Ya
no tenía por qué esperar más, llamó a la clínica de Los Angeles y
Susan parecía estar esperándolo, le hizo una broma por su lentitud
mental y le contó su diálogo con Fantomas:
–Ya
veo –dijo el narrador–. ¿Fue a visitarte?
–Llegará
esta noche o mañana, pero ya sé todo. Las dos cosas.
–¿Las
dos cosas, Susan?
–Sí,
demorado. Mirá, estos matasanos de la clínica no me dejan hablar
mucho tiempo, péro precisamente por eso te lo voy a explicar con todo
detalle. Ni siquiera necesitas leer el final de la historia, porque es
perfectamente falsa.
–No
entiendo nada, Susan.
–Tú
pagarás la comunicación y yo me aburro en esta cama, de modo que
escucha. La primera cosa es la falsa, quiero decir el final de la
historia, y apenas llegue Fantomas le demostraré que ha perdido el
tiempo. A1 pobre le llevó un par de días descubrir la pista y
enterarse de que una secta de psicóticos, dotados de medios electrónicos
de destrucción, habían declarado la guerra a la cultura y lanzaban
una ofensiva contra los libros allí donde estuvieran, soltándoles
una lluvia de rayos láser o cualquiera de esas porquerías con
nombres vistosos. La investigación terminó en París, donde un tal
Steiner empezó a negar su culpabilidad, y entonces...
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