Siete jinetes cabalgan el paisaje de la fotografía. Montañas sin vegetación los cercan y un océano de color difuso les corta también el derrotero.
Empero, el primero de entre ellos evade el marco y, al introducirse en los libros de la biblioteca, la totalidad de los hechos que narran cobra vida,
héroes y villanos, doncellas, caballeros, magos, monstruos de la maldad y el daño, santones, animales, historias paralelas, continentes ubicuos en nuevas dimensiones dada la pequeñez inmediata de la tierra.
Deposita del segundo las patas el caballo en un archivo de cinematografía
y reitera así la historia. El mundo tampoco da abasto a tantas actrices y galanes y aventuras nuevas que, entonces, se dispersan por el Universo para habitar distintos sitios.
Los belfos del tercer equino resoplan en un laboratorio y las esencias guardadas en probetas y retortas, desestabilizadas, recorren los meandros de los alambiques y, al evaporarse, transforman la vida de la tierra.
Grita, eufórico, el cuarto ser montado en medio de una orquesta y los instrumentos rememoran aires silenciados y multiplican los ritmos y las melodías no compuestas por los hombres en una algarabía de sonidos alegre y recogida, suave y estruendosa, marcial y pueblerina.
Llega al túnel de un acelerador de partículas el quinto miembro y al interrumpir la corriente entre los gigantescos imanes transforma la constitución del Universo que enloquece de posibilidades y expulsa
al sexto jinete al origen del tiempo y la materia, a la confluencia de la nada y al algoritmo que destruyó esa totalidad compacta y originó la singularidad y luego la conciencia, y el orden es el caos y el abismo que se engulle y reaparece en una rosa, un trino de amor, una esperanza.
Y el séptimo jinete
detiene su carrera ante el ensueño que en la niña tiembla
de melancolía y, asombrado, recorre la aventura de sus seis anteriores
compañeros, a la que suma la marcha de
una humanidad doliente que
acepta una metamorfosis en muñecos de porcelana y trapos, ositos,
colombinas, hadas ...
Buenos Aires, diciembre, 1998