno casi esclusivo del cambio de milenio. Esto es también un error.

Ante todo no podemos irgnorar la historia. Así lo prueba un hecho fácilmente comprobable: muchos de los grupos de origen cristiano más difundidos hoy encuentran su origen en movimientos surgidos durante el siglo XIX (Mormones, Testigos de Jehová, etc.).

También hay que tener en cuenta que por tratarse de una realidad propia de la naturaleza humana, fenómenos tales como el fanatismo y el fundamentalismo, así como el del sectarismo han impregnado todos los ámbitos de la convivencia humana y toda su historia. Difícilmente podamos encontrar período de la historia de la civilización en el que la sociedad no se haya visto atenazada por organizaciones como las que nos ocupan. Más aún, el fanatismo y el fundamentalismo han sido el signo distintivo de períodos oscuros de todas las culturas.

Es que en el fondo de esta experiencia deformante de la libertad del hombre que hoy denominamos "secta", se encuentra una tendencia inserta en el corazón del hombre que lo lleva a acomodarse más fácilmente en la división que a trabajar por la unidad y la concordia. Una tendencia que los cristianos hemos de afirmar que reconoce su origen en el diálogo que sostuviera Eva con la Serpiente: "...Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal".

Ser "conocedores del bien y del mal", ser dueños del bien y del mal, es básicamente la tentación de la autarquía, de ser los propios señores, de constituirnos en el propio centro y punto referencia. Esta y no otra es la raíz de la división, del enfrentamiento, y por supuesto, también la raíz de nuestra atomización social, cultural, y religiosa.

De este modo se podría decir que la primera secta, la secta originaria y primigenia es la constituida por los adoradores de sí mismos, los que enarbolan su pretensión de "ser como dioses" como bandera y divisa. Son secta porque se han cortado, desgajado del tronco original. Porque han seguido las enseñanzas de un maestro particular: ellos mismos. Y así se han separado de la comunión.

En términos de teología cristiana, son secta porque absolutizan una verdad parcial: que el hombre es señor de todo lo creado. Y se olvidan de la verdad primera: que el hombre antes que cabeza de la creación es también una creatura. Todas las "sectas" que se han presentado a lo largo de los siglos no son más que formas, variantes propias de cada lugar y circunstancia histórica, de una primera y misma ruptura, la única verdaderamente original.

En esta ruptura primigenia de la comunión con la Trascendencia y con la creación podemos encontrar también el principio de respuesta a todas los desafíos que la problemática de las sectas suele plantear. La problemática tanto religiosa como social, económica, política y cultural que plantea el así llamado "desafío de las sectas" tienen una solución clara: reconstruir en el corazón de cada hombre, a través del esfuerzo y la fidelidad personal a la Verdad, la unidad y armonía del orden querido por el Creador.

El hombre se ha separado de la Trascendencia; esta es la ruptura armónica fundante, la pérdida de la armonía y la unidad trascendentes propias del hombre. Esta disonancia o rupruta no es un hecho exclusivamente religioso, se proyecta a todos los órdenes de la existencia humana, tiñendo con su realidad todo el ámbito de lo social y lo cultural. Tal es el mensaje que los cristianos podemos leer en el relato de la Torre de Babel.

En este vacío de trascendencia que se genera en el corazón del hombre está también la explicación y el principio de cura de cada persona afectada. Una pregunta frecuente es ¿qué es lo que lleva a estas personas a someterse a la doctrina y disciplina de una secta?

En términos generales la raíz profunda de la personalidad que es captada no es el vacío afectivo, un estado de crisis personal o el fracaso familiar o económico. Estos elementos también suelen estar presentes, pero por debajo de ellos, en un nivel más profundo hay vacío de trascendencia.

Una personalidad religiosa madura tiene un eje trascendente que le permite generar respuestas a las crisis por la que pueda atravesar. Una personalidad que carece de ese eje trascendente lo busca. Y la secta es una respuesta fácil, rápida y simple a esa búsqueda.

"El impulso hacia los valores absolutos, si no está sostenido por una auténtica experiencia religiosa y un serio compromiso moral, lleva con frecuencia hacia personas que prometen fáciles descuentos en la fatiga de la búsqueda y aseguran rápidos atajos en la consecución del conocimiento de los misterios divinos."

Juan Pablo II
Discurso a los participantes en la asamblea plenaria del
Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes.
26/10/1989

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Hacia las puertas del siglo XIX

Con las salvedades y precisiones que hemos hecho hasta este punto, el término "secta" es el que permite identificar más globalmente los grupos a los que me refiero en este trabajo. Ahora bien, como también he dicho en el capítulo anterior al hacer las consideraciones concernientes a la definición, el término español "secta" es el que se utiliza en el Nuevo Testamento para traducir el griego "háiresis", y por lo tanto resulta evidente que la aparición del fenómeno no es un privilegio de nuestro tiempo sino que, al menos a lo largo de la era cristiana, siempre ha habido grupos que por razones diversas se marginan de una vida eclesial y social plenamente concebida.

Durante los primeros siglos del cristianismo se aplicó esta denominación a grupos gnósticos de origen cristiano que buscaban fórmulas de compatibilizar el pensamiento pseudomágico de origen griego y persa con el Cristianismo de difusión creciente sobre todo en el cercano Oriente.

