Resumen: El
libro explica un par de días de la vida de Holden Caulfield, un
adolescente parlanchín, sarcástico, hiperactivo y un poco raro en general.
Un día cerca de Navidad, se
escapa de casa por no querer explicar a su padre que ha sido expulsado del
colegio (¡por tercera vez!). Sin saber demasiado bien qué hacer con su
vida (de hecho nunca sabe lo que hará en los siguientes diez minutos),
Holden pasa una noche en un hotel, conoce gente, liga, se despide de sus
compañeros de clase, visita a
su hermana... Vive.
Opinión: Hace unas semanas, una amiga entró en mi habitación y se puso
a curiosear entre los libros de mi estantería. De repente se giró hacia
mí, sorprendida y algo escandalizada, y me dijo algo como: "¿qué haces con
éste libro? ¿Pero no era la novela favorita de Hitler o algo así?". El
libro en cuestión era "El guardián entre el centeno", y la verdad es que
me sorprendió mucho que fuera considerado un libro "maldito" porque, desde
luego, nada de su pacífico contenido lo merece. Las campanas que había oído mi
amiga no venían de que le gustara a Hitler sino de que era el libro de
cabecera del hombre que mató a John Lennon. Aparentemente estaba
obsesionado con él, y lo llevaba consigo cuando disparó... Que eso le
pueda crear mala fama al libro es taaaan injusto... Hmmf, me pregunto qué
hubiera pasado si el asesino hubiera estado obsesionado con la Biblia!
Veamos,
¿qué tiene de especial este libro? Para empezar, la manera en que está
escrito, que puede mover a la adoración o al odio. El estilo es
directísimo, muy sencillo y cotidiano, con
los pensamientos que le pasan por la cabeza al prota ametrallados uno
detrás de otro en primera persona, de forma tan verosímil que realmente
parece uno estar oyendo una cassette grabada por el propio Holden, más que
leyendo el libro de un tal Salinger... Esta es un arma de doble filo: si
bien Holden generalmente "cae bien", hay momentos en los que es capaz de
exasperar a cualquiera.
En el libro
vemos una sucesión apresurada de situaciones más o menos
cotidianas (diálogos con compañeros de colegio, paseos, cigarrillos), más
o menos extraordinarias (visitas familiares de madrugada, escarceos con...
eh... una señorita de cariño negociable), trufadas con reflexiones y
críticas sobre la vida, el futuro (Holden se niega a crecer si eso implica
aceptar la hipocresía de la vida adulta), y el comportamiento de la gente
(todos reciben leña, desde sus antipáticos compañeros de clase hasta él
mismo o su amado hermano que sin embargo se ha vendido al oro de Hollywood).
Holden admira y reivindica la naturalidad, originalidad y
espontaneidad de los niños (para empezar,
idolatra y casi deifica a su ciertamente adorable hermana menor),
sobretodo frente a las estúpidas contradicciones e hipocresías que ve en
el mundo de los adultos. En su huida hacia ninguna parte (más bien, siendo
realistas, en su remoloneo por las calles antes de volver a casa),
Holden observa, critica, ríe, aprende y empieza a darse cuenta de que para
él, quizá la mejor solución sea, cuando crezca, "tener hijos y vivir en un
lugar donde esconderse, en una cabaña al borde del bosque. (...) Allí, él
y su mujer comprarían muchos libros y enseñarían a leer y a escribir a sus
hijos". De hecho, eso es lo que acabó haciendo el propio J. D. Salinger,
tipo raro donde los haya, que se fue a vivir con su hija a un lugar
llamado Cormish, en un bosque perdido de la mano de Dios...
Resumiendo: una novela que tiene mucha más fuerza si se lee "cuando toca",
es decir, o bien siendo adolescente (el momento en que es más fácil
identificarse con las andanzas del bueno de Holden), o al menos en alguna
etapa en que uno se pregunte qué carajo hacer con el resto de su vida... Y
decida vivir intensamente cada momento mientras se lo piensa.
Fragmento:
[Holden habla con su hermana menor] "¿Sabes lo que me gustaría ser? ¿Sabes lo que me gustaría ser de
verdad si pudiera elegir? (...) Muchas veces me imagino que hay un montón
de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos,
quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde
de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a
él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde
esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo.
Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una
tontería pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una
locura".