II   INTERLUDIO POÉTICO
A   Justificación de la poesía

LUNA SIN LUZ






Desde la pluralidad de un mundo
colmado de horizontes,
inicia sus ascensión la luna.
Desprotegida y fría, unívoca,
blanco del rencor humano, soslayado,
que impreca ese silencio mordaz de la existencia:
muda en la flor, muda en el torrente
y en el aullido de los lobos y en la bacteria
que deteriora un organismo, muda,
y hasta en la misma poesía que la dice, muda.

Porque incluso las metáforas resbalan
en el tiempo que sólo se regurgita a sí mismo
en cada espasmo suyo, única deidad acaso concebible,
ubicua y periférica.
Su intangible materia nos traspasa
y también contrae
aquél reclamo tímido
de una criatura que agoniza
a un megaparsec de distancia, en el planeta
de aluminio opaco, y estos versos
que anego en el vino como un trozo de pan
en el hospicio, un loco. Todos merodeantes
de alguna respuesta, provisoria,
que nos ilusione.
 

Monte Hermoso, julio, 1998



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