De Dónde Viene?

.De Dónde Viene?

Para los mexicanos la muerte no es el fin.
En su libro, El laberinto de la soledad, el poeta Octavio Paz escribió:
"Para los antiguos mexicanos la oposición entre muerte y vida no eran tan absoluta. La vida se prolongaba en la muerte. Y a la inversa. La muerte no era el fin natural de la vida, sino fase de un ciclo infinito. Vida, muerte y resurrección eran estadíos de un proceso cósmico, que se repetía insaciable. La vida no tenía función más alta que desembocar en la muerte, su contrario y complemento; y la muerte, a su vez, no era un fin en sí".

De entre las culturas mesoamericanas, las del occidente de México se han distinguido por el especial celo que tuvieron en honrar a sus muertos.
Como testimonio de ese culto dejaron las llamadas tumbas de tiro; eran cámaras excavadas en el subsuelo a las que se accedía por un pozo o tiro de entre dos y tres metros de profundidad.

Según la cosmovisión de estos pueblos el muerto seguía viviendo y tenía las mismas necesidades que los vivos, así que se le enterraba con vasijas colmadas de alimentos y bebidas y con los instrumentos con los que desempeñaba su oficio.

Para la cultura mexica representaba algo similar. La muerte no era el final, sino la parte de un ciclo ininterrumpido, de un concepto dual, del que se pasaba de la vida a la muerte y de ahí nuevamente a la vida.
Las leyendas, plasmadas en las crónicas, señalan que del lugar de la muerte, llamado Mictlán, surgieron los seres humanos.

Los mexicas creían que habían existido diferentes etapas del mundo a las que llamaron soles:

En el primer sol:
cuyo signo fue el agua, surgieron la tierra y el cielo y Quetzalcóatl hizo a los hombres de ceniza, pero se convirtieron en peces.

El segundo sol:
estuvo marcado con el signo del tigre, que devoraba a la gente en la oscuridad de la noche.

El tercer sol:
tuvo el signo de la lluvia del fuego y se decía que los que vivieron en esa época se quemaron.

El cuarto sol:
fue marcado por el viento, que se llevó todo y los hombres se convirtieron en monos y se fueron a vivir a los montes.

El quinto sol:
signado por el movimiento, nació en Teotihuacan. Se creó una nueva especie de hombres con los restos de los muertos de los soles anteriores.

Las crónicas indígenas narran que Quetzalcóatl viajó a Mictlán para pedir a los dioses de la muerte Mictlantecuhtli y Mictlancíhuatl, los huesos de los muertos para darles nueva vida con su sangre.


En su libro Los Antiguos Mexicanos, Miguel León Portilla, dice que la tradición establecía que el quinto sol se acabaría algún día, como los cuatro anteriores. Según las creencias mexicas el fin se podía evitar si se le proporcionaba "el líquido precioso que mantiene vivos a los hombres, el chalchíuhatl, la sangre.
Ese es el origen de los sacrificios.
Los mexicas se creyeron el pueblo elegido por los dioses para mantener con vida al quinto sol, al Universo, a partir de la muerte de las víctimas del sacrificio: morir para vivir, era el ciclo.

Actualmente, las celebraciones de los días de muertos se apegan más a los rituales de la región católica, que llegó a nuestro país con la "conquista espiritual" a finales del siglo XVI, y que establece los dos primeros días de noviembre como dedicados a los muertos, el primero a los "santos inocentes", que son quienes perecieron en la infancia, y el dos a los "fieles difuntos".

Al paso del tiempo las costumbres católicas se fusionaron con elementos de las tradiciones indígenas.
Se cree que el alma de los muertos regresa durante esos días a visitar a sus familiares.
Se acostumbra recibirlos con ofrendas en las que se incluyen los guisos que más les gustaba en vida: bebidas, dulces, el pan de muerto, frutas, calaveritas, incienso y copal.


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