Centurias después, durante la Edad Media, los cátaros y otros grupos heterodoxos europeos comenzaron a ser reconocidos como sectas. Había un denominador común: la búsqueda de compatibilidad entre elementos provenientes del pensamiento mágico de origen pagano y la fe cristiana.

Hasta aquí podemos enunciar un primer tipo de grupos que surgen aún en nuestro días y que han estado siempre presentes en la historia del Cristianismo: los que son producto de intentos de armonización, actualización o adaptación de antiguas creencias paganas. Grupos en los que el antiguo pensamiento mágico sigue presente y se esconde bajo disfraces variopintos para reaparecer con fuerza periódicamente.

En el período moderno, esta denominación de "secta" comenzó a aplicarse particularmente a las iglesias derivadas del movimiento de la Reforma Protestante del siglo XVI; movimiento cuyo propósito declarado (al menos en la intención de sus fundadores) era purificar a la Iglesia Católica de lo que ellos consideraban como sus más graves errores y debilidades.

Pero el movimiento reformista, era un intento de purificación no obrado desde el interior de la Iglesia misma, sino que se trató de un intento de purificación aplicado desde fuera, una purificación que no contemplaba las notas de trascendencia y permanencia que la Iglesia ha recibido por su misma institución divina.

La Reforma, fue un intento de purificación desde un apartarse del viejo tronco que se valoró apriori como total e irremediablemente deteriorado, no a través de una profundización en lo divino que se esconde detrás de lo humano (como lo exige en definitiva la dinámica de la Encarnación); lo que la convirtió en una búsqueda de pureza descarnada y por ende, peligrosa.

En esto mismo podemos decir que radicó el drama más profundo que debió enfrentar el movimiento reformista, ya que no pudo evitar ser manipulado por algunos gobernantes del momento (tal como fuera el caso de Enrique VIII de Inglaterra, o de los príncipes alemanes), que no dudaron en aprovechar el proceso de reforma religiosa como un instrumento que les permitiría romper la unidad de la Iglesia, principal obstáculo en la concreción de sus propósitos de absolutismo político y en su necesidad de fondos de financiación para campañas militares.

Obviamente que aquellos dirigentes políticos, no estaban preocupados por la mayor o menor santidad de los cristianos y de su Iglesia, sino que vieron en la Reforma un instrumento potencialmente apto para concretar sus designios de ejercer un poder absoluto sobre pueblos y territorios.

Para este propósito, la destrucción de la unidad de la Iglesia era el requisito indispensable, ya que la ruptura de la unidad en la fe convertía al poder político en el único factor aglutinante de las nacionalidades; de este modo, quienes deseaban eliminar todo límite en el ejercicio de su poder, encontraron en la Reforma protestante un resorte propicio para minar las estructuras religiosas de sus pueblos y dejarlos a merced de los mercenarios de sus propios intereses.

Así las cosas, la Reforma encontró prontamente en muchos príncipes europeos de la época un apoyo notorio, sin el cual no hubiera sido posible llevar adelante el proceso de división de la Iglesia; pero por lo mismo, la Reforma Protestante debió pagar un precio excesivamente alto: someterse a los condicionamientos que le impusiera del poder civil.

Desde nuestra perspectiva histórica, podemos afirmar hoy que, en general, ninguno de los reformadores logró erradicar en la vida de las comunidades cristianas que se desgajaron del tronco histórico del catolicismo lo que condenaban en la Iglesia Católica.

Pero el daño provocado no se redujo simplemente a la división del Pueblo de Dios, sino que se introdujo un elemento agravante más: los grupos reformistas, adoptaron como norma de interpretación bíblica lo que se denominó "Principio de Libre Interpretación", introduciendo así de modo definitivo y estable en la vida religiosa de Occidente un virus intelectual que carcomería sus entrañas: el subjetivismo. Este subjetivismo es la causa por la cual las iglesias emanadas de la Reforma no pudieron mantener estables por mucho tiempo sus lineamientos fundacionales, dando lugar en el transcurso de pocos años a un proceso incipiente de disgregación religiosa que se ha proyectado hoy en una atomización de la experiencia religiosa que se constata fácilmente a través del continuo surgimiento de nuevos grupos, y en el continuo peregrinar de individuos de unos grupos a otros, ya que no encuentran "su lugar".

Este proceso de atomización de la experiencia religiosa originado en el protestantismo se ha visto agravado sobre todo en los últimos tiempos, por la intromisión de fuertes intereses económicos y políticos junto a los propios de la predicación del Evangelio.

Ese subjetivismo del libre examen propio de las iglesias surgidas del movimiento reformista del siglo XVI, unido a una concepción de la iglesia de naturaleza disolvente (recordemos que en el modelo congregacionalista, es la comunidad la que marca las pautas doctrinales y de organización), es el sustrato teológico y espiritual a partir del cual se gesta el segundo modelo de grupo que nos ocupa: los originados específicamente en las grandes confesiones cristianas, y donde el componente mágico es inexistente o mínimo.

Este breve análisis histórico nos lleva a que debamos fijar nuestra atención en lo que fueron los dos grandes polos de este "estallido religioso" occidental, que nos ocupa, en el transcurso del siglo pasado.

 

EN DESARROLLO
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