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El plato se compone de un cachote de nerca súper, tierno como amor de bebé y sabroso como panameña merengueando,
nadando en su salsa jugo esencia marinada lungo a coté de berenjenas, cebollas, ajíes, tomates integrados en sabores y mezcladitos en colores, con perfumes de bosque y bondades de huerta orgánica, ecológica natural y
económicamente incorrecta, y deberá ser limpiado a fuerza de refregar y deglutir panes caseros recién horneados
La alta cocina de hoy parece la de la baja edad media. Buceando el pasado la ciencia corrobora
intuiciones atávicas, y resulta que hoy, millones de palabras después, estamos como cuando vinimos de Neardenthal. No asustarse, que no ahondaremos explicando cómo las bajas temperaturas hidrolizan los colágenos ni
nada de eso. Sencillamente diremos que estas carnitas, pacientemente aderezadas y acunadas en hierros/barros nunca teflónicos saben bien de bien, en todo sentido, sobre todo en los del gusto, el olfato, la vista y el
tacto, porque hay quienes comen con la mano. El oído también pero con el barullo que hacen acá a pura risotada resulta proeza atlética discenir crepitudes del yantar. La ratatouille es la caponata gala, pero más
fina, porque rige el ridículo prejuicio de que lo frances es más chic. En la Costa Azul suelen ponerle anchoas, pero aquí no podemos porque las féminas rechazan el sabor, tal vez por lo propio. Son verduritas salteadas
extra vírgenmente, según un orden Venid y juzgad, repetid hasta que se acabe y almacenad bonito recuerdo en el cajón de la memoria emocional. la única que sirve para algo. |
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