Y esta pregunta sólo tiene una respuesta posible: no lo
queremos para casi nada, en la práctica. Si fuéramos sobrios
y sensatos, no lo compraríamos. En realidad, todos vamos sabiendo
ya que Windows 98 es un mero recauchutado de Windows 95 donde se incluyen
unas cuantos retoques cosméticos --aparatosos y agradables, por
lo general--, varias herramientas ¿nuevas? que ya podemos conseguir
de otros fabricantes o del propio Microsoft y, sobre todo, treinta o cuarenta
correcciones a defectos de Windows 95 (muchas de las cuales pueden instalarse
en éste sin ningún problema). Dicen que es un sistema más
seguro y más rápido que Windows 95 --y creo que así
es, pero no mucho más rápido ni mucho más seguro en
los sistemas que los simples mortales tenemos en casa. Hay ventajas que
no pueden discutirse, si uno las quiere o necesita: una mejor gestión
de los gráficos, una excelente integración con Internet (no
más rápida, necesariamente, sino más sencilla y completa),
una interfaz más amigable. ¿Está usted dispuesto a
pagar 15 o 20.000 pesetas por el invento? Yo, honradamente, creo que no
las vale. Creo que Microsoft debería vendernos Windows 98 como una
simple actualización de Windows 95, por seis o siete mil pesetas.
Todo lo que rebase este precio es beneficio no ya bruto, sino brutal.
El planteamiento, claro, no es el mismo si usted está
pensando ahora en dejar Windows 3.11, o en cambiar de sistema operativo,
o en comprarse un nuevo ordenador. A estas alturas, sería absurdo
pasar de otro sistema a Windows 95. Espere un par de meses y pásese
al 98. Más tarambana aún sería negarse a recibir Windows
98 instalado en su nuevo ordenador, evidentemente. No se compre nada hasta
julio. (Por cierto: no le estoy recomendando que se haga con un nuevo ordenador
ahora. Me parece que no es el mejor momento. Espere a fin de este año
o principios del próximo, como estoy haciendo yo.)
Hay, además, un problema añadido: Microsoft no
quiere en realidad que usted siga utilizando Windows, ni 95 ni 98. La compañía
ha anunciado oficialmente que no habrá más Windows, con ningún
número detrás, en el futuro. Este sistema operativo ha sido,
de hecho, un puente imprescindible entre los sistemas de 16 bits y los
de 32. Microsoft, hasta ahora, no se ha atrevido a ofrecer al usuario un
sistema que sólo funcione con aplicaciones de 32 bits, porque ello
le habría cerrado las puertas de muchos clientes importantes, no
dispuestos a renunciar a sus programas de 16. Ahora, en cambio, los marquetineros
de Seattle han decidido que el riesgo es mucho menor, que ya no hay tantos
programas de 16 bits que las empresas no estén dispuestas a cambiar
por otros mejores o más fáciles de manejar o más seguros.
Y lo que quieren colocarnos, a todos, grandes y pequeños clientes,
es su sistema operativo «puro» de 32 bits, que se llama Windows
NT, que está en su cuarta mutación, cuya versión 5
se anuncia para finales de este año y que se vende a precio muy
superior. Abracadabra, pata de cabra.
O sea: nos van a vender, como gran novedad, una actualización
de un sistema operativo que va a dejar de comercializarse en plazo más
o menos breve, para a continuación lanzar una enorme campaña
de propaganda y promoción que nos persuada a todos de la necesidad
ineludible de trasladarnos a Windows NT 5, como máximo, en un par
de años. Tengamos, al menos, una brizna de sensatez y, ya que seguramente
nos habremos de rendir al infinito encanto del padrecito Gates, saltémonos
un paso intermedio y pasémonos directamente al NT. Digo yo.
No es que no quepan otras posibilidades. Puede usted hacer un
cursillo y montárselo con Linux (un sistema operativo del que nunca
hemos hablado aquí, pero que basa su estrategia de penetración
en la gratuidad y en el hecho de haber dado al público sus códigos,
para que los programadores del mundo entero puedan irlo mejorando: lo que
ahora imita Netscape, para contrarrestar el tremendo empujón del
Explorer). Puede usted mudarse a MacIntosh, que está levantando
la testuz un poquitín y que a lo mejor logra que los fabricantes
de software dejen de ningunearlo como ha venido ocurriendo en los últimos
años.
O puede usted esperar a que todo esto se aclare, a que los ordenadores
se conviertan en lo que deberían ser ya --en mansos electrodomésticos
con averías pero sin problemas técnicos--, a poder conectar
su aparato y ponerse a trabajar o a divertirse sin necesidad de que le
revuelvan los sesos las disquisiciones de los especialistas.
Pero me temo que será mucho esperar. No les conviene.
Todas estas direcciones funcionaban en el momento de escribir este artículo.