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LAS 100 ENFERMEDADES QUE PROVOCAN (continuación) HOLISTICAMENTE n°3, Diciembre/99, págs. 21 a 25) (Anticipo del libro homónimo, del Dr. Esteves, próximo a editarse) En Holísticamente N°1 se elaboró el detalle de las aproximadamente 100 enfermedades vinculables a los lácteos, no como únicos, pero sí como decisivo factor causal. Además se presentaron en detalle en las dos revistas precedentes (Nº 1 y Nº 2) los primeros siete mecanismos fisiopatológicos por los cuales producen su acción. En el presente número se describen pormenorizadamente los últimos cinco mecanismos y se repite el listado total de los mismos. Se recuerda que por más científicamente fundamentada que estén estas afirmaciones, más que creer por la teoría, se invita a los interesados a descubrir en la práctica, en su propio cuerpo, en qué medida los trastornos que los mismos pudieran padecer del mencionado listado de la revista N° 1, mejoran o desaparecen en 3 meses de eliminar por completo tanto la carne bovina como la leche vacuna y todos sus derivados. En el próximo número hablaremos más en detalle de sus saludables reemplazos y de cómo evitar carencias alimentarias en general, pero en este número, en el artículo de Diabetes, en la 1ª parte de este mismo artículo (revista N° 1) y en el capítulo correspondiente de nuestra Guía para una Nutrición Evolutiva, se cuenta con toda la información necesaria para quienes no pueden esperar hasta el próximo número. Un adelanto con respecto al calcio = con la 1/3 parte de una cáscara de huevo, bien lavada, molida y dejada en jugo de limón con su tela interna o hervida en vinagre 2 ó 3’, alcanza para aportar todo el calcio que un adulto normal necesita y cuando hay osteoporosis, embarazo, lactancia, etc. Con ½ es perfectamente suficiente (no abusar). Lo importante también es dejar de robar calcio, pero de esto hablaremos en otra oportunidad. (Sólo algo se menciona en el punto 12 de este artículo) Tipos de mecanismos fisiopatológicos por los que los lácteos generan enfermedades
1. Reacciones alérgicas vinculadas con sus proteínas.
Análisis detallado de los últimos cinco mecanismos fisiopatológicos
8) Virus, bacterias, hongos y parásitos que transportan Aunque el riesgo de esto sea mayor en la leche no industrializada y que no haya sido transportada conservando la cadena de frío, en las leches más procesadas, también pueden muchas veces encontrarse gérmenes patógenos capaces de generar diarreas o trastornos peores. La pasteurización consiste en elevar el producto (en este caso la leche) a 62°C por muy corto tiempo, para matar a la flora patógena, sin matar a la flora láctica protectora, que sí muere si se lleva a 100°C la temperatura (esterilización). Esta flora es la que permite que una leche se corte en unas cuantas horas o muy pocos días, protegiendo a la leche del desarrollo de otras bacterias que sí son perjudiciales. Dado que no es muy rentable para las industrias que la leche se corte, la misma suele ser tratada con productos prohibidos que se detallarán al hablar de aditivos. Esto es indudable porque aunque los códigos alimentarios de los diferentes países dejan en claro que toda leche pasteurizada, se debe cortar luego de cierto tiempo, hoy es raro encontrar una leche que se corte. Es lógico que una leche no se corte si fue esterilizada y envasada en envases tipo tetra brick, pero en ellos se aclara que debe ser consumida inmediatamente luego de ser abierto el envase... pero esto en la práctica ¿lo hace toda la gente o lo deja al envase a medio consumir de un día para el otro? Además en las leches pasteurizadas no esterilizadas los antibióticos y conservadores que se suelen agregar inhiben el desarrollo de muchos gérmenes, pero no de todos. Con frecuencia se detectan intoxicaciones masivas por helado o por leche u otros derivados que por supuesto no suelen salir en los diarios y la televisión, salvo que se trate de leches de pequeñas empresas a las que conviene desacreditar para evitar competencias o por razones políticas (recuérdese los famosos casos de la “leche de Bicho” y de la muzzarella contaminada) pero nunca o casi nunca se difunden por medios dominados gracias a su publicidad, las intoxicaciones masivas provocadas por productos que elaboran