Kosovo:
¿Objetivo Europa?
El objetivo final de la guerra contra
Yugoslavia no es Kosovo.
Es la Unión Europea.
La agresión contra Yugoslavia invocando la
barbarie que la misma agresión ha multiplicado en Kosovo, nos ha convertido en indeseados
espectadores del fin de un sueño: El de la Unión Europea .
No es que la UE vaya a desaparecer como tal, ni que el euro tenga los días contados. No.
El fin del sueño de una Europa unida, poseedora de una entidad propia en lo
político, lo económico y lo militar con capacidad para actuar como factor moderador en
el mundo. De una Europa respetuosa de la ley internacional, comprensiva de los problemas
y la complejidad del mundo y con voluntad de ofrecer al resto de la Humanidad
un modelo de relación menos injusto y desigual y por supuesto, que descartara la
amenaza y el uso de la fuerza.
Esa Europa ha sido sepultada en los
bombardeos contra los restos de la Federación yugoslava.
La poderosa e irresistible maquinaria propagandística ha logrado, casi, borrar del debate
las consecuencias y el precio que la guerra hace pagar a la Unión Europea como
proyecto.
Porque en Kosovo se entierra no sólo el
orden jurídico y político surgido en torno a las Naciones Unidas -y a la propia
ONU-, sino también el sueño de una Europa independiente.
La guerra muestra algo más que el poder militar de Occidente. Presenta a la Unión
Europea como apéndice de la OTAN y confirma lo sabido: que la OTAN es una
organización que responde a los intereses de EE.UU., no a los de Europa.
La guerra en Yugoslavia a trastocado
el orden mundial. También el equilibrio que se construía en Europa, basado en la
confianza y en la cooperación. Rusia no olvidará la humillación. Tampoco podrá confiar
en una Unión Europea tan obediente y solícita a la política de EE.UU. Sustituido el
derecho por la fuerza, se impondrá una nueva carrera armamentista, con el elemento
atómico como pivote central, dada la desventaja tecnológica de Rusia y su colapso
económico. Aumentará asimismo su oposición a nuevas ampliaciones de la OTAN, que
pretende poderes generales en el territorio de la antigua Unión Soviética, incluyendo la
propia Rusia. El cruzamiento de la línea roja trazada se entenderá, más que nunca, como
casus belli.
La OTAN construye un nuevo y arriesgado cinturón de hierro
en torno a Rusia, reactualizando la teoría de MacKinder de
1904.
El efecto no concluye en el escenario europeo. La visión
europea y norteamericana es compartida por pocos países. Las imágenes de riadas de
aviones desbaratando puentes, refinerías, edificios y caravanas de refugiados es la
peor manera de presentarse como adalides de los derechos humanos.
El Mundo ya sabe cuál será la paz que se querrá imponer desde los países
occidentales. Para los estados que tengan posibilidad de hacerlo, obtener armas
terribles se convertirá en elemento disuasorio principal para preservar su independencia.
La India ha considerado pertinente probar que posee misiles con capacidad atómica.
Pakistán -en respuesta- ha hecho lo mismo. La inseguridad aumentará sin que haya
autoridad moral para oponerse.
Hasta Yugoslavia, la UE transmitía al mundo
la imagen de una región en proceso serio y sostenido de integración. La UE era modelo a
seguir, fuente de confianza, esperanza de equilibrio ante la prepotencia norteamericana.
La imagen de una Europa independiente se ha derrumbado. La idea de una UE alejada de
veleidades belicistas también.
Europa ha vuelto a sus orígenes
imperiales, aunque como subordinada y vicaria del imperio mayor.
El desorden creado obligará a la U E a
aumentar su dependencia de EE.UU., por los círculos viciosos que provocan las
aventuras militares. Estas generan situaciones que obligan a profundizar la
dependencia para hacer frente a las inseguridades provocadas por la aventura militar.
La guerra contra Irak tenía a Kuwait como
razón y a la ONU como fuente legitimadora.
En Yugoslavia ocurre todo lo contrario.
Pocos creen en la sinceridad humanitaria de países que colaboran con el
genocidio Kurdo, permanecen indiferentes ante las masacres en Timor y África y
eternizan el drama saharaui o palestino.
En cambio, toman nota del entierro
de la legalidad internacional y de la ONU y de que, desde la OTAN se defiende a
ultanza el uso unilateral de la fuerza.
Una política que tiene como trasfondo el sentimiento de impunidad que da saberse sin
adversarios.
Este retorno al siglo XIX restablece la amenaza y el uso de la fuerza en la política
mundial.
Los fabricantes de armas están de
enhorabuena.
¿Qué ha ganado Europa?
Tras la ONU es la gran perdedora. La OTAN puede derrotar a Yugoslavia, dada la asimetría
de fuerzas. Europa ha perdido la paz. EE.UU. es neto triunfador.
Ha logrado liquidar el sueño de autonomía europea, derrumbar su imagen
internacional y hacer ver que el euro no es alternativa al dólar, pues Europa sigue
siendo un continente inestable.
También ha erosionado las relaciones intereuropeas y fortalecido a la OTAN, su mejor
instrumento de hegemonía. De guinda, ha podido, al fin, con la complicidad europea, dejar
fuera de juego a la ONU.
El objetivo final de la guerra contra Yugoslavia no es Kosovo.
Es la Unión Europea. Proceso de suicidio asistido. Fin de siglo. Fin del sueño.
Triste forma de acabar el milenio cristiano.
-Augusto Zamora R. Profesor de Derecho
Internacional y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid.
-El Mundo,
jueves 6 de Mayo de 1999.
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