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Fantomas contra los vampiros multinacionales
Julio Cortázar

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A Moravia lo habían amenazado con matarlo; al narrador también, pero especificando que lo degollarían. Mientras se disponía a enterarse del último llamado telefónico de Fantomas, pensó con un vago horror en esa especificación, pensó en el pasado y el presente de su país, en el retorno de un estado de cosas en el que las peores torturas parecían moneda corriente. Muy atrás, en la pantalla alargada del siglo pasado, galopaban en el recuerdo los mazorqueros de Juan Manuel de Rosas, un primer plano mostraba sus facones en la garganta de los prisioneros unitarios, la lenta "refalosa" descrita por Esteban Echeverría y por Hilario Ascasubi, el filo que poco a poco se abre . paso en los tejidos mientras la víctima mantenida en pie por los verdugos asiste a su propia horrible muerte y oye decir: "No se queje, amigo, a su madre le dolió más parirlo". Cosas así sucedían diariamente en Buenos Aires, en las provincias, con música de radio apagando los alaridos, con noticias de diarios amordazados por el miedo que lo reducían todo a términos como mutilaciones, apremios y vejámenes, la misma Mazorca elogiada en actos públicos, la misma barbarie presentada como reconquista de una patria en la que se hundían hora a hora los cuchillos de la desgracia y el desprecio. Pero sus reflexiones fueron cortadas por ese otro deguello tecnológico que es el teléfono, Fantomas, sombrío, llamaba a alguien sentado detrás de un vidrio roto:

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