las más grandes empresas. Una bioquímica de un conocido hospital detectó y reconfirmó la presencia de gérmenes patógenos en la leche de una marca líder que estaba trayendo gastroenterocolitis a todos los niños de ese hospital alimentados con esa leche. Ni bien esbozó una tenue difusión pública de lo acaecido, un equipo de emergencias de esa empresa y de las autoridades sanitarias correspondientes se hizo presente en el hospital, haciendo desaparecer hasta la última prueba de leche contaminada y amenazando al Director del hospital y a ella misma como jefa del laboratorio, con que perderían sus puestos, entre otras cosas, si no admitían públicamente que todo había sido un error y que el problema no estaba en la leche. La contaminación bacteriana es uno de los aspectos que más puede lesionar la credibilidad de una marca que se difunde, por lo cual no se escatima en inundar la leche de antibióticos y conservadores como ya veremos, que sí afectan, no es tanto a la corta sino más a la larga y ¿quién le va a echar la culpa a lo que comió hace muchos días, meses o años atrás? En EE.UU. se detectó un aumento de la frecuencia de aparición de salmonella, estafilococos, colibacilos y virus vinculados con la leucemia en diferentes productos lácteos. Un oncovirus parecido al HIV, relacionado con la leucemia se descubrió en más del 20% de las vacas lecheras. Las cabras, ovejas y chimpancés alimentados con leche de vaca, tienen un índice elevado de aparición de leucemias (cáncer de la sangre). Hay quienes sospechan que el HIV puede ser una mutación del virus leucémico vacuno, transmitido al hombre a través de los lácteos o incluso a través de las vacunas que se aplican inyectables que vienen en un vehículo que es suero bovino. Los lácteos crudos presentan mayor riesgo de contaminación por diferentes gérmenes. Las toxinas producidas por estafilococos, se transmiten más a través de la leche descremada, los helados, el queso y la manteca. Mi dilecto amigo, el Dr. Julio Soler, brillante homeópata y quien me facilitó mucha bibliografía muy útil para elaborar lo que está aquí escrito, estudió en profundidad el grado de presencia del bacilo de la tuberculosis en la leche. En su artículo “El reservorio de las miasmas”, señala: “En EE.UU., luego de décadas de campaña antituberculosa, seguía detectándose en los años 60, entre el 10 y el 50% de tuberculosis en el ganado vacuno. En nuestro país, no encontré estadísticas completas, pero yo contaba con las cifras inapelables de miles de vacas tamberas, que es lo que realmente importa, en el frigorífico de Zárate. Cerca del 100% de las vacas venían con lesiones tuberculosas que las inhabilitaban para el consumo y se las destinaba para el digestor industrial. En la leche misma se puede reproducir el microbacterium tuberculosis, sin que cambie en lo más mínimo su aspecto. Claro, la leche se pasteuriza y ¿qué queda?: un verdadero caldo de cultivo tuberculínico. Ambas tuberculosis, como fue demostrado, son intercambiables entre ambas especies, la bovina y la humana”. Arturo Capdevila, además de abogado, jurisconsulto, catedrático, diplomático, poeta, escritor y miembro de la élite cultural argentina de la primera mitad del siglo, fue médico y autor de varios libros que, como dijimos en la introducción, fueron quemados en Santa Fe (capital nacional de la leche). Demostró científicamente que la combinación consumida con frecuencia de la leche o sus derivados, con carne bovina, favorece la aparición de tuberculosis. Si los lácteos se combinan con pescado, esto favorece a la larga la posibilidad de que se desarrolle lepra y si el abuso de lácteos se suma al de huevos (lo que muchas veces sucede en personas ovolactovegetarianas) esto aumenta la posibilidad de tener con el tiempo alguna forma de cáncer. Los hongos y parásitos no suelen detectarse cuando la leche haya sido extraída y transportada con las más elementales medidas de higiene, sin embargo, no por transporte directo sino por otros motivos, podemos afirmar que son la causa más frecuente de micosis bacteriana en la porción superior del intestino delgado que genera un robo de nutrientes cuyo detalle luego se ampliará y un debilitamiento inmunológico y la facilitación del desarrollo de cándida albicans en el intestino, el más habitual de los hongos que es oportunista y aprovecha el desequilibrio de la flora normal generado por las bacterias de la leche y los antibióticos que ésta contiene. 