Como muchos de ustedes han descubierto ya, el firmante de estos artículos
sobre Internet es un infiltrado de la literatura en el campo de la informática.
Desde el principio he procurado que mis debilidades de Letras no interfirieran
con lo verdaderamente serio, es decir con la Red. Ha sido graciosa, cuando
apareció mi última novela, hace tres meses, la sorpresa que
se llevaron algunos de ustedes. Varios me escribieron preguntándome
si era el mismo Ramón Buenaventura, y otros manifestaron su asombro
ante el hecho ÛraritoÛ de que fuera tan mayor. En fin.
Pero el caso es que hoy pienso dar rienda suelta a mis inclinaciones
y voy a hablarles de libros. Porque en Internet se está produciendo
un fenómeno totalmente inesperado, que no debo dejar sin mención.
Me refiero al crecimiento exponencial de las librerías virtuales.
De hecho, el comercio electrónico, la compra de bienes
y mercancías a través de Internet, como proceso, no acaba
de coger velocidad. En el fondo, está sobre todo el problema de
la desconfianza: no nos gusta airear por los intrincados caminos de la
Red nuestro número de tarjeta de crédito. Nos asusta que
nos roben. Nos asusta que nos estafen en el servicio. Nos consta que si
hay problemas nos va a resultar muy difícil solucionarlos.
Ocurre, sin embargo, que el sector del comercio electrónico
en más claro desarrollo es el de las librerías virtuales.
No me digan que no hay para sorprenderse. ¿No habíamos quedado
en que la informática iba a acabar con la literatura? Pues no. Al
contrario: Internet se presenta como posible solución a los problemas,
cada vez más graves, a que está sometida la distribución
de libros.
Las librerías virtuales ofrecen todas las ventajas pensables,
y sólo dos inconvenientes. Empezando por éstos: no puede
usted hojear el libro y no se lo puede llevar en el momento. Puede, en
cambio: encontrar en cuestión de segundos lo que está buscando;
ver la portada y las características técnicas del volumen;
leer un resumen del texto; estudiar las críticas aparecidas; repasar
las opiniones de otros lectores; pagar por tarjeta de crédito; recibir
el libro en casa a los tres o cuatro días. Y todo por menos de lo
que le costaría comprar el volumen en una librería, incluso
contando los costos de transporte, porque el descuento sobre el precio
de tapa puede llegar al 40%. También, desde luego, obtendrá
usted información sobre libros relacionados por su temática
o estilo con el que está usted buscando, y hasta puede pedir que
lo mantengan informado en el futuro sobre lo que publique el mismo autor
o lo que aparezca en el campo que le interese. Gratis.
Es decir: las grandes librerías virtuales (Amazon.com,
Barnes&Noble) no tienen los libros en stock Ûactúan como intermediarios
entre usted y la editorialÛ, pero han hecho una fantástica inversión
en acopio de datos y en clasificación de los títulos. En
Amazon, por ejemplo, usted encontrará cualquier libro que busque,
y aún muchos más que no conocía y que pueden interesarle.
Tienen tres millones de títulos en oferta. ¿En qué
librería del mundo puede usted encontrar veinte obras históricas
sobre Namibia, pongamos por caso? Las ventajas son abrumadoras, y el sistema
está funcionando más allá de todas las expectativas.
Un repaso a las direcciones que les adjunto les bastará
para hacerse mejor idea de la cuestión. Y para valorar, sin necesidad
de que yo me ponga dramático, lo inevitable: el retraso español
en la cuestión.
Librerías virtuales:
Amazon: www.amazon.com
Barnes&Noble: www.barnesandnoble.com
LibroNet: www.libro.net
MegaLibro: www.megalibro.com
Dos compañías españolas preparan en este momento
su entrada seria en el mundo de las librerías virtuales: El Corte
Inglés y la Cadena Crisol. Hay, además, decenas de librerías
con página en la Red, aunque, claro está, su oferta no es
tan abarcadora, ni pueden ofrecer la información que ofrecen los
grandes. En los buscadores españoles encontrarán ustedes
la información necesaria.
Todas estas direcciones funcionaban perfectamente en el momento de
escribirse este artículo.
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