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Ideas de Regalos
El eterno problema de los hombres y las ideas de regalos
¿Por qué casi nunca dan en el clavo? ¿Cuál es la razón por la que rara vez aciertan en su elección?
Fernando Sagas reflexiona seriamente sobre este asunto.
Llegó diciembre: época de fiestas, de risas, de alegría y de tener ideas de regalos...
pero también de muchos dolores de cabeza para nosotros los hombres. ¿Por qué dolores de cabeza?
Porque va. a ser: por toda la cuestión de los regalos. Yo he aprendido (a fuerza de trastazos) que pocas
cosas ofenden más a una mujer que un regalo de Navidad equivocado; sí, un regalo que no sea el que ella
está esperando. Y no es que esté tratando de justificar al sexo masculino, pero la realidad es que los hombres
somos muy malos en ese asunto de andar regalando.
Primero, porque casi todos odiamos las tiendas, y en estos días en que los centros comerciales están abarrotados
mucho más. Después, porque a causa de algún indescifrable misterio de nuestro cerebro casi nunca podemos leer
la mente femenina para saber con exactitud qué regalo les gustaría recibir. Llámenle falta de intuición o de imaginación,
torpeza mental o como quieran... pero ni siquiera esas indirectas que nos envían resultan suficientes para no equivocarnos.
Miren lo que le pasó a mi primo Carlos con las ideas de regalos el año pasado. Mireya, su novia, que ya sabía de la pata
que él cojeaba, se pasó todo el mes de diciembre insinuándole lo que quería. "Ay me gustaría que esta Navidad fuera brillante,
muy brillante", repetía. Pero aunque ella asegura que hasta un niño podría haber captado su mensaje, Carlos mal interpretó
sus palabras y, seguro de que esta vez sí iba a complacerla, fue y le compró una lámpara que tenía más de 10 bombillas.
Las mejores ideas de regalos
Cuando Mireya la vio, casi se la tira a la cabeza. "Tacaño, miserable", le gritó. "Pero tú no quenas algo bien brillante",
replicaba Carlos sin salir de su asombro. A mi amigo José le ocurrió algo peor. Su novia, Laura, lo acusó de egoísta e insensible,
y hasta lo llamó "aprovechado", cuando él, con mucho amor, le regaló un localizador electrónico con infinidad de lucecitas y botoncitos,
que le decía exactamente la posición geográfica en la que ella se encontraba, estuviera donde estuviera. "Ese regalo no es para mí, zorro",
vociferó. "Desde cuando a mí me interesa saber mi latitud o longitud geográfica; lo compraste para ti, admítelo".
Pero no, José no lo compró para él; el problema es que lo traicionó su subconsciente. Aunque van a creer que estoy disculpándolo,
la verdad es que los hombres seguimos siendo niños, niños grandes enamorados de los juguetes. A diferencia de ustedes que después
de jugar con muñecas hasta la edad de 11 ó 12 años pierden todo el interés por ellas, nosotros nunca superamos nuestras obsesiones
de la infancia, y a medida que crecemos y envejecemos nuestros juguetes, simplemente, se vuelven más costosos, tontos e imprácticos;
por ejemplo, en vez de camioncitos que funcionan por control remoto o robots de mentiritas compramos camiones de verdad, radios y
equipos super complicados y sofisticados, cualquier cosa que suene, brille y requiera por lo menos 6 baterías "D" para trabajar.
Tratando de no cometer más errores, la Navidad pasada decidí seguir la fórmula que me recomendó mi amigo Ricardo para las ideas de regalos:
darle dinero a mi novia para que ella misma se comprara lo que quisiera. Pero ¡qué va! Lo que a él le . funcionó de maravilla a mí me causó estragos.
Mi novia se sintió tan ofendida, que además de romper el billete de 50 dólares que había puesto en su mano, recogió todos los paquetes
que había colocado bajo el arbolito y se fue a la tienda a devolverlos. Es decir, que me quedé sin dinero y sin regalos.
No había vuelto a pensar en todo esto hasta ahora que llegó diciembre, pero como estoy seguro de que voy a seguir metiendo la pata a menos
que tome serias medidas, he decidido añadir un nuevo punto a mi lista de resoluciones para el próximo año: estudiar a fondo la psicología femenina
de los regalos. ¡Ojalá logre aprender algo!
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