9) Aditivos Los aditivos están teóricamente prohibidos en la leche, no así en sus derivados, según los diferentes códigos alimentarios. Sin embargo muchas industrias lácteas tienen su sala de recuperación de leches que, como por supuesto no son oficialmente reconocidas, tienen su acceso prohibido a toda persona ajena a un reducido grupo de sus empleados. Tengo referencias de lo que allí se suele hacer a través de pacientes que trabajaban en algunas de estas industrias y que por supuesto no le recomendarían lácteos a nadie. Las leches que ya están para descarte se tratan, una parte con soda cáustica y otra parte con antibióticos y conservadores, pero nada se pierde, todo se transforma y por esto son tan poderosas y ricas estas industrias. Se han detectado 29 antibióticos distintos en diferentes leches. El yogur vencido suele ser tratado con antibióticos y luego sembrado con bacterias no sensibles a estos antibióticos, saborizantes, edulcorantes o azúcar y otros aditivos, con lo que se lo convierte en lo que se conoce como leche cultivada, uno de los más recientes inventos, que se venden con publicidades que hacen creer que es tan bueno o mejor que la leche materna y esto lleva a que muchas veces, lleguen a los hospitales bebés y pequeños niños intoxicados con leche cultivada. Muchas de las enfermedades alérgicas, micosis, alteraciones de la flora intestinal, alteraciones hepáticas, e incluso el cáncer pueden estar asociadas a estos y a otros aditivos que se le agregan a los lácteos habitualmente. A continuación se mencionan sólo algunos de los aditivos de los lácteos:
En estudios futuros intentaremos confirmar en los lácteos la presencia o no de prolactina, hormona hipofisaria que estimula la lactancia y de fenobarbital (barbitúrico que se le suele aplicar a las vacas). Una conocida institución destinada a la defensa del consumidor publicó que según sus estudios, los lácteos no reciben antibióticos ni conservadores. Basta con ver que prácticamente no hay leche que se corte para comprender que este mentiroso estudio seguramente guarda relación con los intereses de las industrias lácteas que financian a esta institución, para que le haga creer al consumidor que está protegido. En 1970 aproximadamente 1.300 toneladas de antibióticos fueron administrados al ganado y animales de criadero de los EE.UU. Asimismo se le agrega un valor de 500 millones de dólares anuales de antibióticos a la ración vacuna y estos antibióticos son transmitidos a la población en los lácteos producidos con la leche de estos animales. Luego de extraída y antes de procesarla o después, se le aportan otros antibióticos y aditivos cuya presencia se suma a la acción antigénica de las proteínas de la leche y al desequilibrio de la flora habitual y al desarrollo de gérmenes oportunistas e infecciones resistentes a los antibióticos comunes. La flora intestinal normal controla el desarrollo del hongo llamado cándida albicans. Cuando estos antibióticos que vienen con los alimentos o los indicados por algún médico afectan esta flora, la cádida empieza a hacerse patógena y a secretar toxinas neurotrópicas y mutagénicas, según el Dr. Iwata de la Universidad de Tokio. Estas a su vez pueden dañar los nervios y producir mutaciones genéticas. La infección micótica ocurre primariamente en la piel, uñas, boca, vagina, bronquios o en los pulmones, e incluso en la sangre. Además este hongo produce deficiencia de magnesio, zinc y ácidos grasos esenciales y esto trae sus respectivos problemas. Además de los lácteos, los azúcares simples se suman como caldo de cultivo para las cándidas albicans. Estos hongos al igual que muchos parásitos aumentan los antojos extremos por dulces de todo tipo, a lo cual se suma todo lo vinculado al Síndrome de Estrés, Depresión y Adicciones (SEDA: hipoglucemias y algo más) mencionado en el capítulo 1. Además de los dulces y los lácteos, las harinas refinadas, alimentos levados y fermentados, aditivos químicos y trazas de antibióticos, promueven el desarrollo de la candidiasis. Según la opinión de la Dra. Martha Cottrell, Mark Mead y Michio Kushi, en el libro SIDA, Macrobiótica e Inmunología Natural, el libro más científicamente fundamentado de toda la literatura macrobiótica, del cual se han extraído muchos valiosos aportes y referencias bibliográficas que se mencionana en este capítulo, “en un futuro cercano, el problema de la candidiasis, podría convertirse en una crisis planetaria de magnitud similar al SIDA y al cáncer y sin embargo es muy factible de evitar”. 