

n casi toda Europa se han conocido akelarres, y con ese nombre
han sido llamadas en casi todo el mundo tales reuniones brujeriles. Lo
que ya no todos saben es que tal denominación, aunque aceptada
universalmente, es de origen euskérico. El prefijo aker equivale a macho
cabrío, mientras que el sufijo larre es prado. De ahí que akelarre
signifique "prado del macho cabrío". La denominación se sustenta en
la creencia, también universal, de que las reuniones de brujas las
presidía un satánico cabrón.
os días, o mejor dicho, las noches en que tenían lugar tales
reuniones, solían ser las de los viernes, aunque también se sabe de este
tipo de cosas en noches de miércoles. Según declaraciones de unas
presuntas brujas navarras, interrogadas en 1527, se desprende que si
habían elegido el viernes para celebrar el akelarre se debía a su regocijo
porque en tal día Judas vendió a Cristo por treinta monedas. Aunque
también influía el hecho de que ese mismo día San Pedro negase al
mismo Cristo, permaneciendo en pecado hasta que con el canto del
gallo le llegase el arrepentimiento. Otras declaraciones, por el contrario,
decían que akelarres había todos los días, a cualquier hora y en
cualquier lugar, pero son las menos. Casi todas vienen a coincidir en
que tenían lugar, especialmente, a partir de las doce de la noche,
concluyendo con el canto del gallo y los primeros rayos del alba.
La asistencia a la reunión se lleva a cabo viajando por los aires, por
encima de pueblos y montañas. Unas brujas lo hacían a lomos de
animales, pero otras, tal vez las más expertas, se convertían en animales
ellas mismas. Para eso era preciso cubrirse el cuerpo con un ungüento
tan eficaz, que alguna bruja, aún en prisión, era capaz de convertirse en
mosca y salir por el agujero de la cerradura de su celda. Aunque
también, en ocasiones el viaje se llevaba a cabo a pie, por senderos o
campo a través.
Pero no todo el mundo acudía al akelarre de buen
grado, había quien lo hacía bajo chantaje, amenazas o secuestro. Este
último es el caso de muchas doncellas, y en especial el de multitud de
niños. Hasta dos mil llegaron a declarar en Lapurdi haber estado en el
sabbat -akelarre-, muchos de ellos llevados por sus propias madres.
n cuanto al escenario del akelarre, éste solía celebrarse comúnmente
en partados de las poblaciones, como prados, claros de
bosque, cuevas, etc., aunque de algunos se dice que tuvieron lugar en
casas, en calles y plazas, e incluso a la puerta de alguna iglesia. El
punto de reunión más famoso conocido en Euskal Herria fue una
planicie de Zugarramurdi (Navarra), delante de una caverna natural que
precisamente tomaría el nombre de Akelarrenlezea -la cueva del akelarre-.
ero se dice que también hubo akelarre en Fikozelai, de Sara;
Artegaña, de Alzay; Sohutta y Petiriberro, de Aezkoa; Larrun, de
Ascain; Jaizkibel, de Hondarribia; Irantzi, Pullegui y Mairubaratza de
Ameztoia, de Oyarzun; Berno y Mandabiitta, de Ataun-Burunda; Arlece,
de la Sierra de Andía; Mugarri, de Placencia; Etxebartxukolanda, de
Murueta; Eperlanda, de Muxika; Akerlanda de Gauteguiz, de Arteaga;
Askondo, de Mañaria; Akelarre, de Saibei; Petralanda de Lamindano,
de Dima; Amézola, de Olaeta; Garaigorta, de Orozko; Abadelaueta de
Echaguen, de Zigoitia; Mariturri, de Orenein; Urkiza, de Peñacerrada;
así como un interminable etcétera de tono menor.
or las declaraciones arrancadas a las personas acusadas de brujería,
durante los grandes procesos que se llevaron a cabo en los siglos XVI y
XVII, podemos formarnos una visión genérica del akelarre, aunque no
exclusiva. Predominan en casi todos ellos una serie de fases definito
rías, que son en realidad una liturgia perfectamente orquestada, y que
venía a responder en esencia a la antítesis de la liturgia cristiana.
a reunión brujeril comienza con una fase de iniciación en la que
las brujas más antiguas presentan al presidente de la asamblea, un
diabólico cabrón, a sus neófitos, quienes para entonces ya han debido
renegar de su bautismo y prometer cometer el mal en todos los
momentos de su vida. El demonio permanece sentado en una especie
de trono, a veces de oro, pero otras de madera. Es entonces cuando las
novicias recibirán una especie de bautismo satánico, que en ocasiones,
además del reniego, consiste en dejarse hacer por el demonio, en la
pupila de un ojo, una diminuta marca con forma de sapo.
este introito solía seguir una especie de pública confesión de
culpas. Cada asistente declaraba las muchas o pocas maldades cometi
das desde la reunión anterior, y si éstas eran escasas, se imponía un
castigo, especie de penitencia, a quien de manera tan poco abnegada
había servido a su señor, Satán.
ambién solía celebrarse, aunque no en todos los akelarres, una
misa negra, parodia asimismo de la cristiana. El altar era frecuentemen
te, en tal caso, la espalda de una vieja en cueros, sobre la que se
extendía un paño negro.
