“Parezco una ametralladora con gana de hacer cosas”

Entrevista exclusiva a CARLOS PAÉZ VILARÓ


 
Con  su boca tapada por el lienzo, la buena pintura habla por sí sola sin necesidad de mover los labios”, reflexiona el maestro Carlos Paéz Vilaró, desde las páginas de “Asteriscos”, el último de sus libros publicados. El pintor uruguayo que recorrió el mundo cambiando pinturas y murales  por comida y alojamiento, a los setenta y seis años sigue mirando la vida a través de los colores de su paleta y las ojivas de su atelier en lo más alto de Casapueblo, su obra más  notoria.
Caminar por Punta del Este, significa cruzarse infinitas veces con la pintura de Paéz Vilaró. Su obra alcanza dimensiones inimaginables. Hoy con sus tres hijos menores vive en medio de la agreste soledad de la exclusiva  zona de San Carlos, a veinte minutos de Punta del Este. Su casa -a la que compró por casualidad- se destaca en la campiña por el exagerado rojo tomate que lucen sus paredes.
En este “su nuevo tiempo”, se siente en el principio del camino, “se me escapan los dedos” dice Vilaró en medio de un agitado fin de semana, en su atelier colmado de cuadros, visitas, pedidos de autógrafos y venta de sus obras.
-Impresiona  la difusión que tiene su obra, ¿ Esta es una de sus metas?
--No mire, esto es debido a la constancia de mantener abierto el taller todos los días del año y de los años, desde 1958 que estoy enclavado en estos acantilados. Usted puede venir un día de tormenta muy inflamada, un día de calor muy fuerte, en el verano más generoso o en el invierno más duro, y siempre al tocar el timbre, vas a encontrar que una puerta de abre mágicamente y hay una sonrisa que va a decir bienvenido a Casapueblo. Se me ocurre que esa permanencia, ese deseo de abrazar al que llega es el que me ha permitido esta expresión de afecto que hoy sufro, porque la verdad que no me da tiempo para vivir y para decir gracias. Gracias a la gente, sobre todo a los argentinos que son parte de esta casa. Yo siempre digo que cuando abro la canilla el agua que sale es argentina. Porque los argentinos que vienen han comprendido mi actitud de artista y me apoyan.
-¿Este es su lugar en el mundo?
--Este es el punto de partida para mis andanzas y mis regresos. Yo me considero un bumerán; es evidente que el hombre debe tener un sitio de despegue y arribo, y este es mi sitio.
Es mi oficina de trabajo, es el lugar en donde me acompañan los artistas jóvenes, las golondrinas, los pájaros, llevó una vida siempre en viaje.
-En su viaje al Africa conoció al Dr. Albert Schweitzer, ¿ Cuáles son recuerdos?
--Fue una figura extraordinaria, que yo la toque, dormí con él, como la Madre Teresa de Calcuta, ellos no son los únicos, quizás son los más notorios, porque la  publicidad que se ha desplegado a través de sus obras  los ha hecho conocidos en el mundo. -¿Y los otros?
--Los otros están perdidos por los caminos, el padre Heder, Las Madres Azules del Congo, El Dr. Laureano Maradona.