10) Contaminantes naturales Las aflatoxinas son toxinas producidas por variedades de hongos llamados aspergillus flavus, parasiticus y fumigatus. Estos hongos se desarrollan en forrajes y semillas húmedas que muchas veces son utilizadas para el consumo de animales. Las aflatoxinas se han correlacionado con cánceres primitivos de hígado (hepatocarcinomas) y riñón entre otros. Dado que son liposolubles (solubles en grasas) se concentrarían más en las grasas de los animales que las consumen (pollo, huevos, carne bovina, porcina, leche y derivados). Hemos recibido referencias orales, aunque aún no las citas bibliográficas concretas, sobre estudios que se habrían hecho en estos alimentos que habrían arrojado valores elevados. De no confirmarse estos estudios, en un futuro próximo, mandaríamos a hacer nosotros mismos estudios similares. Existiría también una variedad de contaminantes naturales de la leche, pero son de menor importancia por lo cual no los adelantaremos. 11) Contaminantes químicos, bioquímicos o físicos Estos pueden llegar a la leche en forma accidental o por imprudencia o por tratamientos hechos a las vacas o a su alimento. El 90% de DDT y otros pesticidas organoclorados que comía diariamente un norteamericano tipo, hace unos años atrás, no provenía de la ingesta directa de alimentos vegetales fumigados con ellos, sino de alimentos de origen animal, que llegaron a ellos a través de la comida vegetal fumigada que a ellos se les suministraba y que ellos concentraron en sus grasas. Si bien su uso está prohibido desde hace un tiempo, no está prohibida su venta y se siguen usando por ser más baratos y tener una manipulación menos peligrosa que los organofosforados. En nuestro país se evitan para los productos que van a exportación, pero para el mercado interno sigue rigiendo el “ojos que no ven, corazón que no siente” y el “hecha la ley, hecha la coima”. La lista de pesticidas, fertilizantes, herbicidas y otros agroquímicos con los que se tratan las pasturas y forrajes, que pueden encontrarse en las leches comunes, es muy extensa. Muchos de ellos son demostradamente cancerígenos y suman o potencian su acción entre ellos y con otras toxinas de los lácteos y de otros alimentos y el medio ambiente. La eliminación de agroquímicos es una de las pocas ventajas que tienen las leches orgánicas o ecológicas certificadas. La mayor parte de los otros mecanismos de generación de enfermedades siguen estando también en ellas. En un año ganaderos y criaderos de pollos de EE.UU. ganaron 303.750 toneladas de agua vendidas al precio de la carne y el pollo gracias al incremento de peso que aceleradamente consiguen por acumulación de líquidos, sobre todo, a través de administrarles a los animales una hormona femenina conocida como dietilestilbestrol (una forma de estrógenos que también se usaba en las píldoras anticonceptivas y favorece el cáncer de mama, útero, ovarios y vagina en quienes la consumen y en sus hijas cuando las tienen, y éstas llegan a la pubertad. También favorecen la sobrecarga cardíaca). Se han detectado estrógenos en la leche, que se concentran más aún en los quesos y otros lácteos sólidos. Además de los descritos, también algunos melanomas de piel y tumores de riñón, suelen ser hormonodependientes y presentan receptores positivos para los estrógenos. En pacientes que padecen estas enfermedades, dar estos alimentos es echar leña al fuego, tal como lo dijimos con respecto al factor de crecimiento epitelial (EGF) en el punto 7 de este capítulo. Se darán más datos sobre los riesgos de estas hormonas en el capítulo de cáncer y al hablar de osteoporosis en el de enfermedades osteoarticulares. Se ha encontrado la presencia de estroncio radiactivo en la leche y ésta, lejos de atemperar los efectos de la radioactividad, la potencia mucho más. Se aconseja la lectura de los tres volúmenes del libro Alimentación y radioactividad (Diet for Atomic Age) de la Dra. Shanon. Muchos antibióticos se les suministran a las vacas lecheras cuando tienen mastitis y otras enfermedades. Estos pasan a la leche y luego se le suman los que le agregan las industrias y los mismos camioneros que la transportan. Ya se habló bastante sobre esto en el punto 9 de este capítulo. También accidentalmente o por imprudencia puede haber metales pesados, nitritos o nitratos, etc. (también usados como conservadores y para la limpieza de tambos, recipientes y maquinarias). 