F. FERRER LERÍN
El país, jueves 7
de enero de 1999
Una sombra. Algo que se intuye como un
gran gato montés y que fugazmente aparece en un pequeño claro
de la espesura. La borrosa y tópica imagen que describen los afortunados
que se han cruzado con él. Una bestia compacta, fuerte, parda, con
manchas oscuras y una cola sorprendentemente corta. Es la fiera por excelencia,
el gran felino europeo, la encarnación de todos nuestros miedos
a la noche y a la soledad de los bosques. Es el lince, totémico
y abocado a la extinción. Una especie que en el mundo rural carece
de nombre propio - lince es vocablo culto propagado a partir de Rodríguez
de la Fuente y de la constitución del parque de Doñana
- y que es llamado lobo cerval, lupo cerbal, llop cerver, gato cerval,
gato lobo, lubicán, tigre gallego o pantera, apelativos formados
a partir de nornbres de otras especies o, como en los dos últimos
casos, meras aproximaciones disparatadas. Un hecho que denota que
el animal no es conocido o que, al menos, su presencia. no es en
absoluto conspicua.
A mediados del siglo pasado las dos especies
de lince de nuestro continente, Lynx pardina, el lince ibérico,
y Lynx lynx,
el lince boreal, aún ocupaban
amplias zonas de Europa. Poco a poco, la acción del hombre -destrucción
de bosques de llanura, desarrollo de las armas de fuego- fue empujando
al lince, y a toda la gran fauna, hacia los lugares menos accesibles y
más recónditos Las únicas posibilidades de supervivencia
las encontraron en las montañas o en las grandes propiedades no
roturadas. Ya en nuestro siglo y centrándonos en la Península
Ibérica, la fragmentación del territorio ocupado por él
lince avanza dramáticamente. Los primeros datos fiables, de los
años cincuenta, apuntan al cuadrante suroccidental como zona óptima,
apareciendo manchas aquí y allá, muy espaciadas, pero prácticamente
en todas partes:. aunque en el nordeste sólo se señalan los
Pirineos y el extremo sur del Sistema Ibérico. A principios de los
ochenta la reducción de las áreas de posible presencia es
espectacular: por lo que respecta al cuadrante nororiental sólo
aparece un signo de interrogación en el Pirineo catalán y
otro en el Pirineo aragonés; de hecho en la mitad oriental de la
península queda práctica y oficialmente extinguido.
En estos momentos, preguntarse Si en Cataluña
quedan linces es, en primer lugar, preguntarse si quedan linces en el conjunto
de la Cordillera Pirenaica y, en segundo lugar; es preguntarse a qué
especies pertenecerían o incluso, ya en un plano de absoluto optimismo,
si seria posible la existencia de las dos, como parece que ocu rrió
en tiempos pasados. El lince
ibérico es una especie endémica
de la Península que tuvo en el Pleistoceno una amplia distribución,
alcanzando incluso el centro de Europa. La otra especie, el lince boreal,
de origen asiatico, debió llegar al continente después, solapandose
sus áreas en algunos lugares -Balcanes, Cáucaso, Pirineos-
hasta que, ya al comienzo de nuestra era, parece que el Lynx pardina
se circunscribía al contorno mediterráneo. El lince ibérico
no es tan poderoso Como el boreal; frente a los 20 kilos de este último
sólo algunos machos llegan a los 12 o 13. Tiene un aspecto mucho
más oscuro -por las abundantes manchas- y sus dimensiones -98 centimetros
de cabeza y cuerpo los machos- parecen acordes con el paisaje de Doñana
o el de los montes de Toledo. El lince boreal nos traslada a un mundo de
bosques primarios, a los fríos y a las nieblas de otras latitudes.
Linceo fue el héroe griego que
dio nombre al lince. Este argonauta poseía una vista tan portentosa
que atravesaba con ella los muros y descubria los tesoros de las profundidades
del mar. Pero esa cualidad no debiera ser la que caracterizára al
felino; igual que en los buitres, en los que la interpretación popular
les hace detectar las carroñas por el olfato, siendo la vista, realmente,
el sentido utilizado, es, en el lince, el oido el sentido que les lleva,
fundamentalmente, a localizar a su presa habitual en la Península
Ibérica: el conejo. Y es ese hábito el que trágicamente
le está llevando aceleradamente a la extinción en sus mejores
reductos poblacionales, el monte bajo de las grandes fincas cinegéticas,
al caer en los cepos a los que acude guiado por los chillidos de algun
desgraciado conejo ya preso en otra trampa contigua. Sin embargo, en Cataluña
esta circunstancia ya no puede darse. Dejando aparte que el trampeo nunca
se ha producido con la intensidad de Andalucía o La Mancha, la situación
actual del lince sería la de confinamiento exclusivo en las montañas
pirenaicas, lugar nunca proclive a la abundancia de Conejos, y menos después
de la mixomatosis y otras enfermedades. La destrucción del hábitat,
la excesiva presencia humana, la proliferación de carreteras y otras
infraestructuras fueron las causas de su arrinconamiento, pero ahora, de
la mano del turismo, su frágil y pobre refugio también está
amenazado. Datos de algunos investigadores y naturalistas de campo permiten
albergar ciertas esperanzas: excrementos, huellas y restos óseos
dan a entender que una exigua población se mantiene en el Sistema
Pirenaico.
Diseñar un proyecto de protección
y recuperación del lince en Cataluña pasa por avanzar
en su conocimiento, destinando los medios adecuados y, sobre todo, pasa
por considerar al Pirineo en su globalidad, olvidándonos aunque
sólo sea por una vez de las fronteras administrativas autonómicas
y estatales. Como se ha dicho ya repetidas veces, el lince tiene sus secretos,
pero esperemos que no tengan que ser revelados por la autopsia del último
de ellos.
Rastros, avistamientos y rumores
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