Hablábamos
en el anterior “Seré Breve” de universos paralelos y mundos
duplicados, y de tanto en tanto apareció la palabra “cuántico”
en el texto. Con esta palabra viene a pasar un poco lo que ocurrió en los
años cincuenta con “atómico”: es el término comodín para referirse
a “algo de la ciencia muy complicado”. Sin embargo, debo decir en mi
defensa que en este caso sí que tenía que ver la palabra “cuántico”
con lo que hablábamos... Ahora me explicaré, pero antes, un aviso: este
"Seré Breve" será probablemente lo más paranoico y extraño
que he escrito en años! Vamos allá...
¡Miauuu! Tengo muchos buenos recuerdos de mi recientemente
fallecida gata negra, Bruja. A pesar de ello, su talante tirando a
psicopático y sus afiladas uñas me hicieron desear alguna vez haberla
utilizado para realizar en vivo el experimento más famoso de Schrödinger,
el que tenéis representado en el dibujo de abajo. Imaginad
un gato encerrado en una caja junto a una ampolla cerrada de gas
venenoso y una muestra de materia radiactiva. Si se produce una
desintegración radiactiva en la muestra (evento totalmente impredecible
con un 50% de probabilidades de ocurrir), un dispositivo lo detectará y
abrirá la ampolla de gas, matando al gato. Transcurrido un tiempo, no
tenemos manera de saber si el gato está vivo o muerto sin abrir la caja.

Ahora bien (y aquí viene lo bueno), la física cuántica nos dice
que el gato no estará ni vivo ni muerto hasta que abramos la caja y le
observemos; mientras tanto, está en un estado que es realmente diferente
a "vivo" y realmente diferente a "muerto". A
veces se dice que está vivo y muerto a la vez. Quizás sea más correcto
decir que la función de onda del gato es la superposición de dos estados
distintos: en uno de estos estados se ha producido una desintegración y
el gato está muerto, y en el otro estado no se producido ninguna
desintegración y el gato está vivo. Al abrir la caja, la probabilidad de
encontrar al gato vivo es del 50%. Una vez que se ha observado el
gato, entonces está o bien definitivamente vivo o bien definitivamente
muerto; toda la rareza ha desaparecido de repente.
El observador actúa
sobre el sistema al medirlo u observarlo (principio de incertidumbre),
en este caso al abrir la caja.
Obviamente sería absurdo intentar hacer este experimento con un
gato de verdad, pero el caso es que ya se ha realizado con átomos, que
han resultado “girar hacia la derecha y hacia la izquierda a la vez”
hasta que han sido medidos. Aún mejor, en junio del 2000 un tal Friedman
consiguió mediante efectos cuánticos que por un cable circulase
corriente en ambos sentidos a la vez, (hecho normalmente imposible), hasta
que dicha corriente fue medida, momento en que “eligió” un sentido de
corriente, aparentemente al azar. (Aquí
tenéis un enlace al respecto, si os interesa). Vamos, que lo del gato de
Schrödinger no es un efecto puramente teórico: se da en la naturaleza
aunque nos sea difícil de comprender.
Sé que no es lo mismo, pero permitidme que haga un salto mortal
genuinamente Fisher-Price... Le envías una carta a tu novia pidiéndole
que se case contigo, y recibes a los dos días un sobre con su respuesta
dentro. Lo tienes en las manos. Pues en ese instante, hasta el momento en que abres el sobre y miras en su interior, la respuesta es
“no” y “sí” a la vez, y por un momento existen simultáneamente
dos universos diferentes: uno en el que estás casado con hijos e
hipoteca y mueres de infarto a los cuarenta y otro en el que (por ejemplo)
vives soltero en Hawaii hasta los ochenta años. Tu función de onda está
en superposición de dos estados distintos a la vez: no es hasta que lees
la respuesta que se colapsa en una u otra dirección. A cada segundo
ocurren un número inimaginablemente grande de estos pequeños
desdoblamientos en el Universo... Et voilà, ya tenemos ahí el Multiverso.
Hmm, sé que a muchos no os convencerá esta explicación
pseudocientífica sobre mundos paralelos... No os preocupéis, tengo otra
igualmente increíble. Y basada también en resultados científicos: un
estudio cosmológico realizado hace unos pocos años en Princeton por unos
tales Steinhard y Turok (este parece un nombre vulcaniano).
Presentan una teoría curiosa que vendría a complementar la del Big
Bang... Postulan que el origen de nuestro universo es “un choque periódico
de dos membranas en un universo cuatridimensional eterno e infinito”.