Por lo demás, la liturgia era burlesca hasta el
punto de que los presentes llegaban a comulgar suelas de zapatos. En
cuanto a los oficiantes de tan irreverente ceremonia, se dice que
muchas veces fueron los mismos sacerdotes que luego oficiaban nor
malmente en la Iglesia. De ello se desprende que la condición de bruja
estaba por encima de sexos, edades, oficios y condiciones sociales.
Cualquiera podía ser bruja, o brujo.
as misas negras terminaban a veces con sacrificios de personas y
animales. Los niños de corta edad eran las víctimas predilectas de las
brujas, aunque también las muchachas núbiles. En ocasiones el sacrificio
venía continuado por un festín antropofágico, donde los participantes
del akelarre devoraban los cadáveres de sus víctimas.
ás frecuentemente, tras la presentación de neófitos y la confesión
pública, venía directamente la orgía, en realidad el plato fuerte del
akelarre.
A la luz de hogueras y al son del txistu y el tamboril, brujas y
brujos danzaban de manera desenfrenada y en mezcolanza.
En otros
akelarres el baile al parecer comenzaba de manera ordenada, haciéndose
en círculo, o rueda, y vueltos hacia el exterior todos los danzantes.
urante la orgía solían tener lugar actos de homosexualidad, aunque
predominaban los heterosexuales. También era frecuente que brujas
y brujos se uniesen carnalmente con el diablo, y que de esta
relación algunas brujas engendrasen sapos, en particular, y otras bestias
de manera más generalizada.
l sexo se unía en la orgía el alcohol, del que se dice corría en
abundancia, y los alucinógenos y otro tipo de drogas distorsionadoras
del comportamiento humano. Frecuentemente tales drogas se preparaban
allí mismo y se consumían a través de pócimas y otros brebajes,
aderezados muchas veces con toda suerte de aditamentos repelentes:
excrementos, sapos, corazones de lagartos, médula de bebés, arañas y
otro largo rosario de inmundicias. Otras pócimas de parecida índole,
polvos maléficos y extrañas fórmulas, preparadas también durante la
reunión satánica, servirían a las brujas para cometer sus maleficios.
l akelarre concluía al canto del gallo y con general estrépito.
Brujas y brujos regresaban a sus domicilios utilizando el mismo
procedimiento empleado en la venida. Pero antes quedaban citados para el
próximo, y se hacían firme propósito de cometer una serie de actos
maléficos.
omo ejemplo de la crudeza orgiástica de algunos akelarres, o más
bien, de la fantasía derrochada a la hora de describirlos, sirva el
testimonio de Graziana de Amezaga, una mujer de 40 años, acusada de
prácticas brujeriles en la zona de Zugarramurdi. Decía "que el demonio
los conocía a todos carnalmente, a los hombres por detrás y a las
mujeres por ambas partes, y que también se mezclan en actos deshonestos
los unos con los otros. Y que cuando a ella la conoció carnalmente
el demonio la primera vez, era doncella y la desfloró, sintiendo
mucho dolor. Y le salió sangre, que llevó en la camisa a su casa, y el
día siguiente la tenía y vio en ella". La cita está archivada en un
manuscrito de 1613, conservado en el Archivo General de Navarra.
Mucho se ha estudiado el tema de la brujería y el de los akelarres.
Unos con mejor suerte, con peor otros. Pero algo importante se
desprende de toda la maraña de documentación existente al respecto. Y
es que, como han afirmado algunos estudiosos, seguramente no hubo
en toda Euskal Herria ni un solo akelarre. Que las tales reuniones
demoníacas no son sino fantasías de inquisidores y jueces, que hicieron
declarar a sus víctimas lo que ellos quisieron. Que no son sino fruto de
mentes desquiciadas, malévolas, represoras y reprimidas. Y, en definitiva,
que a lo sumo pudo haber alguna fiesta nocturna entre personas
normales y corrientes, quienes, tal vez por culpa del alcohol, hicieron
algunas tonterías que en estado ebrio no hubieran realizado ni a la
fuerza. Pero nada más.
ker significa en realidad macho cabrío, pero por ser ésta general
mente la apariencia que adopta el Demonio al presidir los akelarres, ha
adquirido la misma denominación de ese animal inofensivo. Muchas
veces aker es Akerbeltz -chivo negro-, por ser ése el color preferido
por el Demonio en su teatral puesta en escena en las reuniones de
brujas. Sin embargo, no todos se ponen de acuerdo a la hora de
describirlo.
l testimonio de alguna bruja, durante su proceso, nos lo refiere
con rostro muy triste, feo y airado. Que se representa en forma de
hombre negro, con una corona de cuernos pequeños, y tres muy
grandes, como los de un macho cabrío. Dos los tiene en el colodrillo y
el otro en la frente, con el que alumbra todo el akelarre, con una luz
que siendo superior a la de la Luna, es no obstante más pobre que la
del Sol. Tiene ojos grandes, muy abiertos, encendidos y espantosos.