12) Robo de nutrientes (calcio y otros minerales). Inadecuada proporción calcio/fósforo. Según investigaciones de Ágata y Calvin Trasch, el consumo habitual de leche vacuna y sus derivados, acrecienta la necesidad y con esto desgasta las reservas de vitamina A, zinc, hierro, calcio y vitamina B12. Esto predispone a déficit inmunológico con todo lo que esto implica, anemia y descalcificación. Las proteínas de la leche, por lo que enseguida explicaremos, pueden robar potasio, magnesio y vitaminas del complejo B, además de calcio. La proliferación bacteriana anormal que los lácteos generan en el intestino interfieren en la absorción de calcio y de hierro, haciéndolos perder. Los elevados contenidos de pesticidas y herbicidas presentes en las leches comunes (no así en las orgánicas o ecológicas) acrecientan la demanda de ciertos nutrientes que deben gastarse para ayudar a la eliminación de sustancias tóxicas. El pH (grado de acidez/alcalinidad) normal de la sangre, es aproximadamente 7.2, o sea, levemente alcalino. Los lácteos, como cualquier alimento muy proteico, producen una acidosis transitoria y para compensarla se segrega calcio y otros minerales de los huesos en principio, y de otros sectores del organismo secundariamente. A nivel del estómago, aunque calmen los síntomas de la gastritis, la úlcera o la simple acidez gástrica por las sustancias mucosas que contienen, los lácteos estimulan paradójicamente la secreción de ácido clorhídrico, aumentando las causas de úlcera, gastritis o la acidez gástrica. Esas sales de calcio y otros minerales recién descriptas, no sólo van a compensar la acidosis de la sangre, sino también la acidez gástrica que las proteínas provocan, pero el precio es el balance negativo de calcio y otros minerales que los lácteos producen, pues es más lo que excretan del organismo que lo que aportan. Estos minerales son eliminados por materia fecal, colaborando también con la generación de constipación y por los riñones, favoreciéndose la formación de arenillas urinarias, cristales de oxalato de calcio en orina y a la larga cálculos renales, además de depósitos anómalos de calcio y otros minerales, tal como se describió en el punto 4 de este capítulo. Además, los compuestos nitrogenados que resultan de la digestión y metabolismo de las proteínas en exceso, pueden ser una pesada carga para los riñones. Está demostrado que una dieta con muchas proteínas (carnes, lácteos, etc.) afecta el filtrado glomerular y con esto altera la función principal de los riñones (formar orina y depurar la sangre). Además produce amoníaco, compuesto que aumenta el riesgo de carcinogénesis intestinal. Además la proporción de calcio con respecto al fósforo que tiene la leche vacuna y sus derivados, es inadecuada porque presenta sólo 1,2 partes de calcio por 1 parte de fósforo, y el cuerpo absorbe y aprovecha bien el calcio cuando la tasa calcio/fósforo es de 2 por 1. El exceso de fósforo de los lácteos, se combina con el calcio en los intestinos y disminuye la absorción del primero. Este exceso de fosfatos es una de las múltiples causas por las cuales los lácteos indudablemente producen osteoporosis, en vez de evitarla como se suele creer, según se demostrará al hablar de enfermedades osteoarticulares (el proyecto Cornell, de la Universidad de Cornell, de Oxford y del Ministerio de Salud de China, el más importante estudio de nutrición de la historia, demostró esto sin lugar a dudas). Las carnes procesadas, las papas fritas comerciales, la fruta enlatada y las bebidas gasificadas (sobre todo bebidas cola), contienen también un exceso de fósforo (a éstas se les agrega ácido fosfórico que genera más sed y aumenta el consumo, potenciando su efecto droga).
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