Partiendo del Monasterio de Fresdeval, existe una cuesta que lleva hasta un
lugar donde hubo en otros tiempos una especie de castillo, que, en la época
en que se sitúa esta leyenda, estaba ya deshabitado.
A pesar de su conversión
al cristianismo, decían las gentes que muy a menudo don Gome partía hacia Granada,
y al llegar allí, se ponía sus antiguas vestiduras árabes para acudir a diversiones
impropias de su rango y citas amorosas con mujeres árabes. En estas aventuras,
llegó a conocer y tratar a una princesa mora, de quien tuvo un hijo.
Entretanto en el claustro,
sorprendieron al novicio arrodillado en el suelo, tenía apoyada la frente en
el regazo de una mujer de extraordinaria belleza, la cual pasaba la mano por
la frente del muchacho susurrándole palabras en un idioma que parecía árabe,
pero que sin duda, por el tono, parecían frases de aliento y consuelo.
El prior se inclinó ante la dama y le pidió excusas. Pocos días después el novicio
salió del monasterio para reunirse y marcharse definitivamente con ella. Don
Gome no puso impedimento alguno al verse descubierto. Desde entonces y hasta
ahora la cuesta que une el castillo con el monasterio se llama la Cuesta de
la Reina.