Barba como de cabra. Cuerpo y talle mitad hombre, mitad cabrón.
Dedos de pies y manos de persona, pero todos iguales, afilados y con
uñas de rapaz, así como las mismas manos y pies, estos últimos de
ganso. Su voz es espantosa, desentonada y cuando habla parece que
rozne como un mulo. Su voz es baja, grave y arrogante. Sus palabras,
casi ininteligibles y mal pronunciadas. Y su semblante, muy
melancólico, denota su permanente enojo.
e observará que en esta descripción se omite cualquier referencia a
los genitales del Demonio que, al igual que Cristo, aparece casi de
continuo como un ser asexuado, precisamente por considerar la Iglesia
al sexo motivo de casi todos los pecados. Y a pesar de ello, el
Demonio en el akelarre es un personaje lascivo en extremo, deseado
por las brujas, y que hasta los varones apetecían. Al fin y al cabo, ya
hemos dicho que el akelarre era sobre todo orgía. Y que era ello uno
de los motivos fundamentales que impulsaban a determinadas personas
a abrazar la causa brujeril.
Pese a ello, Catalina Mercero, de 29 años, acusada de brujía, declara
ría en Pamplona el 22 de febrero de 1595, que "tuvo acceso a Belcebut
-nombre que también daban al Demonio del akelarre-, como las
demás mujeres que allí se hallaron. Y que el dicho Belcebut le metía su
miembro, que lo tenía como un hueso, en su natura, aunque jamás
vertió simiente en ella, como lo hace su propio marido cuando tiene
acceso a ella. Y que estas veces que el dicho Belcebut tenía acceso a
ella, le daba mal"
a relación sexual del Demonio con las brujas se manifiesta otras
muchas veces fuera del akelarre. En ocasiones el coito tenía lugar a
plena luz del día y en la propia casa de las brujas. Según decían
algunas encausadas, tales actos solían ser incentivos del diablo para que
perseverasen en sus maldades. Referente a esto, algunas presuntas brujas
aseguraban que casi todas las noches tenían al cabrón en su cama, y
que se comportaban con él como si de un marido se tratase. Que tenía
el cuerpo muy frío, y que por más que lo abrazaban, no lograban
calentárselo.
ay ocasiones en las que el Demonio aparece vengándose personal
mente de la bruja que ha dejado de serlo. Tal es el caso de María
luretegula, quien había abandonado la secta brujeril. El Demonio
animó a todas las brujas, reunidas en el akelarre, a que fueran una
noche a casa de la traidora y la llevasen por la fuerza a la reunión. Las
brujas y el Demonio se presentaron en casa de María en distintas
figuras de animales. Pero como además de estar acompañada por gran
número de familiares, la referida María mentó repetidamente el nombre
de Dios, la Virgen y los Santos, el Demonio nada pudo contra ella.
Se limitaría, en su venganza, a arrancarle las berzas de la huerta,
destrozar los manzanos y descomponer la maquinaria de un molino
que tenía arrendado el suegro de la bruja arrepentida.
e este ejemplo se desprende que el Demonio, personaje inventado
por la Iglesia, responde a un papel de comparsa preestablecido. El
poder de tan maligno ser es infinito. Pero el de Dios está por encima
de él y no admite dudas. Dios es belleza, bondad y justicia. El diablo
es repelente, sumun de todas las maldades y arbitrario. En la eterna
lucha entre uno y otro, el segundo tiene asegurada la derrota de
antemano. Porque, entre otras cosas, a Dios se nos muestra muy listo,
pero al Demonio más bien tonto. Ello quedará mucho mejor reflejado
en infinidad de cuentos, fruto de la imaginación popular, pero de clara
inspiración cristiana, donde diablos y Demonio, caricaturizados, aparecen
como actores burlescos, que más que miedo dan risa, y cuya
moraleja bien podría ser: "Sólo los estúpidos sirven al Demonio"
Claro que, en el fondo, el diablo es más atractivo, más imaginativo y
más humano, porque manifiesta las mismas pasiones y debilidades que
el hombre. Le gusta la juerga, el sexo, la aventura y en general todo lo
prohibido.

