Tal creencia está muy extendida por toda Euskal Herria, coincidiendo
en lo esencial los distintos ejemplos. Pero sobre todo en uno: su
inspiración cristiana. En general, los difuntos se aparecen porque por
uno u otro motivo no hayan respetado el reposo eterno. Abundan las
historias de personas que murieron sin cumplir una promesa, o que
cometieron alguna grave falta en vida, y regresan del más allá demandando
el auxilio de sus deudos.
Las apariciones acostumbran a producirse por las noches, aunque
no exclusivamente. Unas veces como luces, otras como sombras, y
como espectros de manera más generalizada. Los sitios predilectos son,
por otra parte, los despoblados y los cruces de caminos. Existe, además,
una serie de requisitos que se deben cumplir al tratar a un aparecido,
ya que de no hacerse así, el encuentro puede resultar peligroso.
Itzugarri y anima erratu son los nombres con los que más
comúnmente se conocen a los aparecidos y a las ánimas en pena.
El tratamiento que se le debe dar cuando la aparición se produce, es el de tú.
La fórmula coloquial empleada en tal caso será:
"Zazpi eztatuz ez adi alde, eta aurreti" -"No te acerques más de siete estadios, y quédate
delante"-. Si por error se dijese atzeti -por detrás-, en vez de aurritz
-por delante-, el aparecido se le colocaría al mortal encima. Después
de este ritual, se le pregunta al difunto qué desea, lo cual se ha de
cumplir para que encuentre el descanso eterno. Mas si pidiese que se le
arrancase el sudario, por nada del mundo debe hacerse con las manos,
sino con un gancho, pértiga o similar, porque nunca se le debe tocar.
También creen algunos que la persona que ve a un aparecido muere
antes de un año, lo cual, por cierto, desmienten muchas leyendas que
hablan de este particular.
Ha sido creencia en Bermeo (Vizcaya) que si alguno moría sin
haber cumplido una promesa o voto, hecha a Dios, la Virgen o los
Santos, habrá de permanecer en el Purgatorio hasta que alguien la
cumpla por él. Son frecuentes las apariciones nocturnas, por tal motivo.
El aparecido suele decirle entonces al humano: 'Pañelurik bakozu?
-"¿Tienes un pañuelo?"-. Y si el interrogado responde afirmativamente,
el ánima pedirá: "Ekasu, ba, mesedez" -"Dámelo, por favor"-. Nada
más tocarlo el aparecido, el pañuelo se quemará, tras lo cual la aparición
dirá a su humano compañero:"Lagun eidazu mesedez San Juan en
neure biziyen egin eiko promes bat kunpliduten" -"Acompáñame a San
Juan, a cumplir una promesa que hice en vida"-.
Sin salir de la región de Bermeo, otra leyenda de parecidas caracte-
Y hacia la ermita de Gaztelugatxe, cuyas puertas solían permanecer abiertas incluso de noche,
se iban ambos si la aparición se había producido por aquella zona
vizcaína.
Según caminaban hasta el punto citado, encontraban por el
camino casas muy iluminadas y otras totalmente a oscuras.
Refiriéndose a ellas, el aparecido inquiría: "ikusten dozuz an etxe baizuk argi-argi?"
-"¿Ves allá unas casas muy iluminadas?"-. A lo que el otro responderá afirmativamente.
El ánima continuaba: "Ta bezte batzuk ilun-dun?"
-"¿Y otras muy oscuras?"-. Tras otra afirmación del humano, la
aparición explicaba: "Ba argi dagozen etxietan errosariye" -"Pues en las
casas que se hallan iluminadas han rezado hoy el rosario, en las que
están oscuras, no"-. Cumplida la promesa, aparecido y humano tornan
al punto de partida. Sería entonces cuando el primero se despedía,
diciendo: Ekasu eskue", -"Dame la mano"-, para concluir: "Oin banue
zerure, ta eskerrik asko zeuri" -"Ahora me voy al Cielo, y muchas
gracias a ti"-
rísticas refiere cómo dos amigos se embarcaron en un mismo barco y,
sorprendidos por un temporal, hicieron una promesa a San Juan de
Gaztelugatxe. Pero, cuando volvieron a su casa, se olvidaron de cumplirla.
Cuando de ahí a poco murió uno de los marinos, éste se
presentó una noche en casa del otro, y tras las presentaciones de rigor,
ambos se encaminaron a la ermita marinera de la costa vizcaína.
Cumplida ya la promesa, y de vuelta a casa, el aparecido le advertiría a
su amigo:"Ahora yo he quedado en paz, pero cuidate de no acompañar
a otro aparecido, que pronto te visitará, pues no es de buena
parte".
Noches más tarde, en efecto, aquel hombre volvió a tener un
encuentro con otro aparecido. Pero habiéndose olvidado de las palabras
del difunto amigo, no tuvo ocurrencia peor que acompañar también
a éste hasta la ermita de Gaztelugatxe.
Mas cuando estaban a punto de entrar en el templo, el ánima cambió su aspecto apacible, por
otro más siniestro y diabólico. En esto, el humano sería acosado por
una extraña vaca, que venía echando fuego. Presa del más inmenso
terror, pronto sentiría cómo el animal lo enganchaba con las astas, y lo
trasladaba en loca carrera hasta Bermeo. Suerte que los sacerdotes,
alertados por el estrépito, consiguieron ahuyentar
a la vaca con conjuros.
Pero a consecuencia del mal rato, el hombre enfermaría, muriendo
poco tiempo después.
Muy popular es también una leyenda de Ataun, referente a apariciones
de difuntos. Dice ella que un navarro cambió de sitio, para su
beneficio, el mojón de Irumugata, y que cuando murió, su alma vagó
errante por aquellos parajes, clamando: "hirumugatako mugarria,/nere
animaen galgarria./Nan sarr, nun sarr?" -"De Irumugata el mojón, de
mi alma la perdición./¿Dónde meterlo, dónde?"-. Hasta que en cierta
ocasión, otro navarro que por allí pasaba, acertara a responderle: >"Atea
dean tokian sarr zak" -"Mételo donde lo has sacado"-. Desde entonces
dejó de oírse la nocturna voz.
Sobre tan singular tema, se cuenta también que un pastor de
Aranaz (Navarra) escuchaba en el monte todas las noches las siguientes
palabras: "Nun sartuko dut nik mugarri au?" -"¿Dónde meteré yo este
mojón?"-. Y que habiéndole respondido el pastor: "Sartu zak atera
duken tokian" -"Mételo donde lo has sacado"-, en lo sucesivo dejó de
oírse tan ultraterrena voz.