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Érase una vez una chiquilla llamada
Núria Estrada, a quien la posteridad no conocerá así sino como
Nuns, Mai, Nadawah o con algún otro apodo que aún no nos ha
sido desvelado. Lo que nos interesa ahora de nuestra heroína es que había nacido con indudables
ansias viajeras... Una serie de circunstancias la
llevaron de Orgasmus a la ciudad de Cardiff, en Gales, a donde la fui a
visitar hace ya más de un añito. Esta es la crónica resumida de ese
viajecito.
Durante el viaje Barcelona-Londres-Cardiff y mi semanita
allá, fui escribiendo una especie de diario de a bordo, un cuadernillo regalado
por Núria en el que anoté las cosas que me pasaban, los sitios a los que
íbamos, y en general, todo lo que se me pasaba por la cabeza. Bien, para ser
sincero allá apunté solamente notas generales, y las junté en un solo
cuaderno una vez de vuelta en Barcelona. Tal vez estaría bien que escaneara
partes de ese diario para ponerlas aquí, pero voy a ahorraros ese tormento. Eso
sí, transcribiré algunos trozos mientras os explico alguna cosilla de la
Caerdyd, la Perla
de Gales...
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Hay una conexión de
autobús de cuatro horas entre Londres y Cardiff. El punto de salida es la
estación Victoria, una enorme mole con aspecto de nave industrial
dentro de la cual, por algún motivo, encontré palomas paseando
tranquilamente junto a la gente. En cada andén había un vestibulillo de
embarque, en el que esperé pacientemente dos horas a que se abriesen las
puertas que daban al enorme patio central del que salían los autobuses.
Cuando al fin se abrieron las puertas y entré en el patio, tuve la mala
suerte de que una de mis bolsas de plástico se rompiera,
esparciendo de todo por el suelo de la estación. Rápidamente
empecé a recogerlo todo, mientras dirigía una mirada al conductor del
autobús, en el que creí reconocer un gesto de "tranquilo, me hago
cargo". Terminé de recoger, seguí caminando hacia el bus, y me
quedé de piedra al ver que el muy hijo de la gran puta de conductor
cerraba la puerta y arrancaba el motor. Corrí hasta allá, gesticulando
como un loco. El conductor repetía: "no", "no",
"get the next one", (sí, en tres horas, ¿no te jode?),
"It's forbidden to open the doors once the engine is on" (pero
si aún no te has movido, pastel!),.... Movido más por inercia que por
otra cosa, seguí corriendo al autobús hasta que salió de la estación y
se paró en el primer semáforo de la calle. Sin darme cuenta de lo que
hacía, enarbolé el paraguas mientras le gritaba de todo al
conductor (sin perder los buenos modales, o perdiéndolos muy poco, "you
bastard" no es un gran insulto, ¿no?). En algún momento se
unió a mis gritos un hindú, turbante y todo, gritando obscenidades en su
idioma al conductor. Cuando el bus se perdió en la distancia, el hindú y
yo nos quedamos mirando, sintiéndonos algo ridículos, y fuimos de nuevo
al andén a esperar otras tres malditas horas.
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