- Usted pintó murales en casi todo el mundo, ¿Por cuál siente más amor
--En realidad los quiero y recuerdo a  todos, porque han sido para mí fragmentos de un largo cinturón con el que yo trate de apretarle la “barriga al mundo”. Un cinturón de color, con el cual me lance a pintar en trueque por pasajes, hospedajes. Yo debo a la pintura mural él haber conocido el mundo. Quizás el que más recuerdo, porque me da dolor, es el que pinte en la Organización de Estados Americanos (OEA), en Whasington  que tiene ciento sesenta y dos metros de largo, y que debido  a la incomprensión y al desapego, al desinterés de los gobernantes, esta muy deteriorado. Este mural sería el único que estoy dispuesto a restaurar. No hubo preocupación de los distintos secretarios generales, entre ellos Gaviria por ejemplo que me escribió una carta, hace dos meses, diciendo que era sensible al dolor que me producía, pero que la OEA no tenía fondos para su restauración.
-¿Usted iría por sus propios medios a repararlos?
--Es como si me dijeras que se perdió un hijo en la cordillera, por tus medios lo vas a buscar. En este caso un mural de esas dimensiones, no solo trataría de restaurarlo, sino que pondría todo mi esfuerzo para recuperarlo para el Uruguay, de alguna forma es un pintor uruguayo que se apodero de una pared de ciento sesenta metros de largo, para nuestro país es un motivo muy especial de presencia. Si hubiera sido un mural de Diego Rivera –no me quiero poner a su altura- , por su puesto que México se hubiera encargado de hacer lo imposible para recuperarlo. En este caso tampoco hubo interés de las autoridades uruguayas.

-Maestro usted habló de la cordillera, ¿ hay una bisagra en su vida, antes y después de la caída del avión en que viajaba su hijo?

--Después de la cordillera yo aprendí muchas cosas, como ahora que vengo de recuperarme de una operación al corazón, y el regreso fue como abrir el libro de una nueva vida, como tocar el aire, ver la gente con otros colores, como sentir que todo es alegría. Después de Los Andes, me pasó lo mismo, el hecho de perder a tu hijo y pensar que no lo vas a ver, y de golpe abrazarlo y sentir que es tuyo otra vez es maravilloso. Yo aprendí una gran lección, primero que hay que darse porque el pueblo chileno fue muy solidario, yo no hice otra cosa que buscar un hijo como lo hubiera hecho cualquier padre, pero la gente de Mendoza me ayudo enormemente, que pusieron todo el corazón  a disposición  de la búsqueda. Nunca me falto en ese momento tan triste un cigarrillo en la boca, un abrigo, un rancho para guarecerme, un caballo para andar. Soy un agradecido, en dos casos, una en la búsqueda de mi hijo sabiendo que esta vivo en el corazón , pero no en la realidad, y el otro fue mi decisión de operarme del corazón en la Argentina, donde el Dr. Lavia  con sus manos de artista me devolvió la vida, artista verdadero, porque crea la vida y no firma como nosotros los vanidosos, que terminamos un cuadro y le estampamos el Paéz Vilaró.
- ¿ Influyen estos hechos en su pintura?
--Ahora estoy terminando un libro mío de los cincuenta años en arte, y justamente coincide  la operación que me hice hace más de un año, así que para mí es como iniciar un nuevo libro y además  reírme de todo lo que pase, y adquirir una gran capacidad de perdonar, y pasar por alto los momentos tristes que viví, las injusticias, lo amargo de la vida.
-¿Cómo será su pintura en el próximo siglo?
--Siempre se pinta distinto, uno lo nota en la retrospectiva, donde se revisa toda la obra, momentos buenos, malos y alegres  que uno vivió, es como ver hacia atrás la vida que llevaste. En el futuro serán nuevos colores, y mucho más ahora estoy tocando una nueva vida, soy un nuevo pintor, se me escapan los dedos, tengo muchas ganas, ayer pinté doce dibujos, parezco una ametralladora con ganas de hacer cosas, no quiero que me sorprenda otro infarto.

Paéz Vilaró esta en el momento más creativo de su nueva vida. Esta preparando un libro en donde recopila cincuenta años de su agitada vida. Decir que este hombre nacido en un conventillo de Montevideo es solo un pintor es faltar a la verdad, es un creador, que explora y exploró todos los caminos del arte.
El “ingenioso” Carlos Paéz Vilaró, supo hacer que sus manos pintaran, esculpieran, escribieran, crearán, su lenguaje es uno: El arte. Es un hombre lleno de convicciones y talentos, pero también es un exquisito ser humano.

Punta del Este, República Oriental del Uruguay.
 

Edgardo Miller.


 
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