De
cómo el narrador alcanzó a tomar el tren in extremis (y a partir
de aquí se terminan los títulos de los capítulos, puesto que
empiezan numerosas y bellas imágenes para dividir y aliviar la
lectura de esta fascinante historia).
Provisto
de lectura en la forma que se acaba de explicar, el narrador trepó
al expreso de París que ya tomaba velocidad, y después de catorce
vagones protuberantes de turistas, hombres de negocios y una
excursión completa de japoneses, dio con un compartimiento para
seis, donde ya cinco confiaban en que con un poco de suerte
tendrían más espacio. Pero plok, el narrador puso la valija en la
red y se constituyó del lado del pasillo, no sin prospectar en el
asiento de enfrente a una rubia que empezaba por unos zapatitos con
plataforma de lanzamiento estratosférico y seguía en sucesivas
etapas hasta una cápsula platinada envuelta ya en el humito que
precede al cero absoluto en Cabo Kennedy.
O
sea que estos ñatos estaban así:
Lo más desagradable era que el cura, la señorita y el
señor enarbolaban sendas publicaciones en el idioma nacional, tales
como Le Soir, Vedettes Intimes, etcétera, razón por
la cual parecía casi idiota abrir una revistita llena de
colorinches en cuya tapa un gentleman de capa violeta y máscara
blanca se lanzaba de cabeza hacia el lector como para reprocharle
tan insensata compra, sin hablar de que en el ángulo inferior
derecho había un avisito de la Pepsi Cola. Imposible dejar de
advertir por lo demás que la rubia platinada desprendía una ojeada
cibernética hacia la revista, seguida de una expresión general
entre parece-mentira-a-su-edad y
cada-día-se-nos-meten-más-extranjeros-en-el-país, doble
deducción que desde luego dificultaría toda intentona colonizadora
del narrador cuando empezara a reinar la atmósfera solidaria que
nace en los compartimientos de los trenes después del kilómetro
noventa. Pero las revistas de tiras cómicas tienen eso, uno las
desprecia v demás pero al mismo tiempo empieza a mirarlas y en una
de esas, fotonovela o Charlie Brown o Mafalda se te van ganando y
entonces FANTOMAS. La amenaza elegante, presenta. |