No debemos invocar al Diablo, y mucho menos convocarlo, porque nunca sabemos qué puede pasar después.
Esa, digamos Divinidad, es la parte de desconocimiento que todos llevamos dentro,
independientemente de la religión las ideas políticas o el conocimiento científico.
Dicho de otra manera; toda persona, nadie se libra, 1leva consigo un vacío existencial,
que cada uno procura llenar como mejor sabe o puede. También hay que considerar que no
todo el mundo es permanentemente consciente de la existencia de ese vacío,
o no lo sabe explicar o no sabe ponerle un nombre. Ese vacío, lo que las
personas religiosas llaman Dios, y el conocimiento profundo la alteridad
(sutil frontera entre el ser o ser otra cosa)
Si gritamos al bien, el bien nos responde positivamente, pero lo mismo ocurre
a la inversa. Seguramente las personas que convocan al Diablo no siempre creen en él
en un sentido bíblico, pero si en la parte negativa aunque puedan no ser
conscientes de ella que, como persona, quien tal invocación hace lleva dentro.
Así, llamando al Diablo, quien nos puede contestar es la parte más oculta,
retorcida, perversa, escabrosa y terrible de nuestro más profundo yo.
¿Que se le quiere llamar subconsciente...?, pues bien, algunos así le llaman.
¿Que preferimos entenderlo como un fenómeno de sugestión, fascinación, influencia
externa...?, da lo mismo. El caso es que obtendremos respuesta.
Porque lo cierto es que cuando se llama al Diablo, el Diablo no viene...
¡sale!