No, yo tampoco sé qué carajo es una “membrana cuatridimensional”,
pero lo importante aquí es la palabra periódico. Es decir:
a pesar de que nuestro universo sea finito y limitado en el tiempo
(finalmente se desvanecerá cuando se extingan las estrellas y se
desintegre el último protón), cuando vuelva a producirse ese choque periódico
de las famosas mebranas cuatridimensionales eternas, se creará un nuevo
universo tridimensional similar (aunque no necesariamente idéntico) al
anterior. Cálculos de este Turok cifran el periodo de cada uno de esos
universos en unos 28 mil millones de años, lo que es más o menos
consistente con la edad calculada de nuestro Universo.
¿Qué significa esto, me pregunto? Pues que nacerán y morirán infinitos
universos aparte del nuestro. De hecho, ya han existido infinitos
universos antes que el nuestro actual y existirán infinitos más después
de que el nuestro muera. Cada uno de estos universos puede que tenga leyes
físicas diferentes y partículas elementales distintas, algunos universos
serán inhóspitos para la vida y en otros los planetas habitados serán
mayoría... Imaginad ahora un subconjunto (también infinito) de
esos infinitos universos: aquellos que tienen las mismas leyes físicas
que el nuestro. Y ahora imaginad otro subconjunto infinito dentro de ése:
universos en los que exista un Sistema Solar con un planeta en el que se
desarrolle la vida inteligente. Y aún otro subconjunto infinito dentro de
ése: universos en los que esa vida inteligente sea la humana, y forme
pueblos y civilizaciones. Y aún otro subconjunto infinito dentro de ese:
universos en los que vosotros, los que estáis leyendo este texto,
llegáis a nacer. Existe (o existirá, o ya ha existido) un número
infinito de universos en los que viviréis, tomaréis todas las decisiones
posibles, viviréis todas las vidas posibles y moriréis de todas las
maneras posibles. Esa es una idea excitante y aterradora al mismo tiempo.
Pensadlo detenidamente: existe (físicamente!) un universo en el que os
convertís en asesinos a sueldo, otro en el que morís en un asalto atómico,
otro en el que llegáis a dirigir Microsoft, otro en el que os convertís
en yonkis y morís de sobredosis, otro en el que os casáis con la pareja
que siempre habéis deseado, otro en el que acabas pegándote un tiro a
los quince años... Como en la canción de El Pirata Cojo de
Sabina, serás feliz de todas las maneras posibles, y serás desgraciado
de todas las maneras posibles, de las más lógicas hasta las más
absurdas.

Visto
desde este punto de vista, podríamos pensar que en cierta forma todos vivimos
eternamente. Morimos, sí, pero un periodo de tiempo infinito más
tarde volvemos a nacer en otro universo creado a partir de otro choque de
membranas, de otro Big Bang como el que comentábamos. Así pues, vivimos
para siempre. Sólo hay un problema: no somos conscientes de todas esas
repeticiones, al menos en este universo. Sin embargo, una vez que sabemos
que no sólo nuestra vida se va a repetir infinitas veces sino que también
se repetirán para siempre todas sus posibles variantes, podemos pensar
que cada uno de los instantes en que vivimos es eterno. LA ETERNIDAD ES
AHORA.
Si habéis hecho filosofía (de la normal, no de mi Fisher-Price),
igual os suena el concepto de eterno retorno de Nietzsche. Viene a decir
algo parecido a lo que comentábamos: Todo
se desintegra y se reintegra; eternamente se construye el mismo edificio
del ser. Todo se separa, todo se junta de nuevo, eternamente permanece
fiel a sí mismo el anillo del ser.
Nietzsche piensa en un ahora eternamente repetido en el que se unen el
pasado y el futuro como un anillo, como las serpientes de la Historia
Interminable que forman el infinito. Y aún una cita más, esta vez del
mismísimo Corán: “Igual que comenzamos
por vez primera la creación, la repetiremos. (Corán
21,104). En la Biblia no se andan con zarandajas: allí el Fin del
Mundo es a sangre y fuego y o pasas la eternidad en el cielo o fríes
pinchitos en el infierno.
En fin, termino ya este “Seré breve” inusualmente poco breve
con una reflexión que viene casi obligada: si cada instante es eterno y
está destinado a repetirse eternamente, vale la pena aprovecharlo al máximo.
Carpe diem, amig@s, que nadie pueda decir que no exprimimos la vida
a fondo!